Sant Pau abre un área apacible en urgencias para pacientes frágiles
El ritmo habitual desorienta y empeora a la mitad de los mayores
Trece boxes con cama, no con camilla, con butaca cómoda y reclinable para acompañante, luz natural que se puede tamizar con persianas, luces del techo regulables, paredes con paneles antiruido y cortinas de un material absorbente para apaciguar el sonido. Ese es el escenario diferente que ha creado el servicio de urgencias del hospital de Sant Pau para que los pacientes más frágiles no se les pongan peor. Porque necesitan ir al hospital y a urgencias, pero les sienta muy mal.
Llegan en una ambulancia con una crisis respiratoria, cardiaca, una infección, o no pueden andar en ese momento o... A la mitad de los mayores de 65 años que van a urgencias de Sant Pau, el 45% de la clientela, les pasan muchas cosas y se pueden venir abajo por cualquiera de ellas. Y su imprescindible paso por urgencias del hospital les proporciona probablemente reparación de eso que falla, pero también alucinaciones con los reflejos metálicos que provocan las luces permanentemente encendidas sobre su cabeza, desorientación a veces grave por la falta de luz natural que señale el día y la noche, imposibilidad de conciliar el sueño que necesitan para reponerse por el ruido de voces constante del personal de día y de noche, inquietud por tener a su acompañante al lado, a veces de su misma edad, de pie o agotado en una dura silla y en medio del pasillo.
“Toda la noche oyendo ¡sanitario con camilla a la once!”, se quejaba un paciente. Es el ritmo natural. Y les hace daño. Por eso han creado un espacio donde sea posible minimizar las secuelas indeseables de la asistencia que necesitan y donde poder permanecer las 12 o 36 horas que van a necesitar para estabilizarse, sin tener que ingresar. “Intentamos adaptarnos a sus necesidades porque la confusión genera más ingresos, y más ingresos suponen más riesgos de infecciones y deterioro y más mortalidad. Hay que tratarlos de forma diferente y por eso desde el primer momento la atención incluye la valoración funcional, la clasificación de su vulnerabilidad, saber con quién vive y estudiar la medicación que toma que suele ser mucha. Por este motivo en el equipo siempre hay trabajador social y farmacéutico”, aclara la directora de Urgencias, Mireia Puig.
La atención diferenciada a este grupo humano, que ha crecido notablemente en los últimos años –los mayores que llegaban a urgencias sumaban el 38% en el 2011 y ahora son el 45%– y que saben
Sillón de acompañante, luz natural y poco ruido sirven para evitar la confusión del enfermo El ritmo natural de la instalación hace daño a las personas en situación más delicada
que crecerá cada año más, incluye hacerse cargo del paciente de forma completa. No solo de su episodio del día, sino de la búsqueda del lugar donde le van a atender mientras necesite convalecencia y cuidados, sus circunstancias en casa –“una señora con fractura de húmero derecho no es lo mismo que de izquierdo; si no puede hacerse la comida, volverá en unos días deshidratada”–.
Conectan la red de especialistas, médico de familia, cuidadores, residencia, centro sociosanitario... “Buscamos en la visita a urgencias la posibilidad de efectos adversos de medicamentos. Toman muchas medicinas y nos sirve de centinela para detectar si ve mal, si no se toma las pastillas, si se equivoca”, explica Josep Ris, coordinador de procesos asistenciales de urgencias.
Por este modelo de atención adaptada y en red con los centros de primaria y demás servicios relacionados con sus pacientes frágiles, urgencias de Sant Pau ha recibido el premio a Proceso de Atención Urgente en el 41 Congreso Internacional de Hospitales de la IHF (International Hospital Federation) celebrado en Taipei. “Somos pioneros y estamos mejorando resultados”.