Emmanuel Guigon
DIRECTOR DEL MUSEU PICASSO
El Museu Picasso de Barcelona, que dirige Emmanuel Guigon, presentó ayer cuatro exposiciones temporales, entre las cuales destaca la que conmemora la estancia del artista malagueño en Barcelona en 1917 junto a Olga Khokhlova.
Hace cien años, Europa vivía inmersa en la I Guerra Mundial y Barcelona se convirtió en una de las principales capitales artísticas del continente. Picasso, como otros pintores que buscaron refugio aquí, se instaló en la capital catalana entre junio y noviembre de 1917 acompañando a los Ballets Rusos de Diáguilev y a quien sería su primera esposa Olga Khokhlova, en un viaje que compaginó el ocio con la creación y la búsqueda de nuevos recursos estilísticos.
Esa estancia, la última del pintor malagueño en Barcelona, es evocada a través de pinturas, dibujos y documentos en la exposición 1917. Picasso en Barcelona. Se inauguró ayer en el Museo Picasso de Barcelona simultáneamente con otras tres: Arthur Cravan, Maintenant?, El taller compartido: Picasso, Fín, Vilató y Xavier y Lucien Clergue. Veintisiete encuentros con Picasso. Las cuatro se podrán ver hasta el próximo 28 de enero.
El año 1917 fue trascendental para Barcelona. Se organizó una Exposición de Arte Francés en el palacio de Bellas Artes, como alternativa a los salones suspendidos durante la guerra, que es sin duda una de las mayores y más importantes nunca celebradas, se abrieron nuevas galerías de arte (Dalmau y Laietanes), se publicaron revistas de vanguardia (Un enemic del poble, 391, Troços) y llegaron artistas como Francis Picabia, Otho Lloyd, Olga Sacharoff, Albert Gleizes o Marie Laurencin. Y el 23 de junio debutaron los Ballets Rusos en el Liceu. La exposición, comisariada por Malén Gual, refleja tanto al Picasso turista de aquella Barcelona como al pintor, con la ventaja de que la mayoría de obras que pintó en ese periodo se quedaron aquí y ahora pertenecen al Museo Picasso. Durante su estancia el artista visitó y se fotografió con Olga Khokhlova en el Tibidabo, en el hotel Ranzini, en la Rambla o en el paseo de Colom. Pero estuvo también unos días en Madrid y en Coma-ruga. De esa última estancia la exposición ofrece una factura del Hotel Balneario Oriental Miramar de Coma-
ruga del 14 de julio por importe de 25,75 pesetas, de las que 5 corresponden al traslado en tartana, 12 a un día de hotel para dos personas y 8,75 a gastos extraordinarios.
De ese momento se exponen obras que siguen aún las pautas cubistas como Blanquita Suárez u
Hombre sentado, junto a otras en las que retorna a a un cierto clasicismo como en Olga Khokhlova con mantilla, Fatma o Arlequín. Pero también emergen obras que señalan su permanente búsqueda de nuevos lenguajes, algunas tan conocidas como Paseo Colón (una visión desde el balcón de su hotel, con una bandera española en el centro) u Hombre con frutero.
Un año antes de esa estancia, llegó a Barcelona un joven aventurero, poeta y boxeador que se presentaba como sobrino de Oscar Wilde. Se llamaba Fabian Avenarius Lloyd pero había adoptado el pseudónimo de Arthur Cravan. Llega para evitar que le manden la frente y un vez aquí desafía al campeón del mundo de los pesos pesados Jack Johnson. El combate, celebrado el 23 de abril de 1916, acabó con un KO en el sexto asalto. Ganó el negro al
blanco, pero para Cravan fue una de sus mejores performances. La exposición alrededor de este combate, comisariada por el propio director del museo Emmanuel Guigon, se abre con una serie de obras de Édouard Archinard, otro persona- je creado por Cravan, continua con la figura del “gigante Jack Johnson”, quien tras el combate se quedó a vivir también en Barcelona, y con las imágenes icónicas de esa pelea (fotos, carteles, reseñas). Y concluye con una referencia al Picasso boxeador. El pintor se fotografía con poses de boxeador y tiene varios dibujos con escenas de boxeo, pero además en su archivo se conservan entradas de distintos combates que demuestran que era una de sus pasiones. “El combate de boxeo, que combina lucha, espectáculo, fuerza y valentía, es como una metáfora de la creación” dice el comisario.
La tercera muestra recoge una amplia selección de las 595 fotografías que Lucien Clergue hizo a Picasso entre 1953 y 1971 en el sur de Francia, y ha sido comisariada por Sílvia Domènech. El Museo Picasso compró el año pasado este fondo fotográfico y ahora lo muestra como si fuese un dietario. Se presentan las fotos en blanco y negro y en tiradas de la época por cada uno de los 27 encuentros que Clergue mantuvo con Picasso, ya fuese en una corrida de toros, en la playa, en fiestas con el guitarrista Manitas de Plata, con su familia o durante el rodaje de la película El testamento de
Orfeo con Jean Cocteau y Luis Miguel Dominguín. En esas fotos aparecen muchos de los amigos de Picasso, también los catalanes como Josep Palau i Fabre, Gustau Gili, Anna Maria Torra, Jaume Sabartés o Manuel Pallarès.
La cuarta exposición explora los vínculos que a través del taller de grabado se estableció entre Picasso y tres de sus familiares: sus sobrinos Fin y Vilató y el hijo de este último, Xavier.
Barcelona vivió con pasión el combate entre Arthur Cravan y Jack Johnson