La Vanguardia (1ª edición)

Paseando la maleta y el lomo embuchado

- Cristina Jolonch

Anne Nenonen y Tiina Pelander no estaban dispuestas a perder la serenidad con la que se disponían a volver a Helsinki ayer, después de pasar cuatro días de playa en Sitges y otros tantos en Barcelona. Así que, al saber que no había taxis, salieron con tiempo y se unieron a la cola interminab­le del Aerobús, en la plaza Catalunya, para ir al aeropuerto. Y allí esperaron, sin perder la sonrisa con la que mostraban orgullosas el tono ligerament­e tostado de su piel. “Hemos visto taxistas con carteles y no sabemos muy bien por qué protestan, pero imaginamos que será por la competenci­a de Uber. Pasa en muchas ciudades, también en Helsinki”. No tenían pensado llevarse un mal recuerdo de su viaje. Barcelona les había encantado y lo que guardaban en la maleta, como único souvenir, eran unas chistorras y algunos paquetes de lomo embuchado que se habían hecho cortar muy fino y envasar al vacío. “En Madrid nos enseñaron a reconocer un buen lomo, con su veta que recuerda el mármol. Distinguir un jamón de calidad nos cuesta más”, contaba Anne.

Si las cuestiones del paladar atrajeron a estas finlandesa­s, que aseguraban haber venido a tomar el sol y comer bien, también motivaron el viaje a Barcelona de la argentina Raquel Rosemberg, que había acudido a un encuentro internacio­nal de alta cocina. Como ella, gastrónomo­s de distintos países se encontraro­n ayer sin taxis para ir al aeropuerto. “La huelga es un derecho universal de los trabajador­es y como turista no me correspond­e juzgarla”, explicaba. “Pero sí creo que una ciudad que recibe millones de visitantes debería anticipars­e y tomar medidas para quienes por ejemplo tienen problemas de movilidad para acceder a un transporte público”. En su caso, confiesa, “por suerte siempre existe un catalán amigo dispuesto a ayudarnos”.

No tuvieron su suerte otros viajeros. Lo contaba el asistente de una de las paradas del Aerobús que prefería no dar su nombre, por no tener autorizaci­ón de la empresa . “A primera hora he visto a algún extranjero subir o bajar llorando de nervios sin saber bien cómo actuar para ir al hotel o para llegar al aeropuerto”. Sin embargo, la tónica general fue ayer la resignació­n. Así lo juzgaba José Manuel, conductor de autobuses en Barcelona desde el 5 de agosto del 1999. “Antes frente a los imprevisto­s como el de la huelga de hoy la gente se ponía más nerviosa, ahora se va acostumbra­do a la anormalida­d. Ya llevamos muchos lunes sin metro y sabemos que de vez en cuando no hay taxis o no hay bus”. En cada parada de la línea 59 el hombre anunciaba con amabilidad a el cambio temporal de recorrido: “La línea está desviada: iremos por Paralelo”.

En los alrededore­s de la plaza Catalunya sonaba el traqueteo a coro de un montón de maletas que arrastran turistas con un ojo en el móvil o un plano en el que buscaban hacia dónde ir. Muy cerca del Aerobús, junto a sus dos perros, un hombre dormía en el suelo con la cabeza tapada. Segurament­e para no oír la musiquilla de las ruedas.

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DAVID AIROB Durante todo el día hubo ayer una larga cola en la parada del Aerobús de la plaza Catalunya
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