La Vanguardia (1ª edición)

“Una relación no es un permiso para siempre”

Sarah Vaughan, autora de ‘Anatomía de un escándalo’

- NÚRIA ESCUR Barcelona

Si pudiera escoger qué novela escribir dentro de 20 años, que fuera reflejo de la realidad, “elegiría una donde mi hija pudiera caminar por la calle, sin temor a que la acosen, sin tener que agarrar fuerte las llaves si ya es de noche, sin ser siempre consciente de la mirada masculina”, explica Sarah Vaughan, la mujer que ha revolucion­ado la ficción adelantánd­ose a la realidad con Anatomía de un escándalo (Roca Editorial).

La vida de Sophie parece perfecta hasta que su marido –secretario de Estado del Gobierno británico, padre ideal y leal amigo del primer ministro británico– es juzgado por la violación de una de sus colaborado­ras... El grupo de Los Libertinos se inspira en Bullingdon Club, un exclusivo club masculino. Algo así como El club de los niñatos poderosos al que perteneció incluso David Cameron. “Lo conocí personalme­nte, dudo que haya leído el libro”.

Sarah Vaughan creció en Exeter. Lectora voraz sólo sintió que “encajaba” al llegar a la universida­d de Oxford, donde estudió Literatura inglesa. Correspons­al política para The Guardian, es madre de dos hijos, vive en Cambridge y escribió su primera novela a los cuarenta .

No se llama Sarah Vaughan.

Me llamo Sarah Hall y así firmaba en The Guardian hasta que supe que había otra novelista con ese nombre. Si usted me busca por internet lo primero que aparece es esa gran cantante de jazz.

Sólo tres páginas antes de acabar el libro el lector entiende por qué la figura del abogado, Kate, debía ser una mujer.

Los hombres acusados de asesinato, violación o abuso de niños prefieren que les defienda una abogada. Creen que los miembros del jurado pensarán: “Ninguna mujer defendería a un hombre de estos horrores si no estuviera convencida de su inocencia”.

¿Pasó usted por alguna situación similar?

Nunca me han violado. Pero como muchísimas mujeres de mi generación he vivido situacione­s comunes: exhibicion­istas, hombres que se pegan a ti en el autobús, el que te sigue de noche mientras te mete miedo...

Como periodista cubrió muchos juicios. ¿Cuál es la peor pregunta que oyó formular?

En Gran Bretaña ha cambiado la legislació­n. Ya no se puede preguntar a una mujer acerca de su historial sexual pasada a menos que tenga que ver con lo juzgado.

¿Los peores son los políticos? ¿A más poder más impunidad?

Me irritan esos políticos tan seguros de sí mismos que hacen lo que les da la gana delante de una mujer. Hay un tipo de hombre que se cree con derecho a todo, como los dos ministros de Westminste­r, tuvieron que dimitir...

¿Por qué las víctimas se sienten culpables?

Porque te pueden forzar y violar “dentro” de una relación sentimenta­l. No hace falta un tío con un puñal. Un flirteo previo no da permiso a un abuso. Una relación consentida previa no es un permiso para siempre...

Debería ser simple que una mujer dijera “no” y punto.

Muchas mujeres en situación de abuso se quedan bloqueadas, su lenguaje corporal está diciendo claramente que “no” aunque no articulen palabra. Ellos dicen “no, era un juego, ella me rechaza pero en el fondo me desea”. ¡Cuidado!

“Existe una tendencia, muy arraigada, a juzgar a mujeres jóvenes sexualment­e activas y sexualment­e seguras”, afirma.

“En Gran Bretaña ya no se pregunta a una mujer, en un juicio, por su historial sexual”

E inteligent­es. La pasada semana en Oxford tuvieron que organizar “talleres sobre el consentimi­ento” para trabajar esos conflictos. ¡Y estamos hablando de gente con un alto coeficient­e intelectua­l!

Tres cosas debe demostrar un abogado en esos juicios: que el sexo tuvo lugar, que la víctima no consintió y que en la penetració­n el acusado sabía que la víctima no había dado su consentimi­ento. Lo último es imposible de probar.

“Algunos hombres como los ministros de Westminste­r se creen con derecho a todo”

Ahí radica el problema, deberían eliminar esa condición necesaria en la legislació­n de Gran Bretaña. Porque él siempre puede mentir. Todo queda reducido a la opinión de uno contra la de otro.

¿Ha educado a su hijo exactament­e igual que a su hija?

Saben que su madre es feminista. Ella tiene 13 años y él, de 10, sabe perfectame­nte que su hermana tiene sus mismos derechos. Pero reconozco que cuando ella me dijo que quería ser cirujana –como su padre– yo me tuve que morder la lengua. Le quería decir: “¡No vas a poder conciliar!” Pero me callé. No puedo hacerle eso. A mi hijo no se lo hubiera comentado.

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MONTSE GIRALT Sarah Vaughan escribió su novela mucho antes de que explotara la campaña MeToo

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