La Vanguardia (1ª edición)

Fraga se pone deportista

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Las institucio­nes querían tener la fiesta en paz. Intentaban evitar a cualquier precio que la imagen del país quedara asociada a la protesta y la reivindica­ción. La Vanguardia daba cuenta de una nueva tanda de detencione­s de independen­tistas y, en una entrevista, el empresario Leopoldo Rodés insistía en la necesidad de difundir un ideal: “Hemos de mostrar al mundo un país absolutame­nte tranquilo donde existen concordia, armonía y la voluntad de que las cosas salgan bien sin que haya incidentes (...) Que por ejemplo Juan Antonio Samaranch, que fue el único elemento determinan­te para obtener los Juegos, haya de correr con la antorcha rodeado de guardias civiles y policías me parece injusto e impropio de un país civilizado”. Manuel Fraga no tenía ningún problema subversivo en Galicia. El presidente de la Xunta organizó un acto eminenteme­nte populista para recibir la antorcha en la comunidad por la que este símbolo olímpico realizó un mayor recorrido. “A pesar de los problemas que tiene Galicia no apareció ni una sola pancarta reivindica­tiva de nada ni de nadie durante el acto de bienvenida de la antorcha”, relataba Rafael Wirth en estas páginas. Fraga esperó la llegada de la antorcha durante casi una hora, protagoniz­ó un breve relevo y elogió los beneficios de la práctica deportiva aunque él nunca lució una figura atlética ni nada que se le parezca. Aunque sin ninguna incidencia, no resultó sencillo el recorrido de la antorcha por una red viaria gallega que estaba en situación de frenéticas reformas: “El Ministerio de Obras Públicas creyó que no era convenient­e paralizar las obras este lunes de junio tan destacado en Galicia y ha querido recuperar en un solo día 200 años de retraso viario”.

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