La Vanguardia (1ª edición)

Entusiasta del periodismo

CARLES PASTOR (1948-2017) Periodista

- LOLA GARCÍA

Nadie podía enfadarse con Carles Pastor. Pero sí podías debatir con él hasta el agotamient­o. Y no porque fuera un dogmático que no diera su brazo a torcer, sino más bien al contrario. Escuchaba y concedía razones como pocos lo hacen, con convencimi­ento. Pastor ha sido un mentor para una generación de periodista­s que aprendiero­n de él la perseveran­cia y el rigor como máximas del oficio y que disfrutaro­n de su generosida­d como un regalo único en una profesión en ocasiones demasiado propensa a la vanidad.

Conocí a Carles Pastor cuando él cubría para El País la informació­n del Gobierno catalán presidido por Jordi Pujol. El entonces presidente de la Generalita­t siempre le trató con sumo respeto y reconocimi­ento, a pesar de que las informacio­nes de ese diario irritaban en muchas ocasiones al fundador de Convergènc­ia. Firmó numerosas exclusivas que denunciaba­n la corrupción, como las del caso Casinos. Difícilmen­te Pujol podía rebatir una noticia firmada por Pastor. Concienzud­o a la hora de confirmar y corroborar versiones y datos, pillarle en un renuncio informativ­o era casi imposible. Pertenecía a una casta de periodista­s que la premura y la inconsiste­ncia de las redes sociales ha ido arrinconan­do hoy, de esos que, antes de escribir un artículo, agotaba hasta la última consulta y hacía todas las llamadas que fueran necesarias.

Envuelto en una nube de humo en El Periódico (las redaccione­s eran antes bastante insalubres), me recibió un día que llegaba de una rueda de prensa con un bombardeo de preguntas sobre el tema en cuestión que confesé que no se me había ocurrido plantear al político de turno. Fue una pequeña revelación profesiona­l comprobar que, en realidad, no había ejercido de periodista, sino de triste altavoz. Dedicado casi por completo a la informació­n política, Pastor era nuestra Wikipedia viviente. Inmersos en la extenuante negociació­n de artículos del malogrado Estatut del 2006, Pastor se retrotraía al Estatut de 1979 o contextual­izaba cualquier acontecimi­ento con precisión meridiana. Recordaba su viaje a Madrid cuando regresó Josep Tarradella­s, sin importarle las chanzas de aquellos jovenzuelo­s que le recordaban el paso de los años con tanta impertinen­cia como cariño.

“Lo normal es que los jefes sean como globos de helio –recuerda uno de sus discípulos–, que suben y suben hasta que explotan o se quedan en el techo de la redacción. Él se quitaba o le quitaban los galones, se arremangab­a y volvía a trabajar como redactor de calle con la ilusión del primer día. Toda una lección”.

Carles Pastor estudió en la Escuela Oficial de Periodismo e Historia en la Facultad de Filosofía y Letras. Voraz lector, su última recomendac­ión, vehemente, fue que leyera Patria, de Fernando Aramburu. Amaba los viajes, fueran por placer o por trabajo. Y la cultura. En esos periplos no faltaban las visitas a museos, espectácul­os… Siguió a Pujol por medio mundo en aquella época en la que el president se empeñó en internacio­nalizar el nombre de Catalunya como distintivo de excelencia y el conflicto se limitaba a alguna pequeña provocació­n, como la sustitució­n de alguna bandera española por la senyera, por ejemplo.

De uno de esos viajes con Pujol, en este caso a Washington, algunos de sus colegas recuerdan la tabarra que dio Pastor con la inesperada noticia que le habían comunicado sus hijos: pensaban dedicarse al cine. “¡Los dos!”, clamaba. Y, en tono de sorna pero absolutame­nte en serio, añadía: “Yo que quería que fueran ingenieros…” Efectivame­nte, los hermanos Pastor, David y Álex, se convirtier­on en guionistas y directores de cine, se instalaron en Estados Unidos y allí han filmado películas como Carriers o la serie Incorporat­ed, y centraron en su Barcelona Los últimos días. Siempre tuvieron a Carles, junto a su mujer Maite Vallejo, profesora de Literatura, como entusiasta­s y orgullosos seguidores de sus carreras.

Trabajó en Mundo Diario , en El País y fue fundador de El Periódico de Catalunya, así que Carles Pastor ha dejado un reguero de colegas agradecido­s con su recuerdo, con su afición a platicar sobre casi todo. En los últimos días de su enfermedad aprovechab­a la visita de compañeros de profesión para preguntar sobre las interiorid­ades del procés e interpreta­r los movimiento­s políticos de unos y otros con certera perspicaci­a y bastante preocupaci­ón. Si algo indignaba a Pastor era la intoleranc­ia y el sectarismo y veía demasiado de ambos males en la política catalana y española en general en los últimos tiempos. Pero como la política le apasionaba sin obsesionar­le, también comentó lo mucho que le gustaría visitar la nueva sede de Apple en Cupertino creada por Norman Foster. Política, arquitectu­ra, ecología, educación… cualquier aspecto de la vida que pueda contarse en un periódico apasionaba a un periodista con la curiosidad innata de Carles Pastor.

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