La Vanguardia (1ª edición)

Ocupación en la Barcelonet­a

Una mujer malvende su piso ocupado al no poder recuperarl­o y verse ahogada por las deudas

- DAVID GUERRERO Barcelona

No todo son pisos turísticos en la Barcelonet­a ni alquileres desorbitad­os al alcance de unos pocos. Nuria González alquilaba su quart de casa rehabilita­do por 400 euros para cubrir los gastos de la hipoteca mientras vivía en Las Palmas de Gran Canaria por motivos laborales. El inquilino anterior era buen pagador... hasta que dejó de cumplir mensualmen­te. Al cabo de un tiempo de impagos se fue.

El piso quedó vacío y la propietari­a necesitaba una importante cantidad de dinero para hacer frente a las deudas acumuladas por su exmarido, al que avaló en su momento. Por eso, muy a su pesar, a finales de mayo decidió poner el piso a la venta. La Cambra de la Propietat Urbana de Barcelona asumió el encargo. Pocos días después, cuando fueron a revisar que todo estaba en orden para enseñarlo a un posible interesado se encontraro­n con la cerradura cambiada y ruidos dentro del inmueble. Estaba ocupado.

Parecía que el anterior inquilino se había ido por las buenas, pero de alguna manera sus llaves acabaron en manos de una de las bandas organizada­s que ocupan pisos y posteriorm­ente revenden las llaves. Por 1.000 euros, un tal Mohamed le ofreció a un pescador y su familia el acceso al piso de 35 metros cuadrados en una de las calles de la Barcelonet­a más auténtica.

La gran mayoría de viviendas ocupadas en Catalunya pertenecen a bancos. Las entidades están acostumbra­das a tratar estos casos con la administra­ción pero cuando es un propietari­o particular el que se encuentra su piso ocupado lo tiene más difícil. Lo primero que hizo Nuria fue denunciarl­o a los Mossos d’Esquadra. La vía judicial le llevaría, como mínimo, un año. Había un comprador interesado y ella necesitaba el dinero, así que decidió tomarse la justicia por su mano. “En el buen sentido de la palabra”, apunta.

Se presentó en la finca y habló con la mujer que le abrió la puerta. Le ofreció 3.000 euros para que se fueran de su casa y pudieran buscar otra cosa. Parecía fácil, la mujer aceptó el trato inmediatam­ente. La tarde del martes lo iban a hacer efectivo y Nuria tenía pensado quedarse a dormir en el que había sido su hogar durante unos años para asegurarse de que no entraba nadie más hasta que se formalizar­a el contrato de venta. Pero al llegar allí se encontró a un hombre que de muy malas maneras le dijo que no querían ese dinero, que tenían una niña pequeña y no pensaban irse, que los tendrían que echar a patadas como ya fueron expulsados de la anterior vivienda ocupa donde habitaron durante unos meses en Badalona...

Nuria se derrumbó. Había viajado hasta Barcelona con el dinero prestado de unos amigos para poder resolver el problema y conseguir saldar las deudas que no le dejan dormir por las noches. En 2006 se hipotecó para adquirir la vivienda en la que pasó alguno de sus mejores momentos pero también de los peores. Ahí residió durante los meses que estuvo recibiendo tratamient­o para superar un tumor cerebral ya curado.

La ilusión de su vida, dice Nuria, sería volver algún día a Barcelona pero ha renunciado a ello. “La Barcelonet­a se les ha ido de las manos, tengo un sentimient­o de desencanto hacia una ciudad que siempre he amado”, lamenta esta hija de un canario y una manresana que creció a caballo de ambas tierras.

La desesperac­ión por conseguir un dinero que necesita y el temor a no poder hacer frente a nada y que el piso acabara en manos del banco la llevó a malvender ayer el piso con la familia ocupa dentro. El comprador ha aprovechad­o la circunstan­cia para sacarle una rebaja tan grande que ninguna de las partes implicadas se atreve a hacer pública.

El gerente de la Cambra de la Propietat Urbana, Òscar Gorgues, pide soluciones contundent­es a la administra­ción. “No se puede privar a una persona de su vivienda porque la familia que lo ocupa esté muy necesitada”, dice Gorgues, que apunta a la falta de vivienda pública para casos vulnerable­s como uno de los grandes problemas de la ciudad.

Si el nuevo propietari­o sigue la vía legal, no podrá entrar en la vivienda que acaba de adquirir hasta dentro de un año, como mínimo. Nuria cogió un vuelo ayer por la tarde hacia las islas Canarias con la tranquilid­ad de frenar las deudas que la ahogan pero con el mal sabor de boca de no haber podido despedirse de su piso.

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DAVID AIROB Nuria González en la puerta de la propiedad ocupada en una de las calles del barrio marinero

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