Viviendas de combate
Es infrecuente que un proyecto reciba un premio antes de ser terminado. Pero eso es lo que les ha ocurrido a las viviendas de La Borda, que empezaron a construirse la pasada primavera y no se acabarán hasta la próxima. Este ha sido uno de los cinco proyectos presentados por Barcelona (y galardonados) en la reciente Bienal de Buenos Aires, junto a la Torre Júlia, el conjunto de Fort Pienc, Fabra & Coats y la restauración del mirador del Turó de la Peira. Es decir, proyectos de alto contenido social, que el actual Ayuntamiento presenta como su bandera arquitectónica.
La singularidad de La Borda no termina aquí. De hecho, se presenta como la primera cooperativa barcelonesa de vivienda de nueva planta en suelo público. No nació como oferta de mercado, sino como respuesta a las necesidades de los vecinos. No es un bloque de viviendas más, sino de combate contra los especuladores, construido por una cooperativa, donde la propiedad es colectiva y los pisos se entregan en régimen de cesión de uso: los ocupantes no pueden venderlos ni alquilarlos a precios más altos que los estipulados por la comunidad. El objetivo es bloquear cualquier posibilidad de especulación para sus 28 pisos (con superficies de 40, 60 y 77 metros cuadrados), porque aquí se prima el valor de uso de la vivienda, y no el de cambio o consumo.
Estos planteamientos políticos han llevado a buscar un máximo confort al mínimo precio económico y medioambiental: los cincuenta cooperativistas obtendrán su vivienda de por vida mediante una derrama inicial de 18.500 euros y una mensualidad de 420. También han marcado el proyecto del edificio, en el que han intervenido desde primera hora. Y han sido determinantes en su configuración conceptual, guiada por criterios de eficiencia energética y sostenibilidad. De ahí que el edificio carezca de aparcamiento subterráneo y que incluya zonas comunitarias para patios, terrazas, lavandería, cocina-comedor, habitaciones de invitados, zonas de almacenaje, etcétera.
En términos arquitectónicos, La Borda se distingue por su planta tipo corrala, alrededor de un patio central que sube las siete plantas del edificio, y cierra la fachada. Toda la estructura y tabiquería es de madera, con escasa presencia del hormigón, salvo en el nivel inferior, que ofrece un paso público entre la calle Constitució y el recinto de Can Batlló, donde se integra, física e ideológicamente, La Borda.