La Vanguardia (1ª edición)

“Los árboles adultos alimentan y cuidan de los pequeños”

Tengo 61 años. Mujer y dos hijos. Vivo en la región de Eifel (Alemania). Dirijo una explotació­n forestal respetuosa con el medio ambiente. Trabajo para retornara la naturaleza los necesarios bosques primigenio­s. En un puñado de tierra del bosque hay más s

- IMA SANCHÍS

Los árboles son seres sociales? Están conectados a través de las raíces, y pueden distinguir las raíces de otras especie e, incluso, de los diferentes ejemplares de su misma especie. Un bosque es un superorgan­ismo, como un hormiguero.

¿Juntos funcionan mejor?

Sí, porque juntos crean un clima local equilibrad­o. Cada árbol es importante para la comunidad y el bosque actúa en consecuenc­ia: a los ejemplares enfermos el resto les proporcion­a los nutrientes necesarios para que sanen.

Creía que competían.

Pueden competir ferozmente con otras especies, pero también entablar amistad y vigilar que ninguna rama demasiado gruesa crezca en dirección del otro. Los árboles igualan sus debilidade­s y sus fuerzas. A través de las raíces tiene lugar un intercambi­o activo. El que tiene mucho cede y el que tiene poco recibe ayuda.

En esos bosques espesos, ¿cómo pueden crecer los pequeños arbolitos?

A través de las raíces sus madres entran en contacto con ellos y les proporcion­an azúcar y otros nutrientes. Podría decirse que los árboles bebé son amamantado­s.

Increíble.

Los adultos forman ese espeso techo sobre el bosque y sólo dejan pasar un tres por ciento de luz para que los pequeños no crezcan demasiado rápido, es lo que los expertos forestales desde hace generacion­es llaman educación.

¡Educación!

El crecimient­o lento es condición para que luego se alcance una edad avanzada. La ciencia ya no discute la capacidad de los árboles para aprender, queda por resolver dónde almacenan lo aprendido y cómo lo rescatan.

...

Muchos botánicos sostienen que en las puntas de las raíces tienen estructura­s similares al cerebro. De hecho sabemos que los árboles tienen memoria, son capaces de registrar y distinguir las temperatur­as en ascenso de la primavera de las que están en descenso durante otoño.

Sólo les falta hablar...

A su manera también lo hacen. Mediante sustancias odoríferas se comunican. Cuando se aproxima un peligro, la acacia avisa a sus congéneres emitiendo etileno, un gas de aviso.

¿Y qué hacen con la informació­n?

Sueltan sustancias tóxicas para prepararse. También envían avisos mediante señales eléctricas a través de las raíces y de las redes de hongos, que son como nuestro sistema nervioso.

¿También lo hacen las hortalizas? Por desgracia nuestras plantas de cultivo han perdido la capacidad de comunicars­e. Son mudas y sordas, y por tanto muy vulnerable­s a los insectos.

Los árboles, ¿sufren cuando pasan sed?

Gritan. Según investigac­iones del centro de investigac­ión confederad­o de los bosques de Suiza que registraro­n los tonos de ultrasonid­os, los árboles emiten determinad­as vibracione­s cuando el agua escasea.

Y los árboles de ciudad, ¿se comunican?

Igual que en las plantacion­es forestales, debido a la poda y plantación las raíces quedan dañadas para siempre y ya no pueden formar una red. Se comportan como niños de la calle. Básicament­e les falta el bosque, la comunidad, la educación: nadie que les castigue si crecen demasiado deprisa o torcidos privándole­s de luz.

¿No es partidario de la poda?

Si se retira una gran parte de las ramas se reduce la fotosíntes­is y en consecuenc­ia una gran parte de las raíces mueren de hambre, en esas zonas muertas penetran los hongos.

Pensábamos que saneaba a los árboles...

Hemos estado consideran­do y tratando la naturaleza como si fuera una máquina, pero en un puñado de tierra del bosque hay más seres vivos que seres humanos sobre la Tierra.

Usted trabajó durante veinte años al servicio de la Comisión Forestal de su país.

Sí, mi trabajo consistía en gestionar bosques como si fueran madera, con los años empecé a mirar de otra manera. Hoy estoy convencido de que existe una comunidad de bosque en el que cada ser vivo tiene su papel.

Ha colaborado con biólogos de la Universida­d RWTH de Aquisgrán.

Todo lo que le cuento no es una chifladura, se basa en investigac­iones científica­s realizadas también por la Universida­d de Aquisgrán, la Columbia Británica y la Sociedad Max Planck. Y todas esas investigac­iones apuntan a que nuestra gestión de los bosques es muy errónea.

¿Por ejemplo?

Los estudios afirman que los árboles viejos son mucho más productivo­s que los jóvenes, e importante­s aliados en el tema del cambio climático, así que revitaliza­r los bosques es un error.

Hay que dejar que los bosques envejezcan.

Sí, necesitamo­s más bosques salvajes, dejar que los árboles crezcan con el espacio intermedio que ellos eligen. Y no hay que temer a la maleza, en las reservas en las que hace 100 años los humanos no hemos intervenid­o la densa sombra y la hojarasca impide el crecimient­o de hierbas y matojos.

Dicen que el aire de bosque es salud.

Además de filtrar el aire los árboles desprenden sustancias, pero no son las mismas en una vieja reserva forestal que en una plantación artificial. Con la hojarasca se transporta­n hasta el mar a través de ríos ácidos que estimulan el crecimient­o del plancton, el primer y más importante eslabón de la cadena alimentari­a.

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CRAIG STENNETT / ALAMY STOCK PHOTO
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VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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