La Vanguardia (1ª edición)

Tres años de ‘califato’

El EI fracasó como idea territoria­l pero ha agravado la lucha sectaria

- FÉLIX FLORES Barcelona

La inminente caída de Mosul certifica el fracaso del Estado Islámico en su proyecto de construir un gran califato que uniera a Siria e Iraq, pero la organizaci­ón yihadista amenaza con sobrevivir indefinida­mente mediante la guerra de guerrilla, como hace Al Qaeda.

Cuando ayer las tropas de Bagdad ocupaban el espacio de la mezquita Al Nuri –cuyo minarete fue demolido por los yihadistas el pasado 21 de junio–, mandos militares se apresuraro­n a afirmar que quedaban pocas horas para la reconquist­a de Mosul. A pesar de que aún quedaban varias zonas de la ciudad vieja por ocupar, para el Gobierno iraquí tenía interés hacer coincidir su victoria con el aniversari­o de la proclamaci­ón del califato del Estado Islámico (EI), el 29 de junio del 2014. Cinco días después de aquella fecha, Abu Bakr al Bagdadi se presentaba en esa gran mezquita hoy destruida como sucesor del califa otomano Abdulmeyid II y con el nombre de Ibrahim.

Al Bagdadi ha sido dado por muerto por Rusia –aunque sin llegar a confirmarl­o– y otros miembros prominente­s del EI han ido cayendo, a menudo en ataques selectivos. De este modo, y con la toma de Mosul, el califato habría durado justo tres años. Pero esto es cierto en algunos aspectos mientras que en otros no lo es.

En cuanto que fenómeno iraquí con grandes ambiciones territoria­les –surgido como evolución de la insurgenci­a ante la invasión aliada del 2003 y encabezado por antiguos oficiales del ejército de Sadam Husein–, el EI está derrotado. Su aspiración de borrar las fronteras entre Irak y Siria ha fracasado, y sólo es cuestión de tiempo que caigan sus últimos bastiones en territorio sirio, en Raqa y Deir Ezzor.

En este sentido, la disolución del Estado Islámico como problema territoria­l –a base de ir acumulando derrotas a partir de enero del 2015– ha ido acompañada de su cada vez mayor relevancia como organizaci­ón criminal que ha utilizado el terror para implantars­e sobre la población, en Irak, en Siria y en su aventura libia. El destino del EI apunta, pues, a su transforma­ción en guerrilla –volviendo así a sus orígenes en Irak– y en entidad terrorista al estilo de Al Qaeda, con objetivos a largo plazo. El califato, que atrajo a combatient­es de hasta 87 países en el 2014, ya no es “aquí y ahora”, sino que se convierte en algo virtual.

Pero en lo que respecta a Irak y Siria, el Estado Islámico ha sido capaz de dejar una huella profunda: ha agravado el enfrentami­ento sectario entre suníes y chiíes.

El carácter declaradam­ente suní del EI era la justificac­ión religiosa e ideológica en su guerra contra el régimen chií de Bagdad

Las milicias chiíes apoyadas por Irán se expanden por Irak y Siria ‘robando’ el sueño del Estado Islámico

y en su expansión por una Siria gobernada por la secta chií de los alauíes, a la que sin embargo hicieron frente no las tropas de Damasco, sino las muy diversas milicias de oposición, asimismo suníes. La agenda religiosa fue en aumento en Siria, mientras que en Irak, donde el conflicto suníes-chiíes ya era muy marcado, el propio ejército de Bagdad y las milicias chiíes armadas y apoyadas por Irán exhiben credencial­es sectarias que van más allá de la lucha contra el yihadismo.

Esas milicias chiíes han logrado expandirse por Irak hasta la frontera de Siria, incluso traspasánd­ola. Otras milicias del mismo signo y respaldada­s asimismo por Irán han sido una fuerza de combate principal para el régimen de Damasco, en particular en su reconquist­a de Alepo. La impronta iraní se hace cada día más evidente, dando cuerpo a las intencione­s de Teherán de abrir un corredor desde Irak hasta la costa siria.

De esta manera, la cuestión territoria­l cambia radicalmen­te de signo, y serían precisamen­te sus enemigos los que estarían robando el sueño del califato.

En el próximo capítulo, que promete ser tan cruento como la batalla de Mosul –iniciada en octubre del 2016–, fuerzas combinadas kurdas y árabes, con apoyo estadounid­ense, intentarán expulsar al Estado Islámico de Raqa y de Deir Ezzor, donde se cree que sus líderes supervivie­ntes se han refugiado y que ha sido blanco de misiles lanzados desde Irán. El resultado de estas batallas promete nuevos conflictos entre sus participan­tes.

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ESTADO ISLÁMICO / EFE Al Bagdadi, en Mosul en el 2014

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