La Vanguardia (1ª edición)

Carta al padre

- Sergi Pàmies

El viernes que viene se cumplirán diez años de tu muerte. Tenías 93 años y llevabas semanas atrapado en una agonía que el personal del hospital de la Esperança ayudó a dignificar. Tu muerte causó un impacto que fue más allá de la familia, pero la salud y los ánimos de mamá impidieron organizar el funeral que te habría gustado, con puertas abiertas, brindis y Labordeta cantando el Canto a la libertad. Si te sirve de consuelo, sí logramos reuniros a los tres hermanos –Antonio, Joaquín y tú– en el nicho del cementerio, muy cerca de donde están enterrados tus padres y tu hermana Eloísa.

Te escribo porque de vez en cuando hay gente que me interpela para, con buena o mala fe, explicarme qué pensarías y opinarías de la situación política actual. Digo yo que tendrán informació­n privilegia­da porque se expresan con una rotundidad que intimida. En tus últimos tiempos activos, recuerdo que te interesaba­n mucho el Foro Social Mundial, la denuncia de las desigualda­des y la anulación del proceso al president Companys. Y que te mantenías fiel al PSUC-viu, un partido sobre el que decías que a medida que iban muriendo camaradas te daba la sensación de pertenecer más al PSUC-mort que al PSUCviu. Este era tu estilo: lealtad en las conviccion­es y una ironía monumental a la hora de defenderla­s.

Con respecto a las desigualda­des, debes saber que el mundo no ha mejorado. En Catalunya, la causa más potente ha sido el independen­tismo, que ha evoluciona­do con una fuerza multitudin­aria hasta ganar una mayoría parlamenta­ria que –te ahorraré los detalles heroicos y los escabrosos– declaró una república catalana que nació herida y fue duramente desactivad­a por el Estado. Resultado: medio gobierno de la Generalita­t en prisión, el president y unos cuantos consellers –entre los cuales está el hijo de tu querido Comín– refugiados en Bélgica, el autogobier­no intervenid­o y un ambiente cada vez más intransige­nte y sectario. Los que presumen de saber qué harías si aún estuvieras aquí afirman que militarías en el apoyo a los presos y en la defensa del derecho a la autodeterm­inación. Yo no tengo ni idea, pero tampoco te voy a engañar: aparte de llamarme equidistan­te y botifler, me dicen que nunca he estado a la altura de tu legado (ni del de mamá). Y como se me acaba el espacio, unas cuantas noticias: el pujolismo acabó fatal; Raimon se ha jubilado; el presidente de EE.UU. da tanto miedo como el de Rusia, Labordeta murió y el espíritu de la Assemblea de Catalunya, que tanto te esforzaste en difundir, ha vuelto en forma de mala imitación. El Barça es líder de la Liga y el Zaragoza está en Segunda. Tus hijos y tus nietos te echamos de menos, sobre todo cuando comemos huevos fritos clandestin­os o cuando nos interpelan los que afirman saber exactament­e qué harías y qué pensarías. No te preocupes: precisamen­te por respeto a lo que fuiste, ninguno de nosotros ha cometido nunca la aberración de hablar en tu nombre.

Este era tu estilo: lealtad en las conviccion­es y una ironía monumental a la hora de expresarla­s

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