¡A cubierto! (por si acaso)
La semana pasada, los lectores de la versión online de Los Angeles Times y los seguidores de su cuenta de Twitter se despertaron con una preocupante alerta que aseguraba que un terremoto de 6,8 en la escala de Richter había sacudido la ciudad de Santa Bárbara. La información era muy extraña, porque nadie en esa localidad californiana había notado el más mínimo temblor. Pero la noticia no era errónea, aunque estaba un poco anticuada. El terremoto al que aludía el diario se produjo en 1925.
La información se repitió 92 años después de ocurrir porque Los Angeles Times utiliza un robot (en realidad es un software) llamado Quakebot, que recoge datos sísmicos del servicio geológico de Estados Unidos (USGS) para elaborar informaciones sobre movimientos sísmicos. Uno de los redactores del diario había actualizado la base de datos y Quakebot, servicial, lo difundió sin pensar –no está diseñado para eso– en las consecuencias que podía provocar.
Constatado el error, Los Angeles Times reaccionó rápido y corrigió la información. Quakebot es sólo una anécdota, pero ilustra los tiempos que vivimos en el periodismo, en los que se sustrae al lector una parte esencial de la información al no dejarle claro que la noticia ha sido elaborada por una máquina a la que le llegan datos. Es como el fast food . Al igual que la comida basura, toda esa información sabe a lo mismo. Nada creativo, ninguna emoción. Sólo palabras colocadas en un determinado orden gramatical decidido por un algoritmo. Sin intervención ni sensibilidad humanas.
Existen muchos más tipos de robots periodistas. Están detrás de informaciones sobre asesinatos y de noticias económicas. Quienes crean estos productos aseguran que tienen menos errores que los periodistas humanos. Probablemente sea así, pero ningún periodista real publicaría la noticia del terremoto de Santa Bárbara sin comprobarla. Quakebot y sus colegas no son capaces de coger un teléfono para preguntar a una fuente fiable. Se llama contrastar la información, algo que nunca hará un algoritmo.
Así que si vamos a tener bots difundiendo cualquier cosa que les parezca novedosa aunque en realidad esté muy pasada, prepárense a vivir con el susto en el cuerpo. Quizás revivamos tristes episodios del pasado, pero antes de ponerse a cubierto confíen en un periodista humano.