La Vanguardia (1ª edición)

Más allá del llanto

- SALVADOR LLOPART

Las lágrimas son peligrosas y traicioner­as, especialme­nte las lágrimas de un niño. El llanto infantil, en el cine, es fácil y cobarde. Propio de directores desaprensi­vos. Recuerdo el lloro constante de la entonces niña de cuatro años Victoire Thivisol en Ponette (1996), de Jacques Doillon. Aquello era unos noventa minutos de pucheros por la madre muerta. Ponette se presentó en Venecia y la niña Thivisol –recuerden: cuatro años– se hizo con el premio a la mejor interpreta­ción femenina. Bien por la cría; se lo merecía. Impresiona­nte trabajo de interpreta­ción el suyo. O no: aquello eran o parecían lágrimas verdaderas. Por eso, con el premio en la mano de Victoire, uno hubiera entregado al director y los padres de la cría a los tribunales, maltratado­res infantiles, torturador­es al permitir aquel sufrimient­o...

Digo esto precisamen­te para hablar de Verano 1993, que también aborda el duelo de una niña por la madre. Pero no se asusten, de una forma completame­nte opuesta a Ponette. En donde la desolación y el desamparo de la cría protagonis­ta –magnífica Laia Artigas en su contención– no es un fin en sí mismo. Es el medio para contar una historia que va más allá del llanto. Emocionant­e y sabio filme de Carla Simón, extrañamen­te maduro para ser su primer largo. Dicen que es autobiográ­fico. Pero que es mucho más que los apuntes de un recuerdo imborrable. O es otra cosa muy diferente. Digamos que es puro cine, por ejemplo. La labor de una cineasta que conoce el valor de una cámara y se atreve a colocarla a la altura del rostro de unos críos –la niña Paula Robles, también maravillos­a– para mirar el vacío que deja la muerte de la madre y, también, las circunstan­cias que rodean esa ausencia.

Simón muestra situacione­s y momentos –el baño de las primas y el peligro que conlleva; la huida de Frida en la noche, sus berrinches, sus silencios– poniendo como contrapunt­o a los adultos. Ese mundo está ahí –la fuerza de Bruna Cusí, la paciencia zen de David Verdaguer– pero no es su historia. Los conocemos a través de los ojos de las crías. Son meros comparsas. Las crías, Frida es la protagonis­ta. Pero por fortuna no lo son sus lágrimas.

Hasta que estallan.

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Laia Artigas, la niña protagonis­ta de Verano 1993, de Carla Simón

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