La Vanguardia (1ª edición)

“Hay casos en que la paz es más importante que la justicia”

David Rieff, analista político, autor de ‘Elogio del olvido’

- JOSEP PLAYÀ MASET Barcelona

Estuvo como correspons­al en la guerra de los Balcanes, sobre todo en Sarajevo, y esta experienci­a le ha marcado. Trabajó también como consultor para oenegés humanitari­as y vivió las crisis de Ruanda y Congo, contratado por el suplemento dominical de The New York Times. Hace diez años empezó a viajar a Irlanda del Norte. Es David Rieff (Boston, 1952), hijo de Susan Sontag, licenciado en Historia por Princeton, y actualment­e profesor durante dos meses al año en el Institut d’Études Politiques de París. Fruto de esa trayectori­a es su último ensayo, Elogio del olvido (editorial Debate), donde plantea que en ocasiones la memoria histórica es tóxica y lo correcto es olvidar.

Ian Gibson, estudioso de la guerra civil española, ha contestado así las tesis de su libro: “Se puede olvidar sólo cuando se sabe toda la verdad”.

Mi respuesta es una primera pregunta: ¿qué quiere decir la verdad? Hay muchas verdades. Si hablamos de un hecho concreto, como las fosas comunes en España, es posible saber quién murió, y si se exhuman cadáveres, gracias al ADN será posible identifica­r quién fue asesinado por el falangismo. Pero si hablamos de manera más amplia sobre la verdad, sobre quiénes son los buenos y los malos, o sobre qué debemos enseñar en las escuelas, entramos en cuestiones muy controvert­idas. ¿Quién tiene la verdad en Irlanda del Norte, los fieles a Gran Bretaña o el movimiento republican­o que reclama desde el siglo XIX la unidad de Irlanda? No veo cómo avanzar a menos que venga alguien de otro planeta y nos diga quién tiene razón. Y lo mismo sucede en el País Vasco. Existe la memoria del gobierno legítimo de Es- paña y quienes estaban y están contra la acción terrorista, pero hay también simpatizan­tes de ETA y están sostenidos por una parte de la población. La gran mayoría de las guerras no acaban con una victoria absoluta como la de los aliados contra los nazis en la II Guerra Mundial y no hay una memoria histórica monolítica.

¿Siria es un ejemplo de guerra en que es difícil saber dónde están los buenos y los malos?

Soy persona de ambigüedad­es y de matices, hay “verdad” en ambos lados, y si al final gana Bashar el Asad, como probableme­nte será, habrá una memoria oficial y otra disidente en las comunidade­s exiliadas. En todo conflicto siempre hay también una memoria individual y una memoria colectiva, que es la narrativa del pasado

que sirve a los fines del presente.

¿La memoria es necesaria para no cometer errores?

Yo no estoy de acuerdo con George Santayana cuando dice: “Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”. Tampoco digo lo contrario, puede que sí o puede que no. Muchas personas nos dicen que olvidar es imposible, pero ¿cuántas personas se acuerdan en sentido estricto de la guerra civil española? Muy pocas –y pronto tampoco quedarán personas que hayan vivido el Holocausto–. Ya no hay memoria de la guerra, sino narrativa. En ese contexto no veo el olvido como un acto tan diferente del recuerdo.

¿No es injusto que los verdugos se libren de los tribunales?

En Argentina estoy con los Kirchner, que cambiaron la ley para procesar a algunos generales. Fue una decisión correcta. Pero en Sudáfrica se tomó la decisión opuesta: “Verdad, sí; justicia, no”. Puedes ir al tribunal y hablar de crímenes cometidos sin sanción. Pero en el país había riesgo de guerra civil y Mandela acertó. Hay casos en que la paz es más importante que la justicia. El pacto del olvido al inicio de la democracia en España fue una buena decisión, aunque quizás ahora ya no sirve. También los acuerdos son mortales.

En su libro se nota que no le gustan demasiado los héroes nacionales.

Los héroes son construcci­ones de los vencedores, pero también existe la memoria colectiva victimaria. En Estados Unidos están los héroes esclavos, como en la película Django desencaden­ado, muy mala, toda una distorsión. La historia es crítica o no es nada. La tarea del historiado­r no es dar más fuerza al orgullo nacional, a la solidarida­d de las víctimas, un historiado­r no ha de hacer propagada y no importa de qué lado.

¿En todos los conflictos la historia siempre se utiliza para reforzar posiciones, ya sea en Israel o en Catalunya?

Cierto. Le puedo decir que como historiado­r he leído algunos libros sobre la guerra de Sucesión, de 1714, y me parece que la narrativa independen­tista es una simplifica­ción. Los hechos son mucho más complejos y matizados. No es peor aquí que... en Escocia. En mi libro cito la película Braveheart, que tampoco me gustó, donde Mel Gibson encarna a William Wallace, un aristócrat­a escocés que ganó una batalla y perdió otra, fue ejecutado de forma atroz, pero apenas se sabe nada más de él.

“La narrativa independen­tista es una simplifica­ción, los hechos son complejos” “El pacto del olvido al inicio de la democracia fue una buena decisión, quizás ahora no sirve”

¿Tienen sentido los monumentos como una forma de recordar el pasado?

Cada caso es distinto, pero los monumentos son también mortales. Franco y Dolores Ibárruri dentro de unos años estarán olvidados, y si tuviesen monumentos, no tendrían sentido. La memoria colectiva de una época se puede olvidar. Odio la hagiografí­a, pero si se quieren erigir monumentos..., aunque también me parece bien que se quite el nombre de la División Azul a una calle.

¿Se debe preservar el Valle de los Caídos?

¡Uf! Es una decisión política, depende del consenso.

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XAVIER CERVERA El historiado­r y analista David Rieff, ayer, en Barcelona

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