La Vanguardia (1ª edición)

Fogonazos

- JORDI MADDALENO

Cecilia Bartoli Intérprete­s: Cecilia Bartoli, mezzosopra­no, y Antoni Parera Fons, piano Lugar y fecha: Palau de la Música Catalana (27/III/2017)

Comprobar que Cecilia Bartoli no es infalible, que puede tener sus noches y sus días, es como hacerse mayor y perder la inocencia. A pesar de haber demostrado en sus recitales anteriores en Barcelona su dominio técnico, expresivid­ad privilegia­da y control a piacere de su instrument­o, con su ambicioso programa de 400 años de música italiana sólo convenció a medias. Antes de comenzar, la bizarra visita del artista Pandemonia, con su personaje pop-art de látex paseándose por los vestíbulos del Palau, desconcert­ó a más de uno. Al entrar a la sala, el cambio de pianista, anunciado en una hoja volandera que muchos no vieron, y el cambio de las piezas en la primera parte del recital tampoco ayudaron en un inicio más frío de lo habitual. Pareció que Bartoli, vestida con una casaca negra y una camisa roja intensa con pechera y volantes en las mangas, más estilo lolailo que barroco, no las tenía todas consigo. Se paseó por el barroco con la naturalida­d propia de un estilo que domina, voz timbrada, fraseo y dicción claras, medias voces, pero al abordar un hit de su repertorio como Lascia la spina de Händel, la magia no se produjo.

Antoni Parera Fons, premio Nacional de Música 2016, es un reconocido y excelente compositor y pianista, pero en el repertorio barroco sonó muy discreto. Con los belcantist­as no mejoró mucho la cosa y sólo una fantástica Canzonetta Spagnola de Rossini, con la Bartoli de las coloratura­s y el nervio propio, despertó a un Palau poco empático. Pero Cecilia es mucha Cecilia, y su carisma afloró en una segunda parte mucho más inspirada y comunicati­va. Con otro vestido rojo intenso de volantes y una actitud mucho más relajada, enamoró con las canciones de Puccini, a pesar de cantarlas con partitura y atril. Con la llegada de Tosti y los compositor­es propios de la canción italiana, el sol por fin salió en el escenario y el carisma de la mezzo romana por fin reinó. Un Babbino caro meloso y encantador, A vucchella cantado a flor de labio, Aprile lleno de frescura oun Nel Blu dipinto di blu (Volare) con un Parera Fons mucho más relajado, cerraron de manera feliz el recital. Entre los cuatro bises, destacó la Seguidilla de una Carmen toda garra, un O sole mio expansivo y cálido, o Mamma, dedicada a su madre, presente en un palco, acompañada por Javier Camarena. Tres ramos de flores y el carisma de la Bartoli como colofón de una velada festiva, sólo a fogonazos.

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