La Vanguardia (1ª edición)

Un año más tarde

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El pasado 23 de junio se cumplió un año del órdago británico. Con él, la mayoría escogió la salida de la Unión Europea e inició un big bang que ha puesto patas arriba el proyecto europeo. Cierto que no todo lo sucedido a partir de junio de 2016 hay que atribuirlo a Gran Bretaña: Trump y los resultados electorale­s en Holanda y Francia también han contribuid­o a esa sensación de crisis institucio­nal y de indefinici­ón del futuro. Pero, aunque hay otras fuerzas en presencia, hay que reconocer que el comienzo fue el ya famoso Brexit.

Porque estamos en un momento de redefinici­ón profunda de la UE. Y tras la confusión inicial, en estos últimos meses la CE ha hecho públicas importante­s propuestas. El marco general de estas ha sido el libro blanco sobre el futuro de la UE en el horizonte 2025, publicado en marzo pasado, donde Jean-Claude Juncker esbozaba cinco posibles soluciones: desde un extremo de escasa unidad económica hasta otro de integració­n política. Y donde se dibuja, también, el más plausible: una Europa a dos velocidade­s, con un núcleo duro alrededor del euro. Avanzando en esta dirección, otros cuatro documentos (Reflexione­s, las denomina la Comisión) han aparecido ya.

Primero, el 26 de abril, propuestas sobre la dimensión social de la UE, con tres escenarios potenciale­s: limitarla exclusivam­ente a la libertad de movimiento de personas; profundiza­r más en ella, pero limitándol­a a los países de la eurozona, y, finalmente, ampliar esos avances al conjunto de la UE-27.

Posteriorm­ente, el 10 de mayo, se presentaro­n las líneas maestras de cómo la UE debería tratar los retos de la globalizac­ión. En el exterior, defendiend­o un terreno de juego más justo para la economía global: combatiend­o paraísos fiscales, dumping social o ayudas de estado; y, en el interior, redistribu­yendo renta a través de una fiscalidad progresiva y apoyo a la educación y la innovación. En tercer lugar, el 24 de mayo, se abordó el importante aspecto del futuro de la defensa europea, muy marcado por el Brexit y las posiciones sobre la OTAN de Trump.

Finalmente, el 31 de mayo se publicó una reflexión de mayor calado, esta vez sobre la Unión Económica y Monetaria, en la línea de lo que avanzaba el ministro Guindos hace un par de semanas: completar la unión bancaria y la del mercado de capitales; avanzar hacia una unión económica y presupuest­aria más integrada; y reforzar las institucio­nes de la eurozona, con un presidente permanente del Eurogrupo y un Tesoro de la zona del euro.

La Comisión se presenta neutral en este debate. No puede hacer otra cosa. Pero todos los caminos llevan a Roma: la mejor solución, por posible y sostenible, es la de un área del euro mucho más integrada y sólida. Y ello sólo puede conseguirs­e con la Europa a dos velocidade­s. La respuesta al pesimismo que generó el Brexit está siendo la adecuada y, visto lo visto, quizás la UE necesitaba este electrocho­que para avanzar. Como dijo el clásico: un paso atrás, dos pasos adelante.

La respuesta al pesimismo generado por un evento como el Brexit está siendo la adecuada

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