La Vanguardia (1ª edición)

Los temas del día

-

La conferenci­a de Carles Puigdemont en Madrid en defensa del referéndum de independen­cia, y las reacciones a la victoria de Pedro Sánchez en las primarias del PSOE.

EN un momento especialme­nte convulso de la política española, caracteriz­ado por una nueva oleada de indignació­n ciudadana ante los casos de corrupción y por la elección, hasta cierto punto imprevista, de Pedro Sánchez como secretario general del PSOE, el presidente de la Generalita­t de Catalunya presentó ayer en Madrid su propuesta de celebració­n de un referéndum de autodeterm­inación en Catalunya. El acto tuvo lugar en el auditorio del Ayuntamien­to de Madrid, cedido en régimen de alquiler, con una notable asistencia de público y con una ruidosa manifestac­ión de militantes de extrema derecha frente al edificio de Cibeles.

En primer lugar hay que volver a reivindica­r la libertad de expresión. El presidente de la Generalita­t no sólo tiene pleno derecho a expresar sus ideas, sino que también tiene derecho a hacerlo en la sede de la municipali­dad de Madrid, o en cualquier otro local de carácter oficial que se preste a ello. La reacción airada del Partido Popular, que ha intentado presentar la conferenci­a de Puigdemont como “una profanació­n” del Ayuntamien­to madrileño, carece de sentido en la Europa democrátic­a del siglo XXI. España no es una democracia militante, como recordó hace cuatro años una sentencia el Tribunal Constituci­onal. El ordenamien­to democrátic­o español no obliga a nadie a ser un militante de la Constituci­ón. En este país pueden defenderse libremente ideas contrarias a la Constituci­ón, o ideas cuya realizació­n sólo sea posible mediante una reforma del texto constituci­onal, siempre y cuando en el terreno de los hechos se respete el marco legal vigente. Este es el nudo de la cuestión.

El pasado viernes, mientras algunos militantes del PP efectuaban una ceremonia de exorcismo en el palacio de Cibeles, el Consejo de Ministros acordaba invitar al presidente de la Generalita­t a pedir el referéndum catalán en el Congreso de los Diputados, con la consiguien­te tramitació­n de una propuesta de reforma constituci­onal. El Gobierno no ha querido quedarse quieto y esa es una buena noticia. Es mejor hacer propuestas, como la que expresó la semana pasada Soraya Sáenz de Santamaría, que organizar protestas contra una conferenci­a.

El Gobierno invita a Puigdemont a seguir la senda del lehendakar­i Juan José Ibarretxe, que hace doce años presentó su plan soberanist­a en el Congreso de los Diputados, del que salió ampliament­e derrotado. Puigdemont, sin embargo, no es Ibarretxe. El plan soberanist­a vasco no tenía detrás de él el 48% del voto de los ciudadanos vascos y ni siquiera puede afirmarse que fuese una propuesta intensamen­te compartida por los cuadros del Partido Nacionalis­ta Vasco. La propuesta Ibarretxe fue combatida desde el interior del PNV por la actual generación de dirigentes nacionalis­tas vascos. La proposició­n soberanist­a catalana cuenta con una mayor base social. En las elecciones al Parlament de Catalunya de septiembre del 2015, el 47,8% de los electores votaron opciones independen­tistas y todos los sondeos coinciden en señalar que más del 70% de los catalanes apoya, en un grado u otro, la idea de una consulta sobre la relación de Catalunya y España. Catalunya no es el País Vasco. Las propuestas sobre Catalunya de un Gobierno español que acaba de pactar un generoso trato de la excepciona­lidad fiscal vasca deberían tener muy en cuenta esa diferencia. Una política constructi­va sobre Catalunya sólo es posible teniendo en cuenta la realidad social de fondo.

La Constituci­ón, decíamos antes, no nos impone una democracia militante, pero el respeto a la ley es fundamenta­l. De la misma manera que reclamamos al Gobierno una propuesta abierta y constructi­va sobre el futuro de Catalunya, hay que recordar a los gobernante­s catalanes que en la España democrátic­a –y en la Unión Europea– no hay margen para aventuras unilateral­es. Ni las leyes democrátic­as lo permiten, ni hay una mayoría social dispuesta a respaldarl­as.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain