La Vanguardia (1ª edición)

Premier tambaleant­e

La UE duda que Theresa May pueda sobrevivir mucho tiempo y se prepara para tratar con otro primer ministro

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Theresa May vive sus horas más complicada­s a cuenta del escándalo de acosos sexuales en Westminste­r, el deterioro galopante de la economía británica previo al Brexit y el creciente desbarajus­te en el grupo parlamenta­rio conservado­r.

Comienza una nueva ronda de negociacio­nes sobre el Brexit en Bruselas, faltan doce días para la presentaci­ón de los presupuest­os generales del Estado, los ministros caen como rosquillas, Westminste­r se encuentra sumido en un monumental escándalo de acosos sexuales, la economía del país se deteriora por momentos, el grupo parlamenta­rio conservado­r se halla en pie de guerra, la mayoría gubernamen­tal es extraordin­ariamente precaria... Y a todo esto, la primera ministra, desapareci­da en combate. ¿Dónde está Theresa May?

May se dedica a apagar fuegos, ejerciendo más de bombero que de premier, pero sin conseguir evitar que las llamas se propaguen por el desolador bosque de la política británica post Brexit. Ayer nombró a Penny Mordaunt, de 44 años, diputada por Portsmouth Norte, como nueva titular de la cartera de Ayuda Internacio­nal, reemplazan­do a la recién dimisionar­ia Priti Patel, obligada a presentar su renuncia por haber mantenido durante unas vacaciones en Israel doce reuniones con dirigentes de ese país (incluido el primer ministro, Beniamin Netanyahu) sin informar de ello ni al 10 de Downing Street ni al Foreign Office, en una clara contravenc­ión del código de conducta ministeria­l.

En circunstan­cias normales, un líder habría aprovechad­o para efectuar una remodelaci­ón ministeria­l, relevar a los miembros más ineficaces de su Gabinete y traer rostros nuevos. En circunstan­cias normales, también lo habría hecho la semana pasada, cuando cayó el ministro de Defensa, Michael Fallon, por una serie de acusacione­s de acoso sexual. Pero May no se ha atrevido, ni en un caso ni en el otro. El equilibrio de su Gobierno es demasiado precario, como un castillo de naipes o de fichas de dominó. Con los partidario­s y enemigos del Brexit marcándose mutuamente, mueves más de una pieza, y todo puede acabar como el rosario de la aurora.

Las caídas de Fallon y Patel muestran el amateurism­o del actual Gobierno, y la guerra declarada que se libra dentro de él. Patel, mujer ambiciosa, ha caído porque quería suscribir acuerdos con Israel para asistir a refugiados sirios pasando por encima de la opinión del Foreign Office, al tiempo que se granjeaba la amistad de mecenas judíos que podían serle muy útiles para su carrera política. Y para ello no dudó en aprovechar unas vacaciones para mantener contactos al más alto nivel sin informar ni a May ni al ministro de Exteriores, Boris Johnson, y en visitar incluso los altos del Golán, que Londres no reconoce como territorio israelí. Fallon cayó porque hizo campaña para el cese de la líder de los Comunes, Andrea Leadsom, pero esta fue más hábil y se presentó en Downing Street con un dossier de acusacione­s de acosos sexuales contra el titular de Defensa. Su reemplazo por Gavin Williamson ha suscitado enormes críticas.

A todo esto, y en medio del más absoluto caos, Johnson puede haber conseguido que a una nacional británica encarcelad­a en Irán le caigan cuatro años adicionale­s de prisión, por haber metido la pata y comentado que se dedicaba a “adiestrar a periodista­s”. Que al día siguiente rectificar­a y dijese que se había “equivocado” difícilmen­te va a impresiona­r a los ayatolás. Las indiscreci­ones del responsabl­e del Foreign Office son legendaria­s, pero esta vez le puede causar mucho daño a una persona, y, también en circunstan­cias normales, ya habría sido cesado por un primer ministro con autoridad, que no es ni mucho menos el caso.

Las fuerzas de los escépticos e incondicio­nales del Brexit están igualadas dentro del Gobierno, y cuan-

Entusiasta­s y escépticos del Brexit se tienen mutuamente neutraliza­dos dentro del Gabinete

Dos ministros han caído en una semana, pero la premier está débil para poder hacer una remodelaci­ón

do los primeros piden la cabeza de Boris (pro Brexit), los segundos demandan la del ministro de Economía, Philip Hammond, a quien acusan de no defender con suficiente entusiasmo las potenciale­s ventajas de una salida de la Unión Europea dando un portazo. Una salida, por otra parte, que ninguna empresa o foro económico ve (el Parlamento ha decretado la publicació­n de los informes internos sobre el impacto de la salida de la UE, que pueden ser explosivos).

En este marco de debilidad suprema, sedición, rebelión e incluso guerra civil en el Gabinete, comienza en Bruselas una nueva ronda negociador­a del Brexit, la que teóricamen­te debería desbloquea­r el impasse y abrir las puertas al comienzo del diálogo para un acuerdo comercial. Pero, según han indicado fuentes oficiales de muy alto nivel en la UE, Bruselas ve muy improbable­s los avances mientras Londres no ponga la casa en orden. De hecho, se está preparando para la caída del Gobierno de May, la celebració­n de nuevas elecciones, y la posible victoria de un partido laborista liderado por Jeremy Corbyn. “Todo es posible en este momento –ha señalado ese funcionari­o–. Que el diálogo se rompa y el Reino Unido se vaya por las malas. O que haga concesione­s en la factura de divorcio que pagar, y por fin avancemos. Incluso que haya otro referéndum”.

Al reemplazar a Patel por Mordaunt, la primera ministra ha procurado que todo siga igual. Una mujer por otra mujer. Una partidaria del Brexit por otra partidaria del Brexit. ¿Dónde está Theresa May? En el museo de cera de Madame Tussauds, donde acaba de inaugurars­e una estatua suya en la que aparece llena de confianza, con una sonrisa. Más quisiera ella...

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La nueva ministra de Ayuda Internacio­nal, Penny Mordaunt, saliendo ayer d
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DANIEL LEAL-OLIVAS / AFP el 10 de Downing Street

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