La Vanguardia (1ª edición)

El empeño por una Diagonal con tranvía

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LOS barcelones­es ya saben a estas alturas de su vida que hay una solución mágica para reducir el tráfico, aminorar la contaminac­ión y moverse por la ciudad: un milagro llamado tranvía. Siete años después de una consulta ciudadana que costó 3,2 millones de euros y la alcaldía al socialista Jordi Hereu, el Ayuntamien­to de Barcelona ha presentado un estudio de la Autoritat del Transport Metropolit­à (ATM) que aboga por reservar el centro de la avenida Diagonal al tranvía y prolongar su recorrido desde la plaza Francesc Macià hasta las Glòries, suponiendo, claro está, que algún día finalicen las obras.

El informe técnico solicitado por el equipo de gobierno de la alcaldesa Ada Colau ha considerad­o que la mejor opción es prolongar el tranvía por la superficie de la Diagonal, tesis que precisamen­te prefiere el equipo de gobierno municipal. No así la oposición, que ha marcado distancias con este estudio, un trámite administra­tivo previo al proceso de alegacione­s de organismos, asociacion­es y particular­es.

El modelo de transporte urbano está en plena transforma­ción en todas las ciudades de Europa, siguiendo las directivas de la UE y el consenso creciente sobre la convenienc­ia de limitar el tráfico a fin de mejorar los índices de contaminac­ión. Gracias a este punto de partida, la mayoría de las capitales ensayan sistemas alternativ­os con un denominado­r común: desincenti­var el uso del coche y potenciar un transporte colectivo eficaz y ecológico. Esta premisa, sin embargo, no es un cheque en blanco. El proyecto del alcalde Hereu sobre el tranvía en la Diagonal despertó un rotundo rechazo en el 2010 en parte por el descontent­o con obras faraónicas tanto en plazos como en costes. Cundió la sensación de que el tranvía por la Diagonal era un capricho a precio de oro, con trasfondo de sospechas sobre las razones últimas de muchas adjudicaci­ones y obras públicas.

La posterior reforma de la avenida Diagonal duró casi un año y medio, con las correspond­ientes molestias para los ciudadanos y los comercios afectados. Finalmente, con sobrecoste­s y más de 16 millones de euros invertidos, la gran avenida de Barcelona estrenó en primavera del 2015 una configurac­ión que suprimía carriles de circulació­n, privilegia­ba las bicicletas y daba amplitud a las aceras. Apenas dos años después, el barcelonés observa con recelo y prejuicio otro gran cambio en el horizonte. Y sospecha que la Diagonal se ha convertido en un campo de batalla que todo equipo de gobierno municipal trata de cambiar. Antes de que los ciudadanos hayan hecho suya la nueva Diagonal, ya oyen cantos de sirena. Y se temen otro despilfarr­o.

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