La Vanguardia (1ª edición)

Una analogía

- Josep Cuní

La vida de O.J. Simpson se nutre de grandes éxitos deportivos y un largo historial judicial. La todavía leyenda del fútbol americano convertida en actor y presentado­r vio marcada su fama por la acusación de haber matado a su exesposa y a un amigo de ella dos años después del divorcio. Inculpació­n precedida de denuncias por violencia doméstica y litigios por la tutela de los hijos. El juicio fue retransmit­ido en directo por televisión y se convirtió en todo un fenómeno mediático. Lógico. Mujer blanca, guapa, rubia y rica intimando con un camarero frente a un celoso hombre negro, alto, fornido y atractivo que había demostrado a los de su comunidad que el éxito no les estaba vetado. El proceso lo enturbió todo y fomentó una conclusión: la división social por el color de la piel se mantenía viva, muy viva.

Corría el 1995 y las encuestas demostraro­n desde el primer día de la vista que el 80% de quienes le aclamaban inocente eran negros y quienes le considerab­an culpable, blancos en la misma proporción. Durante los meses que duró el juicio los porcentaje­s apenas variaron. Veinte años después hemos constatado la vigencia del drama norteameri­cano. Ni siquiera el primer presidente negro

Un 80% de los catalanes quiere un referéndum aunque sea para decir no a la independen­cia

de Estados Unidos ha conseguido frenar la violencia étnica. Al contrario. Aquello por lo que dijo luchar en campaña y que se convirtió en entusiasmo de muchos votantes para auparle a la Casa Blanca ya conforma tanto la frustració­n colectiva como el balance negativo de su doble mandato.

Donald Trump supo sacar provecho de ello para mal y ahí le tenemos. Las comparacio­nes son odiosas, pero las analogías inevitable­s. Un 80% de los catalanes quiere un referéndum aunque sea para decir no a la independen­cia. Simetría que tampoco se ha alterado en los últimos años, manteniend­o en su conjunto un porcentaje nada despreciab­le de secesionis­tas pero sin alcanzar la mayoría social. Dato relevante en el caso del juicio por el 9-N y que advierte de la división ciudadana. Por eso es probable que, sea cual sea el veredicto, una de las dos partes no lo acepte por considerar­lo político. En un sentido o en otro. La presión mediática no ha sido menor en este prejuicio alimentado por la falta de diálogo y las posibles alternativ­as rechazadas. Especialme­nte, las propuestas a partir de la legalidad vigente de destacados juristas poco sospechoso­s de catalanida­d.

Alguien confundió la confianza en el sistema con la fe a la ley inalterabl­e. Ante la crudeza de esta situación real, los magistrado­s no podrán eximir desconocim­iento de causa social por mucho que hayan intentado evitar preguntas y respuestas susceptibl­es de ser políticas aunque la base del juicio lo sea. Fue inevitable hablar de sexo y violencia en el de O.J. Simpson. La habilidad del juez le declaró no culpable y todo el mundo entendió que tampoco era inocente.

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