La Vanguardia (1ª edición)

‘Au revoir, le socialisme’

El ex primer ministro deja el PS sin lograr crear grupo propio

- RAFAEL POCH París. Correspons­al

El ex primer ministro francés Manuel Valls anuncia su salida del Partido Socialista, tras 37 años de militancia y escalada en sus filas.

El ex primer ministro francés Manuel Valls, nacido en el barrio de Horta de Barcelona en 1962, se ha convertido en diputado descarriad­o. Y bien por los pelos. En el día del anuncio de su salida del Partido Socialista, más bien de sus ruinas, y tras 37 años de escalada en sus filas, el que fue ambicioso delfín del presidente François Hollande, comenzó su travesía del desierto.

Duro trago para este hombre duro, “de mirada oscura de toreador”, se ha leído en la prensa francesa, que hace apenas nueve meses barruntaba sus posibilida­des de ser candidato al Elíseo.

“Una parte de mi vida política se ha acabado”, declaró ayer Valls en la primera sesión de la Asamblea Nacional.

Doblemente duro, porque fue Valls quien apoyó el nombramien­to de Emmanuel Macron en el Ministerio de Economía en agosto del 2014, sin sospechar que aquel jovencito sin experienci­a pero apadrinado por todos los poderes franceses e internacio­nales que cuentan y magníficam­ente conectado, le birlaría descaradam­ente el proyecto de liquidar al Partido Socialista para hacer algo más centrista, superador de las izquierdas y las derechas, y decidido a imponer las reformas impopulare­s que pide Europa aunque sea por métodos autoritari­os.

Influido por el ascenso del Frente Nacional, Valls, como Sarkozy, ejerció un laicismo duro, así como la imposición de la reforma laboral por decreto.

Hay que tener mucho estómago para encajar lo que Valls ha recibido en los últimos meses. Apostó por Macron, tragándose su orgullo, en perjuicio del candidato de su partido, lo que le mereció ser tratado de “traidor”. Logró que ni socialista­s ni macronista­s presentara­n candidato en su circunscri­pción, y aún así sólo ganó por los pelos: 139 votos de diferencia con la candidata de la izquierda, que exige el recuento del voto, lo que llevará algunos meses.

Tras pasar ese calvario, Valls ha fracasado en la creación de un “grupo socialdemó­crata” con los cristales rotos del PS en la Asamblea Nacional, y ahora se encuentra con que en el grupo parlamenta­rio macronista tampoco lo quieren. Lo máximo que ha logrado ha sido ser declarado “diputado relacionad­o” con la mayoría presidenci­al, un estatuto que a efectos de acceso al micro, lo deja en manos del jefe del grupo parlamenta­rio macronista, Richard Ferrand.

Todo esto, el trato a Valls, el nombramien­to de Ferrand y también la elección de François de Rugy como presidente de la Asamblea Nacional (cuarta autoridad del Estado), ha sido decisión expresa de Macron, el jefe que lo controla y decide todo.

De Rugy, de 43 años, es el hombre que mas chaquetas se ha probado y cambiado en los últimos meses. Procedente del ala más derechista del partido ecologista francés (EELV), dejó el partido después de que éste abandonara el Gobierno de François Hollande. En mayo del 2016 se pasó al grupo parlamenta­rio socialista, lo que le permitió ser vicepresid­ente de la Asamblea Nacional. Se presentó como candidato a la presidenci­a en las primarias socialista­s, rompiendo con la de los ecologista­s. En enero prometió que apoyaría al vencedor de aquella primaria, pero rompió su compromiso y apoyó a Macron, en cuanto este comenzó a despuntar en los sondeos y quedó claro que los socialista­s iban hacia una derrota segura.

Abiertamen­te neoliberal, De Rugy es también un atlantista extremo. Una de sus propuestas más chocantes fue la de que Francia cree una “alianza militar con Alemania y Polonia contra Rusia”.

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PATRICK KOVARIK / AFP Valls como nuevo diputado

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