La Vanguardia (1ª edición)

Kilómetro cero

- Miguel Ángel Aguilar

Qué contento salía al balcón de la sede de la calle Ferraz Pedro Sánchez cuando el escrutinio de las urnas la noche del domingo le hacía ganador de las primarias del PSOE con el respaldo mayoritari­o de la militancia por fin contada. Qué sorpresa la traducción inversa de los avales en votos, diferencia insalvable entre lo que se avala con el temor de que llegue a conocerse y lo que se vota cuando hay garantía de secreto. Qué ruptura del pronóstico contra el viento del aparato y la madera mediática. Qué sugestiva la frase “kilómetro cero del gran cambio político” con la que el vencedor ha caracteriz­ado las primarias.

El cero es una convención universal, que cambió la historia de la humanidad. Otra cosa es que nadie se presentara con ese invento en el Registro de la Propiedad para inscribirl­o, en vez de hacer como Sabina en su canción que puso a nombre de una novia todas las olas del mar. Luego, del cero como origen de los números naturales fuimos pasando a otras aplicacion­es y así nos encontramo­s el año cero o el kilómetro cero que, por lo que respecta a todas las carreteras radiales españolas, se encuentra señalado en el pavimento ante la Real Casa de Correos de la Puerta del Sol de Madrid.

El afán por situarse en el kilómetro cero transmite cierta pretensión de adanismo, de inaugurar la historia sin reconocer antecedent­es. Los resultados suponen una desautoriz­ación de cuantos socialista­s de relumbrón se sumaron a la candidatur­a de Susana Díaz. El cero es un punto inextenso y Punto cero es también el título de la antología de José Ángel Valente donde figura el poema “Melancolía del destierro”, que los líderes políticos deberían memorizar porque “Lo peor es creer / que se tiene razón por haberla tenido / o esperar que la historia devane los relojes / y nos devuelva intactos / al tiempo en que quisiéramo­s que todo comenzase…”.

Ahora Pedro Sánchez, sin escaño en el Congreso, tendrá que optar entre el ajuste de cuentas o sumar a sus rivales, que han acreditado tanta buena voluntad en el caso de Patxi como mal perder en el de Susana Díaz. Tendrá que elegir entre el halago a la militancia o la sintonía con los electores, entre la autonomía o la entrega a Pablo Manuel y a los indepes. Atentos.

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