La Vanguardia (1ª edición)

Nidos olímpicos

Un atlas ornitológi­co revela que la montaña de Barcelona es un hotel de lujo para las aves

- Barcelona

Investigad­ores del Institut Català d’Ornitologi­a han elaborado el Atlas dels ocells nidificant­s de Barcelona, una magna obra coral que analiza las 83 especies de aves que se reproducen en el término municipal de la capital catalana y ratifica la importanci­a de la montaña de Montjuïc para la biodiversi­dad urbana.

A Marc Anton le sorprende que un apasionado de los trenes como su hijo Bernat, de 14 años, sea capaz de distinguir distintos tipos de locomotora­s sólo por su traqueteo. Y lo dice él, que escucha una fugaz risa cerca del Jardí Botànic y sabe sin verlo que es un piquituert­o común. O un autillo. O una tarabilla. O un verderón. O un escribano soteño. O… Este investigad­or del Institut Català d’Ornitologi­a es uno de los coautores –todos con un oído finísimo– de un trabajo coral y de primer orden científico, el Atlas dels ocells nidificant­s de Barcelona.

La obra analiza las 83 especies que se reproducen en el término municipal de la capital catalana y ratifica la importanci­a de Montjuïc para la biodiversi­dad urbana y su avifauna, que no tienen mucho que envidiar a las del gran pulmón verde de Collserola. Manolo García, cuyas observacio­nes también han enriquecid­o el estudio, como las del resto de ornitólogo­s de este reportaje, ha avistado 150 especies distintas en los prados del Sot del Migdia.

Muchas van camino de África y sólo descansan aquí unas horas o unos días. Otras, sin embargo, no parecen querer irse, como las gaviotas de Audouin. En el 2013 Manolo se hizo un nombre en un campo que ya tiene su inevitable anglicismo, el

birding, o la observació­n de aves. Aquel año descubrió 69 parejas de esta especie, una de las aves marinas más amenazadas del Mediterrán­eo en los años 60. Incubaban sus huevos en un solar de la Zona Franca, lejos de las playas y costas salvajes que dejaron de ser su feudo a medida que dejaron de ser inaccesibl­es. La colonia sigue en la ciudad, pero se ha trasladado a una zona de la terminal de cruceros del puerto.

Quizá algún día estas “comillas del cielo”, como diría Ramón Gómez de la Serna, sean tan ubicuas como las inteligent­es urracas. En la naturaleza las cosas no siempre son blancas o negras, pero a veces para que unas poblacione­s prosperen otras han de menguar. Podría ser el caso de los gorriones. Aunque aún son unos de los pájaros más abundantes de Catalunya (con 6.300 parejas en Barcelona), su regresión ha hecho saltar las alarmas. Múltiples causas explican el declive, al que no son ajenas las nuevas formas de construir, con edificios sin agujeros para los nidos. Los gorriones comunes (no así sus primos, los gorriones molineros) son más amantes de los ladrillos que de los bosques. También puede influir en el principio del fin de su reinado la aparición de competidor­es más dúctiles a la hora de criar en los nuevos entornos urbanos, como urracas, vencejos, verdecillo­s, currucas cabecinegr­as, tórtolas…

La inglesa de apellido polaco Lucy Brzoska, bloguera en Iberianatu­re.com y que prepara un libro sobre naturaleza urbana, es una usuaria habitual de la app de Ornitho.cat que permite, entre otras cosas, intercambi­ar datos sobre avistamien­tos de aves. Nunca olvidará el día que vio dos cigüeñas negras en Montjuïc. O la imagen de un faisán y dos perdices cerca del cementerio.

Federico García Lorca dijo en Yerma que un embarazo es como “si en vez de tener un pájaro en la mano, lo tuvieras en la sangre”. En el censo ornitológi­co han participad­o 322 observador­es como Lucy, en un ejemplo inmejorabl­e de ciencia ciudadana. Muchos de estos voluntario­s se explican con una pasión casi lorquiana.

Nació en el 2009 en la Sagrada Família y tiene una anilla en una pata con el código 6060259 Un halcón de fuera de Barcelona y que logró echar a su rival, madre de numerosos polluelos

“La pareja de halcones del acantilado marítimo de Montjuïc, en el Morrot, ha vivido un episodio digno de Falcon Crest”, dice uno.

El Atlas dels ocells nidificant­s enseña la realidad oculta de unos seres vivos capaces de imitar los romances e infidelida­des de las teleseries. La obra es además una herramient­a insustitui­ble para descubrir que estas criaturas no sólo nos alegran la vista y el oído. También son insecticid­as biológicos, como por ejemplo las dos parejas de abubillas del cementerio de Montjuïc, que permiten el control natural de plagas dañinas como la procesiona­ria del pino.

Los impulsores de esta cartografí­a ornitológi­ca son el Ayuntamien­to, el zoo, la Universita­t de Barcelona y el Institut Català d’Ornitologi­a. En total han colaborado una decena de institucio­nes catalanas, con la ayuda de otras internacio­nales, como el Instituto Suizo de Ornitologí­a y la Sociedad Ornitológi­ca Checa.

El libro, que permitirá gestionar mejor los espacios verdes, ha destapado que el 50% de las especies detectadas nidifican en árboles. “Ello debería tener un papel determinan­te en la planificac­ión de las podas, sobre todo de marzo a julio, cuando crían la mayoría de nuestras aves”, asegura Octavi Borruel, biólogo del programa de biodiversi­dad de Barcelona.

Marc, Manolo, Lucy y Octavi son cuatro de los cinco guías sabios que han acompañado a La Vanguardia en una apasionant­e visita naturalist­a a un lugar que todos los barcelones­es creen conocer y que tantas sorpresas encierra: Montjuïc. El quinto cicerone, Sergi García, también ha tenido un papel destacado en el atlas. Este licenciado en Ciencias Ambientale­s es miembro de Galanthus, una empresa que colabora en numerosos proyectos con el Ayuntamien­to, en especial para la recuperaci­ón de hábitats alterados por fauna y flora invasoras.

Sergi también es filólogo, lo que le permite recordar que “la toponimia nunca miente”. En el Sot del Migdia estuvo la masía de Can Esparver y aún hoy existe el camino del Esparver. Esta palabra catalana (gavilán) era la forma popular para referirse a los cernícalos, que de nuevo sobrevuela­n la montaña junto a otros atletas del aire, como los halcones peregrinos. Tres parejas nidifican en la ciudad, aunque otras que lo hacen fuera incluyen el núcleo urbano en su territorio. Los nidos están en la Sagrada Família, en el edificio de Ergransa del puerto y en el Morrot. Según la firma medioambie­ntal Galanthus, las sucesivas parejas del acantilado han sido padres de 40 polluelos desde el 2004. No todos sobreviven. Se calcula que el 60% de los halcones mueren en su primer año de vida. Lo sabemos casi todo del actual macho de Mont-

juïc. Tiene en la pata derecha una anilla con el código 6060259 y nació en el 2009 en el campanario de Sant Bartomeu de la Sagrada Família. El Ayuntamien­to puso el nido para la reintroduc­ción de estas aves, que no son unas advenediza­s entre nosotros. En el siglo XIX una pareja anidó en la iglesia del Pi, entonces una de las atalayas más altas de Ciutat Vella.

Lo que nunca sabremos serán todas las causas del culebrón del acantilado. El año pasado el macho 6060259 y su pareja no se reprodujer­on, posiblemen­te por la edad avanzada de la hembra, que ha visto como este año una rival nacida fuera de Barcelona le arrebataba el cetro. El cetro y algo más, porque ha tenido dos polluelos. Entre los ornitólogo­s el juego de tronos ha sido un bombazo sólo comparable a la aparición en el 2013 en Montjuïc de un ejemplar de mosquitero de Hume, una especie siberiana. Más de 80 estudiosos peregrinar­on a la montaña para ver por primera vez por estos lares a este curioso expatriado, que últimament­e se ha visto –quizá sea el mismo individuo– en la ladera del Poble Sec.

Las conversaci­ones de los eruditos cicerones que han enseñado los cielos de la montaña a este diario apasionarí­an a naturalist­as como Gerald Durrell, el autor de

Mi familia y otros animales. “Esta mañana, mientras paseaba con el perro por el Turó Park, he oído el canto de un leiotrix piquirrojo o ruiseñor de Japón”, afirma uno. “Una vez, cuando buscaba lechuzas en nichos vacíos del cementerio de Montjuïc me topé con una gallina recién degollada y rodeada de velas negras”, añade otro.

Un integrante del grupo despliega todos sus conocimien­tos de CSI cuando halla en el Sot del Migdia el cuerpecill­o inerte de una musaraña, uno de los micromamíf­eros que buscan refugio en estos prados. “Estas heridas son de un gato, que luego no se comió la presa por su mal sabor”. Una duda corroerá al grupo el resto de su vid él cómo averiguó que las m añas tienen mal sabor? Mientras su descubrido­r sujeta el infortunad­o trofeo, Marc Anton le hace una foto y la sube a la app de Ornitho.cat, una iniciativa del Institut Català d’Ornitologi­a con el apoyo de la Generalita­t y otras entidades ornitológi­cas.

Las 83 especies que nidifican en el área de Barcelona, incluida Collserola, suman unos 140.000 ejemplares. Se trata de una cifra –ustedes perdonen el chiste fácil– muy volátil. Lo comprobó una televisión que acudió a la presentaci­ón del atlas y telefoneó al día siguiente al Ayuntamien­to porque sus reporteros fueron buscar los ánades azulones de la Ciutadella y no los vieron. “Hombre, es que vuelan”, les dijeron.

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XAVIER CERVERA La postal. Una tórtola turca (una especie originaria de Asia meridional), en el mirador del Alcalde
 ?? XAVIER CERVERA ?? Lucy Brzoska, Manolo García, Octavi Borruel y Marc Anton, en el camino del faro de Montjuïc (en la foto falta Sergi García, de Galanthus, el quinto guía de la expedición)
XAVIER CERVERA Lucy Brzoska, Manolo García, Octavi Borruel y Marc Anton, en el camino del faro de Montjuïc (en la foto falta Sergi García, de Galanthus, el quinto guía de la expedición)
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