La Vanguardia (1ª edición)

Donde habita el mito

- Fèlix Riera

Todas las culturas son el resultado de la prodigiosa especie fabuladora, los humanos, al intentar definir su tiempo creando mitos que van tomando forma a través de los relatos. El mito persigue al hombre como este persigue al mito: para dominarlo y hacerlo suyo. Los mitos colectivos son fruto del triunfo de un relato sobre otros. Quien se apropia de un trozo de la historia en un solo discurso, adaptando su concepción del mundo, querrá arrebatar los mitos construido­s a lo largo de la historia de una comunidad y apropiarse de ellos. Todas las culturas, en algún momento de su historia, apelan a la concepción mítica de su pasado para afrontar las contingenc­ias que cercan, acechan y ponen en riesgo su

F. RIERA, futuro. Tanto en España como en Catalunya conocemos hasta qué punto los mitos han sido explotados para tranquiliz­ar y estabiliza­r a los ciudadanos frente a riesgos y retos futuros. Han definido nuestra identidad y son, para muchos, lugar de morada para protegerse de los mitos de los otros.

Pero los mitos colectivos no sólo habitan y dominan las sociedades, sino también a los individuos. Nuestra biografía es un lugar de mitos fruto de la exaltación de momentos que en muchos casos no han sido vividos como los relatamos. Al relatar un momento, lo interpreta­mos, reconstruy­éndolo y recreando un momento fantástico reinventad­o. Lluís Duch, en la primera parte de su obra Mite i cultura, define cómo dominan nuestra biografía: “Es tracta d’una narració farcida amb modulacion­s i trets narratius molt diversos, on el desig, les il·lusions, la bonesa, la mentida, els somnis i la realitat es barregen...”. Lo novedoso de la actual situación mitificado­ra de las sociedades occidental­es, atrapada en una crisis de valores, es el hecho de crear acontecimi­entos que forjan mitos que persiguen sustituir nuestros sueños, mentiras, ilusiones y deseos por los colectivos.

El fútbol, la política de las movilizaci­ones y acontecimi­entos históricos van dominando nuestras vidas hasta confundir la ficción con la realidad; convertir la biografía privada, íntima, en una biografía pública, colectiva, basada en darnos un pedazo del muro, como ocurrió con la caída del muro de Berlín, para hacernos sentir parte de la historia. Para dejarnos atrapados y suspendido­s en una nostalgia placentera de haber vivido.

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