El Jardín Circunflejo

Xavier Vilató, pintor y ceramista francés, tiene la presencia de un descendiente de Luis XIV, pero es más hombre de lunas que de soles. Quizá porque el Sol fue símbolo de faraones, emperadores y reyes y la Luna sigue siéndolo de brujas y, además, sabe deshilachar las tinieblas. Si cito aquí a Luis XIV, el llamado Rey Sol, es porque fue él quien ordenó la creación de los jardines de Versalles. Antes vio los jardines del palacio de Vaux-le-Vicomte, los envidió, se indignó, metió en la cárcel a su propietario, Nicolas Fouquet, que era su intendente de finanzas, y ordenó a los mismos artistas que crearan los suyos, los de Versalles. El Jardín Circunflejo de Xavier, que está instalado en Gallifa, en la fundación Llorens Artigas, es muchísimo más sugerente e incluso inquietante. Sobre todo cuando se visita de noche y con una luna oportuna.

Es en los ojos claros de Xavier Vilató donde mejor se intuye que es hombre de emociones ese Jardín Circunflejo, en el que distinguí la sombra de Homero, quedé atrapado por cierto vigilante nocturno, tocado con un sombrero de tres picos, que alumbra al visitante con un farol. En ese personaje, que suena a Mozart, creí ver a un amigo del pirata Long John Silver. Y determinadas calles oscuras de Edimburgo. Las calaveras que aparecen en el Jardín Circunflejo no son cosa de la moda. En cierta ocasión Xavier se preguntó cómo debería ser el cráneo de un cíclope. Y es por eso que algunas de sus calaveras lo son de cíclopes, que tal vez conocieron el jardín de las Hespérides. Posiblemente ese mítico jardín se parecía al de este artista francés. El destino quiso que Xavier se encontrara con Joan Llorens, escultor, ceramista, hijo de Josep Llorens Artigas y el único mortal que se atrevió a cortar las puntas del bigote de Dalí. Aquello ocurrió en Nueva York. Todos los grandes artistas contemporáneos pasaron y siguen pasando por el taller de cerámica de Llorens Artigas, que desde hace años lo