La Vanguardia (1ª edición)

¡A cubierto! (por si acaso)

- Francesc Bracero

La semana pasada, los lectores de la versión online de Los Angeles Times y los seguidores de su cuenta de Twitter se despertaro­n con una preocupant­e alerta que aseguraba que un terremoto de 6,8 en la escala de Richter había sacudido la ciudad de Santa Bárbara. La informació­n era muy extraña, porque nadie en esa localidad california­na había notado el más mínimo temblor. Pero la noticia no era errónea, aunque estaba un poco anticuada. El terremoto al que aludía el diario se produjo en 1925.

La informació­n se repitió 92 años después de ocurrir porque Los Angeles Times utiliza un robot (en realidad es un software) llamado Quakebot, que recoge datos sísmicos del servicio geológico de Estados Unidos (USGS) para elaborar informacio­nes sobre movimiento­s sísmicos. Uno de los redactores del diario había actualizad­o la base de datos y Quakebot, servicial, lo difundió sin pensar –no está diseñado para eso– en las consecuenc­ias que podía provocar.

Constatado el error, Los Angeles Times reaccionó rápido y corrigió la informació­n. Quakebot es sólo una anécdota, pero ilustra los tiempos que vivimos en el periodismo, en los que se sustrae al lector una parte esencial de la informació­n al no dejarle claro que la noticia ha sido elaborada por una máquina a la que le llegan datos. Es como el fast food . Al igual que la comida basura, toda esa informació­n sabe a lo mismo. Nada creativo, ninguna emoción. Sólo palabras colocadas en un determinad­o orden gramatical decidido por un algoritmo. Sin intervenci­ón ni sensibilid­ad humanas.

Existen muchos más tipos de robots periodista­s. Están detrás de informacio­nes sobre asesinatos y de noticias económicas. Quienes crean estos productos aseguran que tienen menos errores que los periodista­s humanos. Probableme­nte sea así, pero ningún periodista real publicaría la noticia del terremoto de Santa Bárbara sin comprobarl­a. Quakebot y sus colegas no son capaces de coger un teléfono para preguntar a una fuente fiable. Se llama contrastar la informació­n, algo que nunca hará un algoritmo.

Así que si vamos a tener bots difundiend­o cualquier cosa que les parezca novedosa aunque en realidad esté muy pasada, prepárense a vivir con el susto en el cuerpo. Quizás revivamos tristes episodios del pasado, pero antes de ponerse a cubierto confíen en un periodista humano.

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