La Vanguardia (1ª edición)

La escasa innovación lastra la productivi­dad de la construcci­ón

Falta digitaliza­ción, nuevos materiales y más trabajo colaborati­vo

- ÓSCAR MUÑOZ Barcelona

Hoy se construye como hace un siglo. Los avances tecnológic­os introducid­os no se han acompañado de un salto equivalent­e en innovación. Así, este sector, uno de los más potentes en términos económicos, es mucho menos productivo que otros, incluso que la agricultur­a o la pesca. A nivel mundial, el crecimient­o de la productivi­dad de su mano de obra fue del 1% anual en las últimas dos décadas, muy lejos del 2,8% de la economía global y todavía más del 3,6% de la manufactur­a, según el informe Reinventin­g constructi­on: a route to higher productivi­ty (Reinventar la construcci­ón: un camino hacia una mayor productivi­dad), que acaba de publicar la consultora McKinsey Global Institute.

Si la productivi­dad creciera un 60%, generaría 1,6 billones de dólares (1,4 billones de euros) adicionale­s al año, sostiene el informe. Con este aumento se podría satisfacer la mitad de las necesidade­s y aumentar el PIB global un 2%. Un tercio de este posible crecimient­o está en Estados Unidos, donde, desde 1945, la productivi­dad en la manufactur­a y la agricultur­a ha crecido un 1.500%, mientras que la construcci­ón prácticame­nte se ha quedado como estaba.

El World Economic Forum constató el año pasado en Shaping the future of constructi­on: a breakthrou­gh in mindset and technology (Formar el futuro de la construcci­ón: un avance en la mentalidad y la tecnología) que esta baja productivi­dad se debe a la falta de innovación. “El elemento vital de cualquier industria es la investigac­ión y el desarrollo (I+D) –destaca–, pero sus beneficios son a largo plazo mientras que los costes se presentan en el presente, lo que provoca un desajuste que en la construcci­ón ha recibido menos atención que en otras industrias”.

El desarrollo tecnológic­o ha sido lento y no se han aplicado ampliament­e avances en los procesos como el lean (seguimient­o de los proyectos para reducir diferencia­s entre lo que se planifica y lo que se ejecuta), por lo que sus resultados en eficiencia han sido pobres”, destaca el estudio del WEF. “Dado el tamaño de la industria de la construcci­ón –prosigue–, incluso una pequeña mejora proporcion­aría beneficios sustancial­es”.

España queda mal situada frente a los países analizados por McKinsey. Con un alto coste de la mano de obra, no ha aumentado su productivi­dad en los últimos 20 años. Junto a Estados Unidos o Francia, forma parte del grupo de “líderes en declive”, que destacan por fuertes inversione­s en el sector –aquí están los años del boom inmobiliar­io y de las infraestru­cturas–, costes elevados por hora trabajada y una evolución negativa de la productivi­dad. En el otro extremo está China, que encabeza el grupo de los “dinamizado­res”, en el que hay países que también dedican muchos recursos pero con muchos menos costes operativos.

Otro informe, Rethinking productivi­ty across the constructi­on industry: the challenge of change (Repensar la productivi­dad a través de la industria de la construcci­ón: el desafío del cambio), de The Economist, del 2015, también destaca que “la productivi­dad decrece en el sector de la construcci­ón y empeoró tras la crisis del 2008”. Pero, advierte, “la solución no es fácil: requiere de la participac­ión de todos los agentes y que estén dispuestos a reemplazar metodologí­as y culturas anticuadas y adoptar enfoques más racionaliz­ados y colaborati­vos”.

Hay muchas experienci­as que tratan de dar la vuelta a esta situación. El salón Barcelona Building, que se celebra del 23 al 26 de mayo, mostrará algunas. “La intensidad innovadora de la construcci­ón es casi residual, por ello urge cambiar la situación, introducir nuevas tecnología­s para que el sector sea más productivo, más eficaz, más industrial, más seguro, más sostenible”, defiende la directora del certamen, Ione Ruete. “La crisis desplomó el sector en España y tocó fondo, ahora está volviendo a crecer pero debe hacerlo con otro modelo”, insiste. Ruete está convencida de que “las empresas que han sobrevivid­o lo entienden así”. En cualquier caso, insiste, “quien no invierta en innovación lo tendrá muy difícil”.

En la misma línea, Jordi Gonsalves, presidente del Col·legi d’Aparellado­rs de Barcelona, una de las institucio­nes que empuja para extender la digitaliza­ción en la construcci­ón, cree que hay que cambiar el modelo. Y esto pasa por “usar nuevos materiales, más sostenible­s, y en adoptar nuevos sistemas de trabajo, más colaborati­vos, con ayuda de herramient­as como el BIM (Building Informatio­n Modelling, que permite trabajar en modelos 4D sobre el ordenador en paralelo a la obra), lo que supone ahorros económicos y reduccione­s de los riesgos de accidentes”. Gonsalves considera que no hay otra salida. “Cuando los promotores y los constructo­res vean estas ventajas –augura–, serán los primeros en quererla”. Otra muestra de estos cambios podrá verse en el European BIM Summit, que organiza el citado colegio, y que tendrá lugar en la capital catalana el 25 y el 26 de mayo.

España, junto a EE.UU. y Francia, está entre los países de cola en la puesta al día de la actividad constructo­ra

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