Fiel a las esencias
Fats Domino no fue una de las figuras más carismáticas o innovadoras de los primeros tiempos del rock & roll, pero sí una de las más consistentes. Antes de que se popularizara el término en 1955, Antoine Dominique Domino era el principal exponente del Rhythm & Blues de Nueva Orleans, debutando en 1949 con The fat man, una canción que ya parecía candidata a primer single de la historia del rock. El tema vendió un millón de copias, llegó al número 2 de las listas de R & B, y marcó el inicio de su provechosa asociación con Dave Bartholomew. Junto a este productor y trompetista, Fats Domino conocería las mieles del éxito masivo a mediados de los años cincuenta, entrando por la puerta grande en las listas de pop con Ain’t that a shame, que posteriormente sería versionada y conducida al número 1 por el inefable Pat Boone. Fue el primero de los más de treinta singles que Domino colocaría en el Top 40 hasta 1963. Unas grabaciones, para las que él y Bartholomew contaron con los mejores músicos de sesión del R & B orleanés, como el saxofonista Alvin Tyler o el batería Earl Palmer. Entre sus éxitos más célebres figuran Blueberry Hill, I’m walkin’, Walking to New Orleans, I´m in love again o Blue monday, este último incluído en The girl can’t help it (1957), probablemente la mejor película de rock & roll.
El periodo más importante de la carrera de Fats Domino termina a mediados de los sesenta, aunque todavía conseguiría otro hit en 1968 con una versión de Lady Madonna, un tema de los Beatles que rinde homenaje a su inconfundible estilo pianístico influenciado por el boogie woogie.
Mientras que muchas otras grandes estrellas del rock suavizaron su estilo al gusto del mercado, Fats Domino se mantuvo siempre fiel a las esencias de su querida Nueva Orleans.