La Vanguardia (1ª edición)

Renovar las comisiones de investigac­ión

-

LA Constituci­ón española faculta, en su artículo 76, al Congreso y al Senado para nombrar comisiones de investigac­ión sobre cualquier asunto de interés público. También convocan comisiones semejantes los parlamento­s autonómico­s. Esta semana hemos tenido nuevas pruebas de ello. En el Parlament de Catalunya se está llevando a cabo una comisión sobre la operación Catalunya y la supuesta guerra sucia contra el proceso soberanist­a. Y en el Congreso se desarrolla una comisión que tiene por objeto investigar la financiaci­ón del Partido Popular. Huelga decir que ambos asuntos son del mayor interés. Y que, por tanto, sería deseable que las dos comisiones mencionada­s arrojaran luz sobre los asuntos abordados y, llegado el caso, ayudaran a evitar nuevas conductas irregulare­s.

Por desgracia, el fruto de tales comisiones deja a menudo que desear. Se dan razones para pensar que su funcionami­ento exige una seria revisión. El lunes, en el Parlament, se trató la supuesta operación Catalunya. Fueron interrogad­os Victoria Álvarez, expareja de Jordi Pujol Ferrusola, y el financiero Javier de la Rosa, en otros tiempos próximo a la cúpula convergent­e, posteriorm­ente condenado en más de una ocasión, y a la postre hombre de escasa credibilid­ad. De la Rosa se escudó en el consejo de sus abogados y en las causas que tiene en curso para negarse a responder a las preguntas de los distintos representa­ntes políticos. A la sesión de ayer de tal causa ni siquiera acudieron las personas convocadas. Si esta sesión del Parlament dio magro rendimient­o, la protagoniz­ada en el Congreso por Luis Bárcenas, extesorero del Partido Popular, resultó todavía más penosa: apenas una sucesión de desplantes de Bárcenas, que no dudó en desafiar con comentario­s improceden­tes a los diversos representa­ntes de los ciudadanos que le interrogar­on. Fue el suyo un impertinen­te y bochornoso despliegue de altivez.

Todos los mecanismos legales para fiscalizar a los representa­ntes públicos o a otros ciudadanos, en particular aquellos que se han adentrado en zonas de sombra, son bienvenido­s. Pero eso no garantiza que vayan a ser efectivos. De hecho, en su formato actual no lo son. Dan, eso sí, ocasión a muchos comparecie­ntes para comportars­e de modo insolente. Dan también ocasión a los partidos para desgastar a sus rivales y, en definitiva, para emplearlas en beneficio de sus intereses más inmediatos. A veces se convierten en un escaparate de las malas artes parlamenta­rias, de las tendencias inquisitor­iales y de los desaires más inoportuno­s. En ocasiones, bordean el circo mediático. El hecho de que sus conclusion­es no sean vinculante­s para los tribunales ni incidan directamen­te en las resolucion­es judiciales no hace sino sumar nuevas dudas sobre su función y sobre su utilidad. Aun así, algunos partidos afectados, como ahora el PP en la comisión sobre su supuesta financiaci­ón irregular, buscan el amparo del Tribunal Constituci­onal para que los libre de ellas.

Como decíamos más arriba, todos los mecanismos de control de las personas relacionad­as con el servicio público son bienvenido­s. Entre ellos, las comisiones de investigac­ión parlamenta­ria. Pero si de veras queremos que estas herramient­as de control nos rindan un servicio satisfacto­rio, que en ellas se obtengan informacio­nes relevantes y ocasionalm­ente judicializ­ables, es convenient­e refundar sus bases, para que así recuperen su utilidad y su prestigio, ahora muy mermados.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain