La Vanguardia (1ª edición)

Dominique de Gasquet

ESCRITORA

- JOSEP PLAYÀ MASET Barcelona

Dominique de Gasquet, docente y escritora, publica junto con Paquita Llorens –que fue esposa de Arturo Caminada, chofer de Dalí–, el libro Gala et Dalí. De l’autre côté du miroir, que mañana se presenta en Cadaqués.

Dominique de Gasquet tenía 23 años y había ido a pasar unos días de vacaciones a Cadaqués cuando decidió presentars­e en casa de los Dalí. Era el 7 de junio de 1979. Le gustaba disfrazars­e y aquel día llevaba unos pantalones cortos plateados y una boa de plumas negras al cuello. Llamó a la puerta en Portlligat y cuando le pidieron que se identifica­ra, contestó: “Madame Paradoja, vidente extralúcid­a”. Con esta presentaci­ón y su aspecto de arcángel caído del cielo, Dalí le franqueó la entrada. Pero antes de permitirle el acceso a las dependenci­as donde reunía a los invitados, le preguntó: –¿Usted es virgen? Dudó unos instantes y respondió con una evasiva: –En cierta manera. Así empezó la relación entre esta mujer francesa, que ha sido docente, cooperante y escritora, y el mundo de Dalí. Y este es también el inicio del libro Gala et Dalí. De l’autre côté du miroir, que acaba de publicar la editorial francesa Robert Laffont y que mañana por la tarde se presenta en el Casino l’Amistat de Cadaqués. El libro lo firma también Paquita Llorens Vergés, que trabajó como cocinera en la Torre Galatea de Figueres en los últimos cinco años de vida de Dalí y fue la esposa de Arturo Caminada, que trabajó con los Dalí durante cuarenta años como jardinero, camarero, chófer y hombre de confianza. Es la primera vez que Paquita Llorens rompe su silencio, pero los pequeños detalles y anécdotas cotidianas revelados indican que se ha guardado los grandes secretos que encierran las paredes de Portlligat (este sábado la Fundación Gala-Salvador Dalí presenta también en Cadaqués, en el teatro Art i Joia, el preestreno del documental La vida secreta de Portlligat. La casa de Salvador Dalí, dirigido por David Pujol).

Aquel verano de 1979 fue realmente el último en que Dalí, de 75 años, y Gala, de 85, aún disfrutaro­n de buena salud y pudieron compartirl­o con sus amistades. Paquita le ha explicado durante varios meses a Dominique cuál era el contexto. Dalí durante aquellos últimos años pasaba mucho tiempo con Amanda Lear, cantante transexual y amiga de grandes músicos como David Bowie, mientras que Gala buscaba la compañía de jóvenes como Jeff Fenholt, protagonis­ta de la ópera rock Jesus Christ Superstar.

Dominique recuerda que aquel día se cruzó en Portlligat con dos personajes que no conocía de nada: uno era precisamen­te Amanda Lear y el otro Carlos Lozano, “un pintor colombiano de aspecto andrógino”, dos habituales de la corte daliniana (los dos han escrito también libros sobre Dalí, con detalles muy concretos sobre orgías y fiestas en aquella casa). Pero aquella chica se había presentado como vidente y Gala le pidió que le echara las cartas. Improvisó y Gala le inquirió sobre su experienci­a, ante lo que optó por sincerarse: “Madame, era la primera vez”. Entonces fue cuando Gala la invitó a pasar unos días en el castillo de Púbol, ese caserón del Baix Empordà que Dalí le había regalado como refugio para sus escapadas (el próximo 6 de julio La Suite, de Barcelona, subasta dos dibujos de Dalí de los años setenta sobre proyec-

La autora se presentó en casa de Dalí como “Madame Paradoja, vidente extralúcid­a”

tos de decoración para el castillo).

Gala decía que gracias al tarot supo de la muerte del poeta René Crevel y adivinó el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Y practicó con Dominique, sesenta años más joven. De esa estancia en Púbol y de otra posterior, incluido un viaje hasta Barcelona y otro a La Bisbal para visitar unos anticuario­s, de algunas cartas y regalos que se habrían intercambi­ado, de unas pocas fotos con una Polaroid, nace este nuevo libro sobre los Dalí. No es una biografía que revele secretos, ni un libro sobre arte, sino una evocación casi poética, íntima, por parte de esa “gitana rubia” –así la llamaba Gala– donde se suman los recuerdos de sus fugaces encuentros con los detalles cotidianos vividos por Paquita y los que debió de contarle su marido. Es Paquita quien cuenta que Gala le confiaba

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