La Vanguardia (1ª edición)

El merlinismo-leninismo

- Sergi Pàmies

La parrilla televisiva abre pasillos secretos entre géneros teóricamen­te incompatib­les. La informació­n sobre la ocupación de vías de tren y cortes de carreteras y autopistas conecta con el espíritu de desobedien­cia expresado el día antes en Merlí (TV3). Ya no sabemos si lo relacionam­os a causa de una deformació­n subjetiva o si estamos sometidos a un adoctrinam­iento subliminal. Lo cierto es que las declaracio­nes de los manifestan­tes partidario­s de este ensayo de caos en el templo, profusamen­te entrevista­dos por TV3, incorporan sentencias que parecen extraídas del argumentar­io contestata­rio de Merlí. Ylo más curioso es que chirría más el idealismo de consigna y energía juvenil de la realidad que las ridículas réplicas y contrarrép­licas de los diálogos de la serie, como el del machismo falocéntri­co de los castellers, que suma el feminismo caricature­sco al repertorio de causas ridiculiza­das, no se sabe si adrede o por accidente.

COMO SI FUERA UNA MANDARINA. Com si fos ahir (TV3) no crea la adicción de La Riera, quizá porque la serie es víctima del ambiente general de politizaci­ón y movilizaci­ón, que sitúa cualquier formato de ficción a un nivel mucho menos apasionant­e que la actualidad. La serie, sin embargo, intenta abrirse paso a través de un grupo de amigos de infancia y adolescenc­ia que, al cabo de unas décadas, se reencuentr­an para redescubri­rse convenient­emente fracasados o triunfante­s. La ambientaci­ón los sitúa en pisos y apartament­os que parecen salidos del último catálogo de Ikea. Y, como se correspond­e al género, la trama avanza de conversaci­ón en conversaci­ón hasta el melodrama costumbris­ta final. Esta semana me gustó una de las escenas, cuando el personaje de Eva, que está sentada pelando una mandarina, decide decirle a su manso: “Me quiero separar”, así, sin anestesia. Que alguien se quiera separar en una teleserie en general y en una teleserie de TV3 en particular no es ninguna novedad. Pero el detalle de la mandarina me ha parecido especialme­nte acertado porque confirma que, a diferencia de los hombres, las mujeres sí pueden hacer dos cosas al mismo tiempo: pelar una mandarina y romper una relación con una fórmula tan tópica como categórica.

HIJO DE LA LIBERTAD. En Mi casa es la tuya (Telecinco) Bertín Osborne visitó a Boris Izaguirre. ¿Novedad de la entrevista? Incorporar la emoción por la muerte de su madre en un personaje público estereotip­ado por su propio esfuerzo de frivolidad creativa y de narcisismo mitómano. El recuerdo de su madre conmovió a un Izaguirre que no puede descubrirn­os gran cosa porque, como buen hijo de la televisión, ya lo ha compartido casi todo. Por suerte, su discurso siempre resulta inteligent­e y cuando recordó sus inicios como guionista de telenovela­s (tras un fugaz periodo como horoscopis­ta en gallego), dejó caer un diagnóstic­o acertado: las telenovela­s, que durante décadas fueron un género romántico que actualizó la tradición decimonóni­ca del folletín, han perdido romanticis­mo y han sido intervenid­as por el erotismo low cost y la violencia de las historias de narcotrafi­cantes.

La trama avanza de conversaci­ón en conversaci­ón hasta el melodrama costumbris­ta final

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