Peter Handke
ESCRITOR
Una de las grandes voces de la literatura internacional, el austriaco Peter Handke (74), presenta estos días en Madrid dos nuevos libros, uno que está centrado en su relación con España, y otro de artículos y discursos.
Al escritor austriaco Peter Handke, la supuesta pretensión de los actuales gobernantes catalanes de declarar la independencia unilateralmente si no pueden organizar un referéndum le provoca un temor irracional. “Venía leyendo El País y lo que he visto –dijo en alusión al borrador que difundió ayer ese diario– me da miedo”. ¿Por qué?, le interrogamos. “Buena pregunta, pero no tengo respuesta”, contestó.
Era la primera vez en 26 años que Handke daba una rueda de prensa ante periodistas españoles pese a ser un amante declarado del país y haber escrito sobre él más que ningún otro narrador en lengua alemana. Salvo contadas entrevistas de vez en cuando, el autor tampoco se prodiga con los medios en Francia, donde reside a las afueras de París, ni cuando sale de viaje. El autor enseguida dejó clara y de algún modo justificó esa aversión suya a los informadores. No es sólo por el disgusto que le dieron hace veinte años, cuando algunos se le echaron encima por un libro suyo sobre Serbia que interpretaron como un apoyo a Milosevich; el recelo de Handke se debería además a su consideración de que él no tiene por qué hablar de la actualidad, que es sobre lo que suele preguntarse en una de estas comparecencias. “No soy periodista”, enfatizó. Así que la respuesta sobre Catalunya fue la única sobre asuntos mundanos.
Algo más, sin excesos, se explayó el autor de El peso del mundo y de El miedo del portero al penalty al hablar de la literatura y los idiomas. Horas antes de que la Universidad de Alcalá de Henares lo nombre mañana doctor honoris causa por su ingente obra, Handke defendió la diversidad de lenguajes en literatura. Su premisa es que “cada lengua tiene una versión distinta de lo que es el ritmo del alma”.
A su entender, los autores no tienen como primer distintivo su nación de procedencia, sino la lengua en la que escriben. “El lenguaje de Cervantes tiene una marca distinta a la de Goethe”, señaló. Y añadió que, precisamente, “el peligro de la literatura es la internacionalización”, en el sentido de que “se tiende a escribir igual en Los Ángeles que en Nueva Zelanda u Oslo”. Por eso él no aspira a ser internacional, es decir aceptado en varias naciones, sino “un autor universal con mi versión o marca, que es el alemán”.
Para este novelista maldito, del que acaban de publicarse en castellano los libros recopilatorios Handke y España (Alianza Editorial) y Contra el sueño profundo (Nórdica libros), la Torre de Babel con su confusión de las lenguas, y por supuesto la existencia hoy de “mil y un idiomas” , “no es una catástrofe sino uno de los grandes tesoros de la humanidad”.
A una pregunta sobre la búsqueda de emociones que sus narraciones traslucen, a menudo a través de personajes caminantes, Handke explicó su particular punto de vista sobre la alegría. “Me parece sospechosa”, aseguró. “Si uno aspira a la alegría, es mejor que se vaya comprando unas zapatillas Adidas y salga a correr”, agregó de modo un tanto críptico. Para luego aclarar (en parte): “La gente alegre de entrada me mata los nervios”, aunque si lo que es alegre es un final, matizó, puede constituir “un acto de gracia”
El escritor definió el arte como “un equilibrio musical trágico”: algo que dijo apreciar especialmente en El Quijote y en “muchos poemas de Antonio Machado”. El dramatismo del arte –afirmó también– busca la luz, pero eso no significa que haya que darle una connotación de esperanza. “No soy optimista ni pesimista. Eso no tiene sentido en la literatura”.
“La alegría me parece sospechosa. No soy optimista ni pesimista, eso no es literatura”, dice el autor austriaco