“La autoridad soy yo”
“En este momento, la única autoridad soy yo”, dijo Verónica Pérez la tarde del 29 de septiembre del 2016 frente a la sede central del PSOE en la calle Ferraz de Madrid. Menuda y enérgica, la secretaria general del partido en Sevilla, militante de las Juventudes Socialistas desde los catorce años, apenas lograba asomar la cabeza entre un mar de micrófonos, pero consiguió cincelar uno de los grandes titulares del año. La compañera Pérez consideraba disuelta la comisión ejecutiva y se afirmaba como la primera autoridad del partido, en tanto que presidenta de la mesa del comité federal. “Aquí, la única autoridad soy yo”. Hacía bastante tiempo que en España no se oía una frase tan española.
Al cabo de dos días, tras una turbulenta sesión del comité federal, Sánchez se veía obligado a dimitir. Asesinato en el comité federal, escribimos, recordando a Manuel Vázquez Montalbán. Una comisión gestora se hacia cargo del partido, con el mandato imperativo de evitar unas terceras elecciones generales consecutivas. Puesto que Mariano Rajoy estaba dispuesto a forzar esa tercera convocatoria –convencido de que beneficiaría al Partido Popular por agotamiento de sus adversarios–, la gestora del PSOE ofreció la abstención a cambio de nada. Defenestrado de mala manera el secretario general, el Partido Socialista se había quedado inválido.
La gestora podía haber convocado las primarias en un corto periodo de tiempo, para salir cuanto antes de la excepcionalidad. Sánchez estaba noqueado. Había renunciado al acta de diputado –Patxi López le empujó a ello– y sus principales colaboradores, entre ellos, el secretario de organización César Luena, causante de algunas de sus desgracias, ya le habían abandonado. Sánchez se quedó prácticamente solo, con el único apoyo de unos pocos incondicionales. Era un hombre hundido.
Pero aún le querían hundir más. Aconsejada por los notables del partido, la gestora decidió prolongar el periodo de interinidad para que los militantes se olvidasen del secretario general defenestrado y este se acabase de desfondar. No bastaba con haberle derrotado, tenían que laminarlo. Un sanedrín formado por Felipe González, Alfredo Pérez Rubalcaba, José Luis Rodríguez Zapatero y Javier Fernández marcaba la línea del partido. Los circuitos de opinión del PP también se sumaban a la cruzada contra Sánchez. Política de unidad nacional. Una amplia coalición de signo oficialista llevaba en volandas a Susana Díaz, presentada como garantía de estabilidad del sistema. Entretanto, se acentuaba el deterioro de la moralidad pública. La dilación de las primarias se convertiría en un fatal error. Una nueva oleada de casos de corrupción reavivaba hace un mes la indignación ciudadana. Vuelve a haber mucho vapor en las cañerías y la primera rendija eran las primarias socialistas.
Sánchez ha ganado de manera indiscutible. La derrota de la coalición oficialista y de su potente círculo mediático e intelectual es impresionante.
Las bases del PSOE derrotan a una potente coalición oficialista anclada en Madrid y Sevilla