La Vanguardia (1ª edición)

“La muerte es maestra de vida: como vivas, así morirás”

Tengo 66 años. Nací en Nueva York y vivo en California. Soy maestro de meditación zen, dedicado a los cuidados paliativos desde hace 35 años. Estoy casado y tengo cuatro hijos y una nieta. ¿Política? Confío en el ser humano. Soy budista. He acompañado a m

- VÍCTOR-M. AMELA

Acuántos moribundos ha ayudado en su muerte? A más de un millar en estos últimos 35 años.

¿Es una vocación?

Yo tenía 17 años y mi madre falleció. Un par de años después, murió mi padre. De enfermedad. Lo pasé muy mal, pero aquel dolor se convirtió en un regalo.

¿Qué regalo? Quise acercarme a la muerte, ayudar al que muere. Y lo hice, y sigo haciéndolo, y esto me depara la plenitud en la que vivo.

Muerte y plenitud... Contradict­orio. Es lo más congruente del mundo. ¡La muerte es maestra! Nada enseña más que la muerte. Los enfermos terminales a los que acompañé me enseñaron cómo ayudar a otros.

¿Cómo se acercó a los enfermos? Con el corazón, con presencia, escucha, afecto. A mis veintipoco­s años descubrí el budismo zen y la meditación... Y sentí que aquello podía ser útil para ayudar.

¿Qué aprendió del budismo zen? La compasión: todos sentimos el deseo profundo de liberarnos del sufrimient­o, y todos podemos escucharlo y aprovechar­lo para no convertirn­os en sus víctimas. La morfina también ayuda. Contra el dolor físico. Pero... ¿y contra el sufrimient­o psíquico, emocional, espiritual?

¿Cuál es el consejo de oro? Lo imparto a médicos: “Si acompañas a un moribundo, no hables tú: ¡escúchale a él! Y cuando sientas que conviene, tócale”.

Cuénteme una muerte vivida. Rick, enfermo ya terminal de sida, padeció una hemiplejia días antes. A Steven, otro enfermo terminal que yo cuidaba, le propuse: “¿Vamos juntos a despedirle?”. Fuimos a la habitación de Rick, y lo que vi entonces fue...

... ... Yo me quedé en un rincón. Steven y Rick se miraban, sin decirse nada. Se miraban a los ojos, así durante veinte minutos largos...

Se emociona... ...entonces...Rick asintió levemente con la cabeza. Steven dijo: “Fue hermoso”. Y nos despedimos. Rick murió aquella noche. Steven murió pocos días después, con serenidad: lo entendió todo en los ojos de Rick.

¿Qué hay que entender, Frank? Que dejar tu vida aparcada y querer recuperarl­a en el último momento ¡es ridículo! La muerte te sugiere cómo vivir una vida plena.

¿Cómo es una vida plena? Respóndete de muerte: tú ¿qué mismo: querrás imagínate en ese en instante? tu lecho ¿Que Nunca haya está un Porsche de más. en tu garaje, quizá? No, y que créeme: has amado ¡querrás bien! sentir Dos que preguntas eres amado vendrán: ¿soy amado?,¿he amado bien?

La Le muerte creo. es maestra y enseña esto, hazle caso desde ahora mismo: ¡cultiva el amor!

Que ¿Qué todo más es cambio, me enseña que todo la muerte? muta incesantem­ente: ¡si te resistes al cambio, sufrirás!

El mayor cambio, está claro, es morirse. Por eso batallar contra la realidad...es perder siempre. ¡La realidad siempre gana!

Qué putada, ¿no? No. ¿Por qué te gusta más una flor de cerezo que una de plástico? ¡Porque es fugaz! La belleza es perecedera. Si fuésemos inmortales, la vida perdería mucha parte de gracia. Por eso la muerte hace preciosa a la vida.

Buen intento. La muerte te envía cinco invitacion­es para vivir plenamente, para bien vivir. ¿Aceptas?

¿A ver? La primera invitación: “No esperes”. ¡Preséntate ya en tu propia vida! La segunda: “Acepta todo, no rechaces nada”. No significa que todo te guste, sólo que lo confrontes todo, que no rehúyas nada, míralo todo de frente, cara a cara, apréstate a descubrir lo que llegue, sea lo que sea, a asombrarte.

Tercera. “Pon todo tu ser en la experienci­a”. Atendí a un amigo enfermo de sida, sin movilidad, sin habla, con diarreas: le llevaba del retrete a la bañera todo el rato. Esa madrugada yo estaba agotado... Y entonces noté que quería susurrarme algo. Me acerqué a él, y me dijo: “Te estás esforzando demasiado”.

Toma. La pesadilla se disipó. Yo había querido ser el fuerte, el Superman, y rompí a llorar a su lado, en el váter. ¡Entonces sí estuvimos de verdad juntos, de corazón a corazón, como él me necesitaba! Ahí empecé a ser útil.

Quedan dos invitacion­es... “Busca un lugar de reposo en medio de la agitación”. Una anciana moribunda, sentada al borde la cama, sentía asfixia, estaba muy angustiada, y muy arisca. “¿Tiene frío?”, preguntaba la enfermera, solícita. “¿Frío? ¡Estoy casi muerta!”, replicaba ella, cabreadísi­ma. Le pedí que se fijase en ese momentito al final de cada exhalación de aire. Lo hizo. Se apaciguó. El miedo desapareci­ó de su rostro. Había hallado un lugar de reposo. Veinte minutos después, moría, sosegada.

¿Y la quinta? “Cultiva el no saber”. ¡No es ignorancia! Ignorancia es empecinart­e en un saber erróneo. Pero el no saber consiste en abrirte a explorar, en abrir tu mente al asombro. ¡Hazlo! ¡Ya! Así como vivas, así morirás.

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XAVIER CERVERA

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