La anfitriona Carmena.
El president proclama en Madrid el compromiso “inviolable” del Govern con la consulta
La alcaldesa de Madrid, que fue candidata por Podemos, recibió al president en las dependencias municipales. Pablo Iglesias y Xavier Domènech también acudieron a escuchar a Puigdemont.
Carles Puigdemont había planeado hace semanas lanzar desde Madrid una última oferta de pacto con el Gobierno de Mariano Rajoy para celebrar un referéndum en Catalunya y se aferraba al retorno de Josep Tarradellas del exilio como referente de gran operación de Estado ajena al corsé de la Constitución, pero la ofensiva del Ejecutivo central en las últimas horas ha hecho que la propuesta final se convierta en el inicio de una cuenta atrás hacia el choque institucional. Puigdemont esperará una respuesta de Rajoy “hasta el último minuto de la prórroga”, pero si no llega “el compromiso del Govern es inviolable. celebraremos el referéndum”.
La cita en el auditorio de la Caja de Música del Palacio de Cibeles alquilado al Ayuntamiento de Madrid dejó algo de sabor amargo al bloque independentista. El president, acompañado por Oriol Junqueras y Raül Romeva, subió al escenario para reivindicar el derecho a la autodeterminación de Catalunya y la voluntad de convocar un referéndum acordado con el Gobierno central con el enésimo no de Rajoy resonando desde la sede del PP y el anuncio de la Fiscalía de investigar un antiguo borrador de la ley de desconexión.
Pero ayer nadie habló de declaración unilateral de independencia. Se lanzó la “invitación a un acuerdo democrático”, tal como se titulaba la conferencia, ante representantes de una veintena de embajadas –Francia, Alemania, Italia, Israel, Bélgica, Noruega, Japón...–, de la sociedad civil madrileña, pero sin presencia gubernamental ni política ajena al independentismo más allá de Pablo Iglesias o el portavoz del PNV Aitor Esteban. La alcaldesa Manuela Carmena les había recibido antes de la conferencia.
La obsesión de Puigdemont es evitar el papel de intransigente en el conflicto entre la Generalitat y el Gobierno central, aunque en ERC ya había ayer quien señalaba como sobrero el paso por Madrid. Así que al president sólo le quedaba el buen tono, defender que el proceso soberanista no es “ningún desafío, ni un suflé, ni una enfermedad”, para, al final, poner el contador en marcha: “No será el último rechazo, pero no va a haber muchos más”, “el tiempo no nos sobra”.
La propuesta que lanzó Puigdemont parte del reconocimiento de Rajoy en su debate de investidura de que la cuestión catalana es “el reto más grave que tiene España” y lo enlazó con unas palabras de abril
El líder catalán esperará “hasta el último minuto”, pero habrá consulta La oferta es una nueva operación Tarradellas que encaje el referéndum en la ley
de 1990 en Girona del entonces príncipe Felipe: “La democracia expresa sus proyectos en las urnas”. Así, instó a Rajoy a sentarse a negociar “sin condiciones, amenazas ni subterfugios” en lugar de dejar la resolución del conflicto en los tribunales. También rechazó “maniobras” como la última oferta de debatir en el Congreso, que equiparó con el portazo al plan Ibarretxe. “No engañemos a nadie, ni hagamos perder el tiempo a nadie”. La única salida que ve factible Puigdemont es otra operación Tarradellas fruto de la “voluntad política”. Un acuerdo entre gobiernos, ratificado en los parlamentos respectivos y por la ciudadanía.
Y ahí reside el punto de partida de la propuesta. La “inviolabilidad” del compromiso del Govern con la convocatoria del referéndum de independencia. Puigdemont tendió la mano más allá del Gobierno de Rajoy y apeló a la sociedad civil española –en correspondencia al medio millón de firmas recogidas por el Pacte Nacional pel Referèndum– para que “haga suya la vía del acuerdo” que permita definir la pregunta de un referéndum, las condiciones para considerar válidos los resultados y el compromiso de su implementación.
En los planes de Puigdemont, puede no haber acuerdo, pero no puede no haber referéndum. “El Estado no dispone de poder para frenar tanta democracia”, avisó arrancando unos tímidos aplausos. También Junqueras había hecho suyo el compromiso con la consulta “más allá de condenas e inhabilitaciones”, incluso poniendo en valor que “muchos estamos en política sólo de paso”; y Romeva alertó de que “no hay un problema catalán, pero España se juega su democracia en Catalunya”.
Puigdemont prevé trasladar la propuesta formalmente al Gobierno de Rajoy antes de dar por agotado el tiempo del acuerdo en las próximas semanas. Será entonces el momento de citar a partidos defensores del referéndum y entidades soberanistas para definir la pregunta y la fecha de la consulta y conjugarla con la movilización ciudadana y la defensa de los cargos públicos en los tribunales.
Eso fue ayer. De vuelta a Barcelona, volvía a imponerse el quehacer diario. El Consell Executiu debe decidir hoy si varía su acusación en el juicio del Palau de la Música y añade a CDC, tal como le reclama el Parlament. ERC lo sigue teniendo claro, pero los equilibrios en el PDECat obligan al Govern a moverse en el terreno de la “convivencia cívica de la discrepancia”.
“El Estado no dispone de poder para frenar tanta democracia”, concluye Puigdemont El Govern apela a la sociedad civil española ante la demanda catalana