Amor por el ensayo
Comentando el último partido del Manchester City con el periodista David Torras, flamante director de comunicación del Girona, me explicaba que en un entrenamiento reciente de los azules había visto a los jugadores, bajo las órdenes de Guardiola, repetir muchas veces un mismo movimiento, coordinado entre ellos, con el fin de contrarrestar los del equipo adversario, y que unos días más tarde, en el transcurso del partido, pudo ver cómo se aplicaba punto por punto. Entre las cualidades que un técnico tiene que tener para competir al más alto nivel hay esta lectura en abstracto del juego del rival y, claro, la capacidad de transmitirla a los jugadores con el fin de que la puedan identificar ellos mismos durante la contienda. Quizás ya no hay que defender la complejidad y la sofisticación de este deporte contra los que lo consideran un pasatiempo disparatado. Pero a quien pretenda comparar a un técnico con un director de orquesta, como se ha hecho tantas veces, para prestigiar el fútbol, le tendremos que recordar que las orquestas no cambian en directo pasajes de la partitura en función de la música que le oyen tocar a una eventual orquesta rival. Pero creo que esta asunción natural de la repetición y del ensayo como un recurso para interiorizar y aprender a gestionar la complejidad habla muy bien del deporte. Quien ensaya tiene tanto de humilde como de ambicioso.
A Ray Kurzweil no le gusta la definición de tecnología como la creación de herramientas para adquirir control sobre nuestro entorno. Dice que hay muchos animales que utilizan herramientas. Lo que nos hace humanos es la aplicación del conocimiento, del conocimiento acumulado, para la confección de herramientas. Tras la repetición y el ensayo está la idea de que el
Las orquestas no cambian en directo parte de la partitura en función de la música que toca una eventual orquesta rival
aprendizaje es acumulativo. Ensayar es programar cuerpo y mente para desarrollar una tarea imposible de realizar sin la práctica previa. Es la manera que tenemos los seres humanos de hacer posible lo imposible. Aquí hablamos de fútbol. Pero como si lo hiciéramos de música. La jugada se ensaya como una coreografía para que todo el mundo tenga claro qué tiene que hacer, por dónde se tiene que mover, cuándo puede mirar al compañero, a quién puede dejar pasar, para descartar alternativas y economizar esfuerzos, a base de cansarse repitiendo. Finalmente el gesto es tan preciso, llega tan filtrado por el millar de veces que lo has realizado, que puedes dar la mínima curva, el mínimo giro de muñeca, el menor desplazamiento lateral. Entonces llega la elegancia, como resultado de hacer sencillo lo que parece complicado. Pero tú sabes que has aprendido a escoger el camino más corto a base de descartar uno por uno los otros y sus combinaciones. El talento es el amor que pones, la determinación de seguir ensayando mientras todo el mundo descansa.