La Vanguardia (1ª edición)

Coixet: “Lo de Weinstein y Spacey hace años que se sabía”

- Madrid Isabel Coixet, cineasta, estrena ‘La librería’

Através de La librería, que hoy se estrena en los cines de toda España, Isabel Coixet proyecta toda una visión de la vida, en coincidenc­ia con la que hace 40 años expuso la autora de la novela de origen, Penelope Fitzgerald. Se trata de la lucha de una mujer por el proyecto en el que cree contra viento y marea de una sociedad miserable y pacata. Con un plantel de campanilla­s encabezado por los británicos Emily Mortimer y Bill Nighy, más la estadounid­ense Patricia Clarkson, la cinta llega en un momento muy combativo para la directora barcelones­a en particular y para las mujeres del cine en general.

¿Cuál es su personal librería, aparte de sus películas?

Bueno, es que mis películas son mi vida, así que mi librería consiste en seguir haciendo y defendiend­o las películas en las que creo. Cuando estoy en un plató es cuando más feliz soy. Pero sí: la cabezonerí­a, la inocencia y la brújula moral del personaje de esta historia son cosas con las que me identifico desde que leía la novela, hace nueve años. Hablamos de ese alguien que tiene un pequeño sueño y siempre tiene que venir alguien a jodérselo. Algo que yo me he encontrado muchas veces; también por decir lo que pienso o por no comulgar con un canon establecid­o. Va en mi ADN. Desde pequeña, nunca he sido de seguir el rebaño ni de querer hacer lo que todo el mundo. Esta película puede leerse de muchas maneras. Cuando el libro cayó en mis manos la vi como parábola de muchas situacione­s: en la política, la calle, el patio del colegio… Mi conclusión es que uno tiene que seguir haciendo películas, diciendo lo que piensa y abriendo librerías pese a quien le pese.

El filme se desarrolla en una pequeña población rural de la costa inglesa. ¿Hasta qué punto hemos evoluciona­do, en nuestra sociedad urbana, respecto a los comportami­entos cobardes que se muestran en la película?

Hay ciertas pulsiones que en una sociedad pequeña son más fáciles de ver pero que en el ámbito urbano, aunque están más diluidas, también funcionan: el poder de las fuerzas vivas, las personas que callan y aunque no sepan si están de acuerdo con esas fuerzas se suben a su carro, los que giran la cara ante las injusticia­s... Cuando hay menos bulto se ve más claro, pero son actitudes extrapolab­les a comunidade­s grandes y urbanas como las actuales. A ver. Hace dos meses que en Arabia Saudí se concedió permiso a las mujeres para poder conducir un coche. Y desde hace un año tenemos al mando de uno de los países más poderosos a un señor, Donald Trump, que dijo que a las mujeres hay que “grab by the pussy”, agarrarlas por sus partes. Sólo con estas dos cosas está todo dicho.

Y están los acosos.

Sí. Pero los hay en el supermerca­do, en la farmacia, en el hospital, en todas partes. Lo del cine siempre es más vistoso. Pero lo que me parece más espectacul­ar es la relación que Trump ha dejado claro que tiene con las mujeres. A partir de ahí…

Usted es miembro de la Academia de Hollywood. Sobre el escándalo Harvey Weinstein…

Yo a Weinstein le vi una vez robar una chocolatin­a en Barnes and Noble (librería y café) en Nueva York. La cogió, la abrió, se la comió y tiró el papel al suelo. Y ya pensé: “Este hombre no está bien. ¿Qué hace robando una chocolatin­a?”.

Pero eso puede perdonarse. Otras cosas, no. ¿A usted le pilla por sorpresa el escándalo? Fassbender nos declaró hace poco que lo del casting-cama era conocido.

Lo de Weinstein sí que era sabido. Yo hace años que lo oía; muchos años. Además, le llamaban Harvey Manostijer­as porque cortaba las películas como le daba la gana. Es curioso cómo el libro de Peter Biskind (Down and Dirty Pictures) hablaba tanto de esos destrozos pero nada de nada de los abusos de este señor.

¿El runrún apuntaba sólo a Harvey Weinstein?

No. Por ejemplo, lo de Kevin Spacey no me ha sorprendid­o nada en absoluto. Es que ibas al Old Vic de Londres, el teatro clásico del que fue director, y la gente te lo decía.

¿Y cómo es que todo eso ha tardado tanto en surgir?

No sé. Igual que hubo mujeres que denunciaro­n en su día y no se les hizo caso, ahora se ha dado una conjunción astral que ha funcionado. Pero me alucina que se hable tanto de esto, que desgraciad­amente ocurre en todas partes, y casi nada de algo para mí más importante: que sólo el 10% de las películas, el 16% en España, están dirigidas por mujeres. No es un delito, pero sí una tristeza. Y la expresión de un mundo en que las mujeres tenemos poca voz.

Usted ha alzado la suya respecto a Catalunya. Primero para decir que no ser independen­tista no significa ser fascista. Y luego para denunciar los insultos de que era objeto, hasta en la calle. ¿Se arrepiente? ¿Volverá a la carga?

Lo volveré a hacer cuando piense que hay motivos. Lo que pasa es que me he dado cuenta de que da igual lo que digas. Yo nunca me he callado. Siempre he dicho lo que pienso respecto a Catalunya y la independen­cia. Desde que firmé el manifiesto del Foro Babel empezaron los insultos. Es una de las razones por las que no tengo Twitter ni Facebook: no quería servir de capazo para una gente profundame­nte amargada y cruel. Pero no me arrepiento, no. Si me piden un artículo no tengo problema en escribirlo y cuando me preguntan contesto.

Desde la última vez que escribió ha pasado de todo. ¿Cómo ve la situación ahora mismo?

Lo básico se mantiene: la pereza del Gobierno central, que cuando hace algo lo hace tarde y mal; el empecinami­ento del independen­tismo, que llega al extremo con esos alcaldes que se van a Bélgica como si no tuvieran nada que hacer en sus poblacione­s; esa especie de envenenami­ento de la prensa internacio­nal, a la que se venden relatos tan sesgados de qué es Catalunya y cuál es su situación y encaje en España; el retorcimie­nto de la palabra democracia... Porque, de entrada, a Puigdemont, al que casi nadie conocía salvo en Girona, no lo eligió nadie. Y ahora es un mártir autoescogi­do que declara pero no declara la independen­cia. ¿Quién quiere vivir en un país donde a cada rato hay manifestac­iones, huelgas o cacerolada­s? Y nunca había visto banderas españolas en los balcones de Valladolid o Madrid. No sé. Esta mecánica de acción-reacción, este despertar del nacionalis­mo español, que estaba bien dormido y tranquilit­o… ¡A mí esto no me gusta! No es un buen caldo de cultivo para nada.

“A Weinstein le vi una vez robando una chocolatin­a en una librería de Nueva York” “Ese juego de acción y reacción, el retorno del nacionalis­mo español... ¡Esto no me gusta!”

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A CONTRACORR­IENTE / LV ?? Isabel Coixet con Emily Mortimer durante el rodaje de ‘La librería’, la película basada en la obra de Penelope Fitzgerald y protagoniz­ada, además, por Bill Nighy y Patricia Clarkson. El filme llega ahora a las pantallas
Otra evolución que no sigue el...
En el plató. A CONTRACORR­IENTE / LV Isabel Coixet con Emily Mortimer durante el rodaje de ‘La librería’, la película basada en la obra de Penelope Fitzgerald y protagoniz­ada, además, por Bill Nighy y Patricia Clarkson. El filme llega ahora a las pantallas Otra evolución que no sigue el...
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