La Vanguardia (1ª edición)

Esperando a Netflix

- Salvador Llopart

–Y yo ¿cuándo dejaré de ser guiri?

“Nunca, Simon. Con ese acento escocés que tienes, nunca”, le digo a Simon Smith mientras nos perdemos por la mitad de las calles de España, camino de la fiesta de verano del cine catalán. Ese “encantados de habernos conocido” que cada año se celebra en un lugar de Barcelona, y hoy toca en el Pueblo Español, ese coqueto, magnífico y monumental engendro a la mentira arquitectó­nica.

“Pero como vives aquí y trabajas para el cine catalán...”, le digo al músico de cabecera de Maria Ripoll –Smith está en todas las películas de la directora más rentable del cine español, según las recaudacio­nes de sus títulos, incluida la última No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas. –¿Y qué es el cine catalán? Miro alrededor y tentado estoy de decirle “algo así como el Pueblo Español”. Las 65 produccion­es del 2016 en las que la Generalita­t cifra la producción del cine catalán, acompañada­s de nada menos que 144 premios, pueden parecer una impostura. Como el resultón claustro románico hacia el que nos dirigimos. Pero no, el cine catalán es otra cosa. Como llevamos un buen rato caminando, desde el bar Petit Montjuïc, donde todo empezó, a veinte minutos de aquí. Cerca de 400 invitados en procesión, engrasados de Aperol. Bajo nubes negras de tormenta. La lluvia cae, rápida y poca, pero sale el sol y eso une. Ya nos sentimos muy próximos. “El cine catalán es una familia”, le digo.

“El cine catalán es un viaje permanente...” “...a Madrid”, me replican. “Yo me voy mañana a hablar con los de Netflix”, dice Albert Solé, catalán de Bucarest, liado estos meses con un documental sobre abusos en los colegios. “¿Netflix? Yo también voy; para una serie”, coincide Maria Ripoll, que desplaza al dj y pincha Papa fue un rolling stone, ¡chunchún chunchún! Venga, todos para allá.

Pero tampoco es del todo cierto. El premio Pepón Coromina, un clásico de la fiesta, recae en Nely Reguera por María (y los demás). Un premio que reconoce el valor creativo y el riesgo asumido, como creativo y valiente y joven es, también, el cine de Leticia Dolera, que le entrega el galardón. ¿Más nombres? Sergi Pérez, Carla Subirana, Mar Coll, Isa Campos, Dani de la Orden o Víctor Alonso. El cine de todos ellos habla de riesgo y pasión, y entre todos están creando una nueva novísima escuela de Barcelona. Para hablar del aquí y el ahora. Roser Aguilar, que la próxima semana presenta Brava, es una de ellas; y Carla Simón, que hoy estrena la muy apreciable Verano 1993, que darán que hablar.

Y detrás, productore­s como Aritz Cirbián y Martín Samper, que preparan Interior familia, con tres directores; Tono Folguera, Anna SolerPont, Sergi Moreno o Valérie Delpierre, la reina Midas del cine catalán, porque todo lo que toca lo convierte en premio...

Pero si me preguntan un nombre, entonces Núria Prims. La protagonis­ta de Incerta glòria, probable candidata al Gaudí (y Goya) del próximo año que lo dejó todo para desaparece­r porque no le gustaba lo que hacía y porque quería otra cosa, para su hijo también, ella, que sigue ahí, esperando, y “no me ofrecen nada”, dice. Por gente como Prims y la dignidad vale la pena celebrarlo, y por eso estamos aquí, a la salud del cine catalán. “Que tiene de todo... menos público”, dice Isona Passola. A por ellos.

El cine catalán es un viaje hacia internet, y una nueva novísima Escuela de Barcelona de nombres emergentes

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ÀLEX GARCIA Nely Reguera, Isona Passola, Judith Colell, M.P. Pigem, Maria Ripoll, Aina Clotet, Rosa Vergés, Núria Prims...
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