En modo música
El Gobierno de Mariano Rajoy no ha entendido el principio que en su libro Sin palabras enuncia Mark Thompson, presidente y consejero delegado de The New York Times, y según el cual “el poder emana del dominio del lenguaje político”. Carles Puigdemont, Oriol Junqueras y Raül Romeva demostraron que ese enunciado encierra una gran verdad porque, sin añadir en rigor nada nuevo a lo que han venido diciendo sobre el referéndum y la autodeterminación de Catalunya, dispusieron su tono y sus palabras en modo música. Y lo hicieron, precisamente, en el auditorio Caja de Música del Ayuntamiento de Madrid, en la plaza de Cibeles.
Bien coordinados los tres, emplearon un tono amable, exento de aristas o brusquedades, manejaron una actitud amistosa volcada a la audiencia –pocos madrileños, muchos catalanes y decenas de periodistas para un aforo de 262 asientos– y utilizaron palabras mullidas (“fraternidad”, “amistad”, “apertura”, “libertades compartidas”) volviendo a demostrar que una de las fortalezas del proceso soberanista consiste en articular con la semántica adecuada un relato persuasivo del que se carece en Madrid.
Se agradece que los tres intervinientes se condujesen así y activasen su discurso en modo música.
En otras crónicas se describirán sus palabras, propuestas y advertencias. En ésta trato sólo de reiterar que el gran éxito del proceso creo que nunca ha estado en el fondo de la cuestión –la independencia de Catalunya como solución a todos sus males– sino en el cromatismo de sus expresiones populares y en la sublimación de su lenguaje, a caballo entre lo romántico (¿populista?) y lo épico.
La cuestión es que detrás de las palabras –muy poderosas, muy sugestivas– no hay un arquitectura política, económica y, sobre todo jurídica, que permita entrar a debatir fuera del contexto de una reforma constitucional, la posibilidad de celebrar la consulta de “autodeterminación” (sic). Ninguno de los oradores se refirió en momento alguno al amparo de la ley –en este caso, de la Constitución española– sino a su aplicación alternativa porque se apeló a la voluntad política de las instituciones desconociendo que ésta se construye con elementos normativos.
Probablemente, lo que se pretendía con esta conferencia era celebrarla en donde se celebró –en Cibeles–, desmentir con amabilidad el carácter abrupto del proceso y describir una Catalunya paradisíaca. O sea, se trató de un alegato secesionista con música lírica y tres tenores que estuvieron en su papel de independentistas cívicos. No les fue mal.
Alegato secesionista con música lírica y tres tenores que estuvieron en su papel de independentistas cívicos