Premier tambaleante
La UE duda que Theresa May pueda sobrevivir mucho tiempo y se prepara para tratar con otro primer ministro
Theresa May vive sus horas más complicadas a cuenta del escándalo de acosos sexuales en Westminster, el deterioro galopante de la economía británica previo al Brexit y el creciente desbarajuste en el grupo parlamentario conservador.
Comienza una nueva ronda de negociaciones sobre el Brexit en Bruselas, faltan doce días para la presentación de los presupuestos generales del Estado, los ministros caen como rosquillas, Westminster se encuentra sumido en un monumental escándalo de acosos sexuales, la economía del país se deteriora por momentos, el grupo parlamentario conservador se halla en pie de guerra, la mayoría gubernamental es extraordinariamente precaria... Y a todo esto, la primera ministra, desaparecida en combate. ¿Dónde está Theresa May?
May se dedica a apagar fuegos, ejerciendo más de bombero que de premier, pero sin conseguir evitar que las llamas se propaguen por el desolador bosque de la política británica post Brexit. Ayer nombró a Penny Mordaunt, de 44 años, diputada por Portsmouth Norte, como nueva titular de la cartera de Ayuda Internacional, reemplazando a la recién dimisionaria Priti Patel, obligada a presentar su renuncia por haber mantenido durante unas vacaciones en Israel doce reuniones con dirigentes de ese país (incluido el primer ministro, Beniamin Netanyahu) sin informar de ello ni al 10 de Downing Street ni al Foreign Office, en una clara contravención del código de conducta ministerial.
En circunstancias normales, un líder habría aprovechado para efectuar una remodelación ministerial, relevar a los miembros más ineficaces de su Gabinete y traer rostros nuevos. En circunstancias normales, también lo habría hecho la semana pasada, cuando cayó el ministro de Defensa, Michael Fallon, por una serie de acusaciones de acoso sexual. Pero May no se ha atrevido, ni en un caso ni en el otro. El equilibrio de su Gobierno es demasiado precario, como un castillo de naipes o de fichas de dominó. Con los partidarios y enemigos del Brexit marcándose mutuamente, mueves más de una pieza, y todo puede acabar como el rosario de la aurora.
Las caídas de Fallon y Patel muestran el amateurismo del actual Gobierno, y la guerra declarada que se libra dentro de él. Patel, mujer ambiciosa, ha caído porque quería suscribir acuerdos con Israel para asistir a refugiados sirios pasando por encima de la opinión del Foreign Office, al tiempo que se granjeaba la amistad de mecenas judíos que podían serle muy útiles para su carrera política. Y para ello no dudó en aprovechar unas vacaciones para mantener contactos al más alto nivel sin informar ni a May ni al ministro de Exteriores, Boris Johnson, y en visitar incluso los altos del Golán, que Londres no reconoce como territorio israelí. Fallon cayó porque hizo campaña para el cese de la líder de los Comunes, Andrea Leadsom, pero esta fue más hábil y se presentó en Downing Street con un dossier de acusaciones de acosos sexuales contra el titular de Defensa. Su reemplazo por Gavin Williamson ha suscitado enormes críticas.
A todo esto, y en medio del más absoluto caos, Johnson puede haber conseguido que a una nacional británica encarcelada en Irán le caigan cuatro años adicionales de prisión, por haber metido la pata y comentado que se dedicaba a “adiestrar a periodistas”. Que al día siguiente rectificara y dijese que se había “equivocado” difícilmente va a impresionar a los ayatolás. Las indiscreciones del responsable del Foreign Office son legendarias, pero esta vez le puede causar mucho daño a una persona, y, también en circunstancias normales, ya habría sido cesado por un primer ministro con autoridad, que no es ni mucho menos el caso.
Las fuerzas de los escépticos e incondicionales del Brexit están igualadas dentro del Gobierno, y cuan-
Entusiastas y escépticos del Brexit se tienen mutuamente neutralizados dentro del Gabinete
Dos ministros han caído en una semana, pero la premier está débil para poder hacer una remodelación
do los primeros piden la cabeza de Boris (pro Brexit), los segundos demandan la del ministro de Economía, Philip Hammond, a quien acusan de no defender con suficiente entusiasmo las potenciales ventajas de una salida de la Unión Europea dando un portazo. Una salida, por otra parte, que ninguna empresa o foro económico ve (el Parlamento ha decretado la publicación de los informes internos sobre el impacto de la salida de la UE, que pueden ser explosivos).
En este marco de debilidad suprema, sedición, rebelión e incluso guerra civil en el Gabinete, comienza en Bruselas una nueva ronda negociadora del Brexit, la que teóricamente debería desbloquear el impasse y abrir las puertas al comienzo del diálogo para un acuerdo comercial. Pero, según han indicado fuentes oficiales de muy alto nivel en la UE, Bruselas ve muy improbables los avances mientras Londres no ponga la casa en orden. De hecho, se está preparando para la caída del Gobierno de May, la celebración de nuevas elecciones, y la posible victoria de un partido laborista liderado por Jeremy Corbyn. “Todo es posible en este momento –ha señalado ese funcionario–. Que el diálogo se rompa y el Reino Unido se vaya por las malas. O que haga concesiones en la factura de divorcio que pagar, y por fin avancemos. Incluso que haya otro referéndum”.
Al reemplazar a Patel por Mordaunt, la primera ministra ha procurado que todo siga igual. Una mujer por otra mujer. Una partidaria del Brexit por otra partidaria del Brexit. ¿Dónde está Theresa May? En el museo de cera de Madame Tussauds, donde acaba de inaugurarse una estatua suya en la que aparece llena de confianza, con una sonrisa. Más quisiera ella...