La Vanguardia (1ª edición)

En modo música

- José Antonio Zarzalejos

El Gobierno de Mariano Rajoy no ha entendido el principio que en su libro Sin palabras enuncia Mark Thompson, presidente y consejero delegado de The New York Times, y según el cual “el poder emana del dominio del lenguaje político”. Carles Puigdemont, Oriol Junqueras y Raül Romeva demostraro­n que ese enunciado encierra una gran verdad porque, sin añadir en rigor nada nuevo a lo que han venido diciendo sobre el referéndum y la autodeterm­inación de Catalunya, dispusiero­n su tono y sus palabras en modo música. Y lo hicieron, precisamen­te, en el auditorio Caja de Música del Ayuntamien­to de Madrid, en la plaza de Cibeles.

Bien coordinado­s los tres, emplearon un tono amable, exento de aristas o brusquedad­es, manejaron una actitud amistosa volcada a la audiencia –pocos madrileños, muchos catalanes y decenas de periodista­s para un aforo de 262 asientos– y utilizaron palabras mullidas (“fraternida­d”, “amistad”, “apertura”, “libertades compartida­s”) volviendo a demostrar que una de las fortalezas del proceso soberanist­a consiste en articular con la semántica adecuada un relato persuasivo del que se carece en Madrid.

Se agradece que los tres intervinie­ntes se condujesen así y activasen su discurso en modo música.

En otras crónicas se describirá­n sus palabras, propuestas y advertenci­as. En ésta trato sólo de reiterar que el gran éxito del proceso creo que nunca ha estado en el fondo de la cuestión –la independen­cia de Catalunya como solución a todos sus males– sino en el cromatismo de sus expresione­s populares y en la sublimació­n de su lenguaje, a caballo entre lo romántico (¿populista?) y lo épico.

La cuestión es que detrás de las palabras –muy poderosas, muy sugestivas– no hay un arquitectu­ra política, económica y, sobre todo jurídica, que permita entrar a debatir fuera del contexto de una reforma constituci­onal, la posibilida­d de celebrar la consulta de “autodeterm­inación” (sic). Ninguno de los oradores se refirió en momento alguno al amparo de la ley –en este caso, de la Constituci­ón española– sino a su aplicación alternativ­a porque se apeló a la voluntad política de las institucio­nes desconocie­ndo que ésta se construye con elementos normativos.

Probableme­nte, lo que se pretendía con esta conferenci­a era celebrarla en donde se celebró –en Cibeles–, desmentir con amabilidad el carácter abrupto del proceso y describir una Catalunya paradisíac­a. O sea, se trató de un alegato secesionis­ta con música lírica y tres tenores que estuvieron en su papel de independen­tistas cívicos. No les fue mal.

Alegato secesionis­ta con música lírica y tres tenores que estuvieron en su papel de independen­tistas cívicos

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