El imprescindible ‘tío Kathy’
AHMED KATHRADA (1929-2017) Líder antiapartheid
Ahmed Kathrada conservaba la fotografía en un lugar de honor en su casa de Johannesburgo. Dentro de un marco oscuro y colocada en una esquina del comedor, la imagen resumía varias décadas de lucha. A la derecha de la foto, Nelson Mandela, sonriente y mirando a cámara, alargaba el brazo para estrechar cariñosamente la pierna de su amigo de toda una vida, sentado junto a él. Kathrada respondía al gesto de Madiba con una sonrisa de oreja a oreja.
Esa amistad es imprescindible para entender los cambios políticos de la Sudáfrica del siglo XX. Kathrada, uno de los mayores activistas antiapartheid, recordaba perfectamente el día en que ambos se conocieron. “Fue en un mitin político la primera vez –explicó a La Vanguardia hace tres años–; los dos estábamos metidos en política, así que nos conocimos políticamente. Por supuesto había diferencias de opinión al principio. Pero todo fue bien”.
Kathrada falleció ayer a los 87 años en un hospital de Johannesburgo después de sufrir complicaciones tras una intervención quirúrgica cerebral. Llevaba más de quince días ingresado. El arzobispo Desmond Tutu calificó ayer a Kathrada como un “líder moral” y un hombre “de extraordinaria amabilidad, modestia y dulzura”. Para el Nobel de la Paz sudafricano, el veterano activista era una persona “de la más alta integridad y fibra moral que, a través de su humildad y humanidad, inspiró nuestra autoestima colectiva y posibilitó la confianza del mundo en nosotros”.
El tío Kathy, como se le conocía cariñosamente en Sudáfrica, mantuvo esa mezcla de firmeza y de mano tendida toda su vida. Dirigente histórico del Congreso Nacional Africano (CNA) y comunista convencido, pagó su compromiso con la cárcel: fue uno de los condenados a cadena perpetua en el juicio de Rivonia de 1964. Finalmente, pasó 26 años en prisión, 18 de ellos en Robben Island, donde compartió cautiverio con Mandela y aprovechó para sacarse cuatro carreras universitarias. Kathrada se refería a menudo a la cárcel como “la universidad” por los encendidos debates políticos con los otros presos –allí estaban encerrados casi todos los líderes antiapartheid– y las innumerables tardes de estudio.
A finales de los años ochenta, fue uno de los negociadores entre el CNA y el Gobierno para pactar el fin del gobierno del apartheid y la organización de las primeras elecciones libres, celebradas en 1994. De raíces indias, su temple comedido ayudó a tejer la confianza entre etnias en un país a punto de explotar. “Luchábamos –explicó a este diario– por una Sudáfrica no racista, no sexista y democrática. Pero la gente no lo sabía y había que explicárselo. Especialmente los blancos no lo sabían. La nuestra no fue una lucha contra los blancos, fue una lucha contra el sistema opresor”.
Parlamentario y asesor del presidente Mandela en su primer y único mandato, Kathrada dejó la política activa en 1999, pero no abandonó su compromiso con las causas justas ni su actitud valiente. En múltiples ocasiones, denunció con dureza la corrupción y la desidia del Gobierno sudafricano.
Hace unos meses, criticó al presidente Jacob Zuma cuando la justicia dictaminó que el mandatario había violado su juramento al negarse a devolver dinero público usado para unas reformas en su casa. Lo hizo sin medias tintas. “Si estuviera en los zapatos del presidente, me habría ido inmediatamente”, declaró.
Pese a su enfado con la clase dirigente, Kathrada defendía los logros de su generación.
“Debemos ser realistas –opinaba–; por supuesto no hemos solucionado todos nuestros problemas. Pero antes había carteles donde ponía ‘Sólo europeos’ o ‘Entrada no permitida a no europeos y perros’, así que lo que hicimos fue reconquistar nuestra dignidad como seres humanos. Hoy en Sudáfrica, todos somos iguales ante la ley y el racismo es un crimen”.
De raíces indias, su temple ayudó a tejer la confianza entre etnias en un país a punto de explotar