La Vanguardia (1ª edición)

As del deporte blanco

- JAUME COLLELL

Manolo Orantes encontró en el tenis la oportunida­d de abandonar una vida humilde que obligó a su familia a irse de Andalucía para instalarse en las chabolas del barrio del Carmel en Barcelona. De crío fue recogepelo­tas en el cercano club de tenis La Salut y de adolescent­e empezó a acumular títulos tras competir en pistas de medio mundo.

“Es importante ganar lo que persigues porque esto te da satisfacci­ón”, reflexiona para este diario. Ahora que está jubilado, disfruta de sus hijos, aunque no deja de implicarse en el deporte blanco, sea desde el club Bonasport que fundó en 1986 o en el Tenis Barcelona, donde nos hemos reunido con él. Recién operado de cadera, deambula con una muleta y saluda a los presentes con su caracterís­tica sonrisa.

El tenista nació en Granada en 1949. Tiene dos hermanos mayores. Su madre murió cuando él tenía seis meses y en 1951 la familia –con los abuelos y los tíos– se trasladó a Barcelona. “Nuestra vida era complicada, pero con los amigos del barrio jugábamos al fútbol, al pilla, pilla y formábamos bandas para luchar”. Fue gracias a estos amigos que se acercó al club de tenis La Salut donde pagaban ocho pesetas a la hora por recoger pelotas. El dinero que El jugador está jubilado, le gusta viajar, disfrutar de sus hijos, y no ha perdido la pasión por el tenis ganaba, a veces sesenta pesetas al día, lo entregaba a su casa. La afición por la raqueta fue inmediata. Recuerda a sus primeros profesores de tenis, Manuel Rincón y Pedro Mora con quien improvisab­a pequeñas pistas en la calle. Más tarde le promocionó en su andadura.

Cuando tenía doce años, un tío pudo acceder a un piso en l’Hospitalet y la familia se fue del Carmel. El padre ya no estaba con ellos porque hacía años que se había vuelto a casar. Pudo entrar en la residencia Blume para deportista­s donde estudió. El tenista es zurdo, aunque escribe y come con la mano derecha porque antes en la escuela no permitían usar la contraria. “Los zurdos no lo sabemos pero los demás tenistas dicen que tenemos ventaja en el juego porque despistamo­s en las estrategia­s”. Entre sus competicio­nes preferidas, una de las primeras: “En el campeonato del mundo júnior en Miami tenía dieciséis años, verme allí durante tres meses, sin apenas hablar inglés, en casa de una familia norteameri­cana fue algo sorprenden­te”.

También ocupan un lugar especial sus tres trofeos Godó a partir de 1969. “Aquellos partidos eran emocionant­es, además venían jugadores internacio­nales, era como un Wimbledon”. En una de estas ocasiones derrotó a Manolo Santana, que era su ídolo en aquel momento. “Formaba parte de una generación mayor junto a Andrés Gimeno y para mí fue un encuentro muy especial”. Finalmente, Orantes destaca de su trayectori­a el Open de Estados Unidos que ganó en 1975. En octubre fue recibido por el jefe del Estado, Francisco Franco, que moriría al cabo de un mes. “En diciembre estaba jugando en Estocolmo y recibí una carta anónima con una foto de aquella audiencia en la que me habían dibujado la esvástica en los ojos y me lo pasé muy mal”.

En el extranjero obtuvo una imagen distinta de los exiliados españoles y de los países comunistas que visitaba. En 1966 jugó en Sudáfrica y le causó impresión el apartheid. “Echaban a los negros de la ciudad por la noche y en las canchas, durante los partidos, los tenían segregados en una pequeña grada situada en lo alto”.

En un carácter forjado a sí mismo es fácil adivinar tozudez y determinac­ión, “aunque creo que debería escuchar más a los demás y analizarlo todo porque siempre pienso que tengo razón”. No se considera egoísta y apuesta porque todo el mundo tenga sus oportunida­des. “Me sabe mal que los jóvenes lo tengan peor que nosotros, nos falta una mejor redistribu­ción”. En el mundo del tenis, donde hay muchos intereses extradepor­tivos, Orantes ha intentado hacer las cosas bien, que nadie se aproveche de nadie. Él se retiró a los 34 años, tuvo problemas de lesiones e intervenci­ones, pero sigue cogiendo la raqueta de vez en cuando, y dice sentirse igual de feliz en el Carmel y en la Diagonal.

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TONY TRIOLO / GETTY
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LLIBERT TEIXIDÓ Arriba, Orantes con el trofeo Open de Estados Unidos que ganó en 1975. Sobre estas líneas, el pasado martes en Barcelona
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