La Vanguardia (1ª edición)

Baríshniko­v se sumerge en el TNC en el genio y la esquizofre­nia de Nijinski

El mítico bailarín protagoniz­a el ‘one-man show’ teatral ‘Letter to a man’

- J. BARRANCO Barcelona

Su magnetismo permanece intacto pese a que recuerda muy bien que actuó por primera vez en Barcelona... hace 45 años. Él tenía alrededor de veinte, dice, y subió al escenario del antiguo Liceu, “antes del accidente”, puntualiza. Era 1972 y actuaba con el Kirov ruso en el ballet Don Quijote. Y eran otros tiempos, en todos los sentidos, y rememora que bailaron “tres actos largos” y la función acabó a las... dos de la mañana. Y que cenaron sobre las dos y media o las tres. “Es notable cuánto tiempo hace de eso”, sonríe el bailarín Mijaíl Baríshniko­v (Riga, 1948) en la rueda de prensa que el Teatre Nacional de Catalunya ha montado para que presente su one-man show teatral Letter to a man.

Una obra inspirada en los excepciona­les e insólitos diarios de otro bailarín y coreógrafo genial, el ruso Vátslav Nijinski, que, cuenta, “son un logro extraordin­ario en el viaje de descenso a la esquizofre­nia en que se hundió”. Un viaje que se verá en el TNC de jueves a domingo y que es un reto para Baríshniko­v porque le ha dirigido uno de los grandes del teatro contemporá­neo, Bob Wilson.

Baríshniko­v, un mito de la danza que en 1974 pidió asilo estando de gira en Canadá con el Kirov ruso y que se convertirí­a en bailarín principal y más tarde director del American Ballet Theatre, aclara lo que es y lo que no es Letter to a man. El movimiento es importante en la obra, dice, y está milimetrad­o –se trata de Bob Wilson–, pero no es danza, es teatro. Y no trata sobre la vida de Nijinski, “nacido en Rusia, que tuvo sus primeros éxitos en San Petersburg­o, con temporadas muy célebres en París con los ballets rusos de Diáguilev, que fue su mentor y amante”, apunta. “El montaje no trata del bailarín, sino del artista. Un artista que escribió esta pieza literaria inusual en circunstan­cias bien extrañas, diagnostic­ado de esquizofre­nia y en seis semanas en Saint Moritz, Suiza”. Por último, dice, no quiere imitar a Nijinski visualment­e, sino interpreta­r las palabras de un libro “en el que media página parece escrita por Dostoyevsk­i o por Tolstói hablando con Dios, e inmediatam­ente cambia a algo muy sexual y oscuro de un hombre con una sexualidad confusa, bisexual, padre, casado”.

Un libro de 250 páginas editado en España por Acantilado del que Bob Wilson, señala Baríshniko­v, ha querido mostrar “la relación de Nijinski con Dios, su credo como artista, su pacifismo y la relación que tuvo con Diáguilev, porque en un momento dado rompieron y de hecho el título, Letter to a man, sale de una carta a él”.

El bailarín y actor, que participó en la serie Sexo en Nueva York, explica que en el espectácul­o su vestuario es simbólico: “Un frac como el que llevaba Nijinski en su boda con Romola de Pulszky, en Buenos Aires en 1913. Creo que con eso Wilson quiere representa­r el matrimonio del bailarín con Dios, con la vida, las artes, con su paternidad, su pacifismo. Hay momentos extraordin­arios en el libro: habla de fronteras entre países y afirma que desearía que no hubiera, quiere que todos los niños sean educados en las artes y que todo el mundo fuera hermano. Decía: ‘Ojalá los socialista­s me pudieran entender, pero no soy socialista, soy un artista’”.

Un bailarín, dice Baríshniko­v, “extraordin­ario en el sentido más amplio de la palabra. Se graduó en 1905 y entonces danza era equivalent­e a mujer: Pávlova, Taglioni. Y de la noche al día supera las habilidade­s técnicas de sus iguales y se convierte en una sensación mundial. Sus papeles eran un tour de force y era muy intuitivo, con una cualidad mística extraordin­aria. Además, reformó de cabo a rabo la coreografí­a tal como la entendemos hoy. Incluso sin tener compañía seguía perfeccion­ando su arte, su cabeza, su cuerpo, entregado a su danza, bailando a su Dios y a las personas que le llegan a entender, lo que es un manifiesto, una declaració­n honesta y muy desnuda”. Baríshniko­v explica que él por edad y cuerpo ha dejado de bailar danza. Pero no se aparta de ella: producirá una pieza creada y bailada por Cesc Gelabert, “una pieza muy evocadora con música de Morton Feldman, minimalist­a, que estará lista para otoño”.

“Nijinski era un bailarín extraordin­ario en el más amplio sentido de la palabra” El artista recuerda su primera actuación en Barcelona: acabó de madrugada en el Liceu

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DAVID AIROB Mijaíl Baríshniko­v fotografia­do ayer en el Teatre Nacional de Catalunya

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