La Vanguardia (1ª edición)

Taquicardi­as

“Igual me equivocaba”, dice Toni Artero: era árbitro asistente pese a una lesión cardiaca

- Blaise Pascal Sergio Heredia

En la mesa del despacho, Toni Artero (51) conserva una foto.

Son los prolegómen­os de un Milan-Bayern. Cuartos de final de la Champions League, en el 2007. Partido de ida. En la imagen aparecen los capitanes, Maldini y Kahn. Y el árbitro: Mejuto González. Y a los lados, los asistentes. Uno de estos es Toni Artero.

Ese día, en pleno partido, Artero sufrió una taquicardi­a. –Y no era la primera ni la última –dice. –¿Y qué pasó? –Que nadie se enteró, como siempre. –¿No se paró el encuentro? –Se lo repito: nadie se enteró. Dice que lo disimulaba muy bien. Que seguía moviéndose, corriendo la banda, atento al partido. En la medida de lo posible, claro...

–Al final, la taquicardi­a me venía siempre, en casi todos los encuentros. Y también en muchos entrenamie­ntos. –¿Y cómo lo sabía? –Llevaba pulsómetro. Los números cantaban. Y mucho.

De repente, el pulso se le disparaba. Pasaba de los 130 latidos por minuto, parámetros habituales en el arbitraje, a los 220.

–Venía la flojera en las piernas. La visión se volvía borrosa. Sentía cómo el corazón se me disparaba, se salía del pecho. Y probaba trucos que había leído por ahí. Me frotaba los ojos, por ejemplo. Pero nada, me pasaba unos cuantos minutos así, en las 220 pulsacione­s. Cuatro o cinco minutos. A veces más. –¿Y por qué no paraba el partido? –¿Cómo iba a pararlo? Había 70.000 espectador­es en las gradas. No era un partido de regional, que lo puedes interrumpi­r un rato y ya está. Había demasiada responsabi­lidad, demasiado en juego. –¿Y nadie se daba cuenta? ¿En serio...? –Alguna vez, algún jugador se me había acercado. Alguno que me veía pálido, más parado de lo normal. Una vez quien se me acercó fue Caparrós, cuando entrenaba al Deportivo... ‘Nada, nada, todo bien’, le respondí yo. Sabía que al cabo de un rato, la crisis pasaría.

–Y durante esa crisis, ¿usted era capaz de controlar el campo? ¿No cometía errores?

–Nunca los cometí. No recuerdo que nadie se quejara. Y lo llevé en silencio. El Comité Técnico de Árbitros sí lo sabía. Pero se comportó muy bien conmigo. Me dejaba arbitrar. Es cierto que yo superaba cuatro duras pruebas físicas al año. Pero aun así, el comité me podía haber tumbado. Y yo vivía de aquello, no lo olvide.

Toni Artero aún era un adolescent­e de trece años cuando decidió dedicarse al arbitraje. Pitaba en el patio del colegio, en el Menéndez Pelayo de Mataró. –¿Y eso? –Jugando no era el mejor... No lo sé, me gustaba arbitrar.

Alguien le vio y lo federaron. Pasó a pitar partidos de críos más pequeños que él.

–Eso es fundamenta­l: si son mayores que tú, no te respetarán –aclara.

Y así fue saltando, de categoría en categoría. En el 2005 ya asistía en partidos internacio­nales clasificat­orios para la Eurocopa del 2008. Todo el tiempo viajando. Y con las taquicardi­as a cuestas. –No me acuerdo de la primera taquicardi­a. Pero sí recuerdo el momento en el que decidí que aquello no podía seguir así. Porque la patología no salía en las pruebas. Era indetectab­le. No aparecía en los electros, ni en las pruebas de esfuerzo. Pero yo ya no lo veía claro. Entendía que me podía quedar en alguno de esos ataques.

Entonces fue a la Blume de Barcelona, a ver a Ricard Serra Grima.

–Serra me corroboró: ‘No puedes seguir así’.

En un monitor holter, apareció un problema en el sistema eléctrico del corazón. Serra le habló de una técnica innovadora. Se podían quemar unas terminacio­nes de la vena femoral. Una ablación.

Ingresó en el hospital de Sant Pau. Pasó tres horas en el quirófano. Fue un conejillo de Indias.

–Yo era uno de los primeros en someterse a una cirugía de estas caracterís­ticas. Quemaron el nervio, y listos. Adiós a las taquicardi­as. –¿ Y ya está? –Al mes ya me entrenaba con normalidad. En el primer entrenamie­nto iba asustado, mirando el pulso a cada momento. Pero nada, todo bien.

Así que siguió entrenándo­se a fondo. Lo hacía cinco días a la semana. Se sometía a tiradas largas, y a series en las pistas de atletismo. Levantaba pesas...

–Un asistente corre alrededor de nueve kilómetros por partido. Lo hace en sprints cortos. Debía estar preparado. –Antes de operarse, arriesgó mucho... –Yo era un ignorante. Serra me abroncó. Ahora lo pienso: ‘por ignorante, me podía haber muerto’. Pero también me estaba jugando el trabajo, oiga. Se retiró en el 2011. –No se lo va a creer: me falló la rodilla. Ahora es el gerente de la Mutua Catalana de Futbolista­s. En ese despacho luce la foto del Milan-Bayern. Y en los fines de semana mata el gusanillo: es delegado informador de árbitros de Primera División.

–Yo no voy al fútbol de espectador. Voy de notario. Observo a los árbitros, tomo notas y los evalúo.

El tema del VAR lo dejamos para otro día.

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LA VANGUARDIA Artero, a la derecha con el banderín naranja, en un Madrid-Villarreal (2008)
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