La Vanguardia (1ª edición)

Aguas revueltas en el Adriático

- ANNA BUJ Barcelona

El pescador esloveno Dusan Kmetec desenreda cada madrugada las redes en su pequeña barca de madera. Por la tarde volverá de las aguas del Adriático con unas cuantas sepias que probableme­nte servirán a los turistas en algún restaurant­e de Piran, un idílico pueblo costero con aires italianos. De hecho, se encuentra a menos de 70 kilómetros de la frontera con Italia, en el golfo de Trieste, y a menos de 10 de la croata. De aquí es famoso el risotto con sepia que recomienda­n todas las guías de viajes.

Pero mientras el turista saborea el arroz con moluscos, poco se puede imaginar que las presas de Kmetec se han capturado en unas aguas revueltas que se disputan nada más y nada menos que dos países miembros de la UE. Eslovenia y Croacia pugnan desde la disolución de la antigua Yugoslavia, a principios de los 90, por un puñado de tierra entre sus fronteras pero, sobre todo, por una parcela de aguas territoria­les de apenas 160 km2 que amenaza con resquebraj­ar la concordia comunitari­a. Liubliana insiste en que tiene un derecho histórico sobre toda la bahía de Piran, mientras Zagreb asegura que le pertenece la mitad.

La disputa se debería haber resuelto ayer: el Tribunal de Arbitraje de La Haya dictó su fallo después de que, gracias a la mediación de la UE, ambas exrepúblic­as yugoslavas aceptaran en el 2009 que sería esta institució­n imparcial quien dictaminar­a sobre las aguas conforme a las leyes internacio­nales. Como se esperaba, La Haya ha dado la razón a Eslovenia y le otorga la mayor parte de las aguas de Piran, así como que tenga “acceso ininterrum­pido e ininterrum­pible” a mar abierto, estableció el juez que preside el tribunal, Gilbert Guillaume. Esto significa que Eslovenia, con una minúscula costa de 76 kilómetros, teóricamen­te podrá acceder sin problemas a aguas internacio­nales a través de un corredor en la zona correspond­iente a Croacia.

Teóricamen­te, porque los veinte años de nubarrones en el Adriático no parece que vayan a disiparse. El primer ministro croata, Andrej Plenkovic, ya ha avisado de que “no tiene la intención” de permitir este corredor. Croacia no reconoce desde el 2015 la autoridad del Tribunal de Arbitraje de La Haya porque cree que Eslovenia ha intervenid­o ilícitamen­te en unos procedimie­ntos aparenteme­nte imparciale­s. De hecho, ayer el banquillo de Croacia se mantuvo vacío durante la lectura de la resolución.

“Lo hicimos porque Eslovenia violó el pacto y no es aplicable”, cuenta el parlamenta­rio croata Josko Klisovic, viceminist­ro de Asuntos Exteriores cuando el anterior Gobierno socialdemó­crata del país optó por retirarse unilateral­mente del acuerdo de arbitraje tras la publicació­n en medios croatas de las transcripc­iones de varias conversaci­ones entre un miembro esloveno de la Corte y funcionari­os de Eslovenia. Zagreb pide que otra institució­n –como el Tribunal internacio­nal del Derecho del Mar de Hamburgo– dictamine sobre el asunto, algo que Liubliana no acepta.

Y ahora, ¿qué ocurrirá con los barcos eslovenos que circulen por las aguas que Croacia considera suyas? Absolutame­nte nada, asegura Klisovic. “La policía les acompañará como ha hecho hasta ahora –dice–, la vida de los ciudadanos croatas y eslovenos seguirá igual que siempre. Sólo nos veremos afectados los políticos”. La escalada de tensión parece evidente: un día antes de que se hiciera pública la decisión, el Parlamento de Zagreb aprobó una declaració­n en que pedía que nadie hiciera nada que pudiera interpreta­rse como un gesto hostil hacia Eslovenia y enfriar todavía más las tibias relaciones bilaterale­s entre dos países vecinos. Desde Eslovenia, el ministro de Asuntos Exteriores Karl Erjavec, llegó a amenazar en enero con que el país pueda dificultar la llegada de turistas alemanes y austríacos a las costas croatas si estos no acatan la resolución. “Esto no sólo sería un acto hostil hacia Croacia, sino también hacia el principio de libre movimiento de la UE”, advierte Klisovic. El 18% de la economía croata depende del turismo.

Para Eslovenia, estos 160 km2 de agua significan mucho más que el acceso a mar internacio­nal: se han convertido en un símbolo político recurrente­mente utilizado en las campañas electorale­s. La patria que vio nacer a Melania Trump –de sólo 2 millones de habitantes, y en la UE desde el 2004– llegó a vetar durante años la entrada de Croacia –que le dobla en población, y dentro de la UE desde el 2013– al club europeo por este asunto. “El veredicto será final y legalmente vinculante”, aseguró ayer el premier esloveno, Miro Cerar. No parece que, de momento, vaya a suceder.

La Haya asigna a Eslovenia la soberanía de unas aguas territoria­les que se disputa con Zagreb

Liubliana amenaza con dificultar el paso a Croacia a turistas alemanes si este país no acata la decisión

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JURE MAKOVEC / AFP La bahía de Piran. El premier croata, Andrej Plenkovic (abajo), se resiste a respetar la decisión del tribunal sobre las aguas de este pueblo de pescadores
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