Ninguneo letal
Provoca hasta gracia que se diera al Madrid por eliminado antes de jugar. Es entendible que la delantera formada por Neymar, Mbappé y Cavani entusiasme a la muchachada, obnubilada por las mejores jugadas de la liga francesa y el imparable magnetismo de lo nuevo, pero de ahí a dar al PSG como favorito como han hecho personas adultas y aparentemente en plenas facultades y buena memoria, lleva al asombro. No se puede ningunear el peso de la historia. Eran 12 Copas de Europa contra ninguna. “¡Resultado injusto!”, dirán quienes todavía no entiendan lo sucedido ayer en el Bernabeu. ¡Como si el palmarés del Madrid se haya escrito en términos de justicia deportiva! En fin, queda un partido de vuelta, una última ocasión para que el PSG se sacuda la merecida fama de nuevo rico sin consistencia, de constelación de estrellas sin capacidad de trascender lo suficiente como colectivo.
Tuvieron los franceses al Madrid noqueado en la segunda parte, pero le perdonaron. Al Madrid no se le perdona. Deberían saberlo. El Madrid nunca lo hace. Unai Emery, piloto de karts a los mandos de un fórmula 1, volvió a empequeñecer en un escenario diseñado para la valentía. Y Zidane, posiblemente el entrenador con más suerte del mundo, será graciosamente elevado ahora por dar entrada a Marco Asensio, jugador que pasa de damnificado a transformador de un partido que caminaba hacia el empate o la victoria visitante. El Madrid es el único equipo capaz de burlar su propio destino.
Que quede claro. No está el Madrid para tirar cohetes. Ni siquiera el 3-1, un resultado que obedece más a motivos paranormales que futbolísticos, puede taparlo. Pero esa debilidad deberá ser aprovechada por un adversario grande, que respete al Madrid, a su gen competitivo y a su capacidad de reinventarse de perdedor en ganador en un mismo partido. El PSG tiene tres semanas para metamorfosearse. Si no, deberán batir al Madrid equipos de verdad. Los de toda la vida.