Una analogía
La vida de O.J. Simpson se nutre de grandes éxitos deportivos y un largo historial judicial. La todavía leyenda del fútbol americano convertida en actor y presentador vio marcada su fama por la acusación de haber matado a su exesposa y a un amigo de ella dos años después del divorcio. Inculpación precedida de denuncias por violencia doméstica y litigios por la tutela de los hijos. El juicio fue retransmitido en directo por televisión y se convirtió en todo un fenómeno mediático. Lógico. Mujer blanca, guapa, rubia y rica intimando con un camarero frente a un celoso hombre negro, alto, fornido y atractivo que había demostrado a los de su comunidad que el éxito no les estaba vetado. El proceso lo enturbió todo y fomentó una conclusión: la división social por el color de la piel se mantenía viva, muy viva.
Corría el 1995 y las encuestas demostraron desde el primer día de la vista que el 80% de quienes le aclamaban inocente eran negros y quienes le consideraban culpable, blancos en la misma proporción. Durante los meses que duró el juicio los porcentajes apenas variaron. Veinte años después hemos constatado la vigencia del drama norteamericano. Ni siquiera el primer presidente negro
Un 80% de los catalanes quiere un referéndum aunque sea para decir no a la independencia
de Estados Unidos ha conseguido frenar la violencia étnica. Al contrario. Aquello por lo que dijo luchar en campaña y que se convirtió en entusiasmo de muchos votantes para auparle a la Casa Blanca ya conforma tanto la frustración colectiva como el balance negativo de su doble mandato.
Donald Trump supo sacar provecho de ello para mal y ahí le tenemos. Las comparaciones son odiosas, pero las analogías inevitables. Un 80% de los catalanes quiere un referéndum aunque sea para decir no a la independencia. Simetría que tampoco se ha alterado en los últimos años, manteniendo en su conjunto un porcentaje nada despreciable de secesionistas pero sin alcanzar la mayoría social. Dato relevante en el caso del juicio por el 9-N y que advierte de la división ciudadana. Por eso es probable que, sea cual sea el veredicto, una de las dos partes no lo acepte por considerarlo político. En un sentido o en otro. La presión mediática no ha sido menor en este prejuicio alimentado por la falta de diálogo y las posibles alternativas rechazadas. Especialmente, las propuestas a partir de la legalidad vigente de destacados juristas poco sospechosos de catalanidad.
Alguien confundió la confianza en el sistema con la fe a la ley inalterable. Ante la crudeza de esta situación real, los magistrados no podrán eximir desconocimiento de causa social por mucho que hayan intentado evitar preguntas y respuestas susceptibles de ser políticas aunque la base del juicio lo sea. Fue inevitable hablar de sexo y violencia en el de O.J. Simpson. La habilidad del juez le declaró no culpable y todo el mundo entendió que tampoco era inocente.