Barcelona denuncia la feminización de la pobreza
Pocas veces una medida de gobierno municipal permite radiografiar tan bien las desigualdades que perviven entre hombres y mujeres. La alcaldía ha anunciado 59 millones de euros adicionales a los 163 que se destinarán de aquí al 2020 para “democratizar” los cuidados a las personas. La cantidad global que Barcelona invertirá en este concepto será de 222 millones, que se emplearán en la rehabilitación de hogares con personas discapacitadas e incentivos y subvenciones para la contratación de cuidadores profesionales, entre otras medidas.
Un informe del comisionado de Economía Social y Solidaria recalca que la familia es la principal encargada (casi en el 90% de los casos) de asumir el cuidado de personas enfermas o dependientes. Donde dice la familia podría decir tranquilamente las mujeres, afirma el documento. Son ellas las que asumen mayoritariamente estas tareas, lo que repercute negativamente no sólo en su salud, sino también en su entrada y permanencia en el mercado laboral. Las mujeres que desempeñan estos cuidados sufren tendinitis, hernias, dolores crónicos de espalda y disponen de menos tiempo libre para su ocio, su formación y sus propias necesidades de salud. La consecuencia son también problemas emocionales, como estrés, ansiedad, depresión... Y laborales: el tanto por ciento de mujeres contratadas a jornada parcial es de más del 25% (el 8% en el caso de los hombres). El sistema económico capitalista, sostiene la medida de gobierno anunciada ayer, “necesita la división sexual del trabajo y el trabajo no remunerado de los cuidados familiares para subsistir”. Se trata en realidad de una vieja máxima feminista, que ahora hace suya la ciudad para tratar de sacar a este sector de la “reclusión e invisibilidad histórica” y romper la “idea de que esto es algo propio y exclusivo de las mujeres”. Mientras esta realidad siga siendo así, las mujeres deberán continuar afrontando múltiples limitaciones con respecto a su capacidad para salir de la pobreza, en especial por la “responsabilidad desproporcionada” que tienen en la provisión de cuidados y en la realización de trabajos domésticos no remunerados. Sólo un dato resume parte del problema: el porcentaje de mujeres que destinan más de 40 horas semanales al hogar es del 22%; en el caso de los hombres no llega ni al 9%.