Todo sucede en un instante
Josep Font
Todo sucede en un instante. No controlas ese instante y pierdes tu oportunidad. Eso es la esencia del rendimiento. Quizás estabas demasiado nervioso, quizás no habías previsto con suficiente precisión lo que tenías que hacer, quizás no pusiste tu cuerpo a punto para ese instante… Sea como sea, las largas horas de esfuerzo, el tesón y la dedicación, la voluntad por conseguir habrán sido en vano, porque no has controlado ese instante.
¿Completamente en vano? No, completamente no. Si de ese intento fallido somos capaces de extraer conclusiones verdaderamente útiles para el futuro; si somos capaces de aprender de nosotros mismos, de cómo actuamos y de las consecuencias de nuestras acciones, entonces el intento no habrá sido completamente en vano. Porque, aun fallando, eso nos hace mejores.
La dificultad para afrontar una situación de rendimiento (una competición crucial) estriba en que somos conscientes de lo que nos jugamos. Conseguir o no el objetivo es muy importante, sin duda, pero es una cuestión totalmente irrelevante para actuar de la manera adecuada en el instante. Lograr el objetivo o no es algo que puede suceder en el futuro, que además no depende totalmente de nosotros mismos (los demás también compiten). De manera que centrarnos en esa idea hará que afrontemos la competición como una “amenaza”. Eso además es especialmente cierto cuando somos los favoritos, los líderes o los virtuales ganadores que debemos defender una posición o un estatus. Una vocecita en nuestro interior nos dice que “no podemos perder” (¡y también se lo oímos decir al público, a los medios o incluso a nuestro propio equipo!). Sin embargo, sabemos perfectamente que eso no es cierto: “Siempre podemos perder”. La consecuencia lógica de ese enfoque es el estrés, la alteración emocional y una serie de efectos que en nada ayudan a rendir, puesto que bajo ese estado alterado la probabilidad de cometer errores es mucho mayor. Pilotamos rígidos, sin sensaciones, atenazados por el miedo, por los pensamientos, y realmente poco atentos a lo que sucede en el presente.
Lo adecuado, lo que en estas situaciones consiguen hacer los mejores, es percibir esa situación como un “reto”. Pero el error más frecuente es creer que el reto es ganar la carrera o el campeonato. Pensar que el reto es ganar es lo mismo que querer ganar: no aporta nada nuevo y no aparta de nuestra mente la posibilidad siempre cierta de no conseguirlo.
Un reto tiene que consistir en “hacer cosas”, acciones concretas que ejecutar de una manera concreta en instantes concretos. Como una o dos ideas claras sobre cómo responder en, como mucho, un par de escenarios posibles; y quizás alguna sensación personal que permita al piloto mantenerse centrado en su pilotaje. “El reto es acción” y eso es lo que permite al piloto mantenerse focalizado en su actuación.
La clave es: creyendo que se puede ganar, aceptar que se puede perder y acto seguido mantenerse centrado en el reto de llevar a cabo la acción. Y por supuesto aceptar el riesgo de que cualquier cosa puede suceder siempre. ¿No es por eso que amamos la competición?
Afrontar la competición como una amenaza es cierto cuando somos los favoritos; lo adecuado es percibirlo como un reto