Anne, eres un monstruo
Dirección: Nacho Vigalondo Intérpretes: Anne Hathaway, Jason Sudeikis, Austin Stowell, Tim Blake Nelson Producción: EE.UU.-CanadáEspaña-Corea del Sur, 2016. Duración: 109 minutos. Fantástica Al tiempo que, en Shin Godzilla, Hideaki Anno recupera en clave canónica el más célebre monstruo del bestiario fantástico nipón, otros cineastas japoneses optan por aproximarse al kaiju eiga saboteando a conciencia sus esquemas, como Hitoshi Matsumoto y Sion Sono en, respectivamente, las inenarrables Big Man Japan y Love & peace, dos piezas de gigantismo excéntricas, surreales, de orden metalingüístico la primera, indescriptiblemente naif la de Sono. En apariencia disparates monumentales, cada una a su manera ofrece sin embargo sutiles comentarios sobre los tiempos que corren.
Nacho Vigalondo, también experto en subvertir el canon del cine de ciencia ficción (los viajes en el tiempo en Los cronocrímenes, las invasiones alienígenas en Extraterrestre), nos regala ahora, después de la irregular Open windows ,su mayor desafío: una película de monstruo gigante en Seúl contada casi enteramente desde un prototípico rincón estadounidense, una de esas pequeñas localidades donde la vida parece circular exclusivamente alrededor de las cervezas que sirven en un bar de aroma country. La catástrofe coreana la contemplamos en las pantallas de televisión, ordenador y móvil y parece afectar de manera extraña a un chica en crisis sentimental muy dada a la bebida, que ha regresado al pueblo tras años de ausencia. Pronto descubrirá que entre ella y el monstruo hay una conexión muy especial. Y espacial: un solitario parque infantil ejerce en la trama un papel inquietante. La premisa es brillante, y Vigalondo la desarrolla con elegancia formal y un rigor dramático que contrasta con su planteamiento descabellado. Invita incluso a lecturas psicoanalíticas profundas, no en vano estamos ante un personaje femenino de mucho calado y complejidad, del que Anne Hathaway hace una composición tan completa como en La boda de Rachel. Colossal es una apuesta de alto riesgo (mezclar en la coctelera a Inoshiro Honda con Ingmar Bergman y darle al trago un sabor de cine indie) de la que el cineasta cántabro sale con la cabeza bien alta.