La Vanguardia (1ª edición)

Brillante creador

- ALAIN SENDERENS (1939-2017) Gran chef, pionero en las armonías de vino y comida ÓSCAR CABALLERO

Sila nouvelle cuisine francesa tuvo por autores intelectua­les a los cocineros Michel Guérard y Jean y Pierre Troisgros, con un colega, Paul Bocuse, para ponerle marketing al oficio, la segunda oleada, casi inmediata, fue encabezada por Alain Senderens. El más brillante de los chefs de París, buen escritor además, falleció la noche del lunes a los 77 años.

Como se formó en Lourdes, Senderens podría haber dicho con total autoridad que el vino era su sangre. (Y su mala sangre: su inversión en un viñedo de Cahors fue catastrófi­ca para su economía.) Fue el primer chef que acordó al vino, a todos los vinos –era un enamorado de los de Jerez– un respeto singular. Hasta el punto de afirmar que “hacer un vino requiere años de trabajo; un plato lleva como máximo un par de horas”.

Aprendiz de salsero en el emblemátic­o restaurant­e Lucas Carton, al que años después volvería como chef patrón, fue chef rôtisseur en La Tour d’Argent, responsabl­e del famoso pato numerado. Antes, en una brasserie de la avenida Matignon, el legendario Berkeley, competía con dos colegas que luego harían carrera, Joël Robuchon y Henri Faugeron.

Robuchon, con sus 30 estrellas el cocinero más distinguid­o en el mundo por Michelin, recordó ayer sobre Senderens: “Era el más creativo de todos nosotros”.

Pero su carrera de chef patrón empezó mal: abrió el 2 de abril de 1968, cuando Francia no salía de la estupefacc­ión de Mayo y nadie se atrevía a proponer un nuevo restaurant­e. Ni a visitarlo. Tres meses después de la inauguraci­ón, Senderens cocinaba para tres o cuatro mesas. Una noche para una sola. El cliente, deslumbrad­o, pidió hablar con él y se deshizo en elogios. El chef le dio las gracias pero le dijo que abandonaba.

“No cierre todavía, deme una semana”. Era Jean Ferniot, importante periodista político y gastrónomo, cuya columna en el semanario L’Express era seguida como una guía. Los elogios de Ferniot llenaron el restaurant­e. Luego llegó la primera estrella y sobre todo, Senderens, integrado con su mujer, Eventhia, en el grupo de la nueva cocina, participó en viajes gastronómi­cos a China y a Japón que modificarí­an la cocina francesa (y la del mundo). Lector de Apicio y de otros cocinólogo­s antiguos, Senderens bautizó Archestrat­e su restaurant­e. Y el pato Apicio fue, en 1981, uno de sus primeros platos bandera.

Tenía las codiciadas tres estrellas Michelin cuando con el apoyo económico de una casa de coñac se instaló en Lucas Carton. Allí revolucion­ó los acuerdos de platos y vinos, un tema en el que fue pionero. También fue de los primeros en comprender la dimensión gastronómi­ca del bacalao consumido en España y durante años, el género lo recibía de Barcelona gracias a su cofrade en la Academia internacio­nal del vino, el abogado Joan Josep Abó. Y, “para que más gente coma mejor”, colaboró en 1999 con Carrefour.

Inteligent­e asimismo para comprender que el mundo cambiaba, a sus 65 años renunció a las tres estrellas para transforma­r Lucas Carton, rebautizad­o Senderens, en “brasserie contemporá­nea”. Michelin le concedió un par de estrellas, pero la salud declinaba y tuvo que dejar el oficio.

Senderens fue sobre todo un formador que alentaba a sus cocineros a crear. Con éxito. Alain Passard, que instaló su hoy célebre Arpège donde estuviera el Archestrat­e; Dominique Le Stanc, de La Merenda de Niza; Bertrand Guénéron, que en su Bascou parisiense sirve la mejor liebre royale de la capital; Patrick Jeffroy, en Bretaña, o Christophe Hache, chef del emblemátic­o Crillon parisino, que reabre transforma­do el 5 de julio, son algunos de sus brillantes discípulos.

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MEHDI FEDOUACH / AFP

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