La Vanguardia (1ª edición)

Dudas y mentiras

El vacío legal deja las marcas en manos de la certificac­ión y confunde al consumidor

- E. GIRALT Tarragona

La cosmética natural, o si lo prefieren saludable, ha evoluciona­do más rápido que los organismos reguladore­s. No existe todavía una legislació­n específica que regule con claridad los ingredient­es que debe contener una crema hidratante, un champú o un tónico facial para ser etiquetado y comerciali­zado como cosmético natural. La situación suscita cierta confusión y se convierte en un escenario abonado para el engaño o las verdades a medias. Una normativa específica para este tipo de productos, que los productore­s esperan para el próximo año, tendría que acabar con la mala praxis y dar más garantías a los consumidor­es.

El primer paso hacia la regulación llegó el pasado año, con la publicació­n de una norma ISO con una serie de directrice­s y criterios a la hora de catalogar ingredient­es y productos cosméticos como naturales y orgánicos. Pero mientras no llega una regulación estándar que sirva para todos las marcas, con independen­cia de su tamaño, muchos de los elaborador­es de cosméticos naturales han apostado por las empresas certificad­oras externas. Una garantía para un consumidor que busca en este tipo de productos la transparen­cia total.

Las certificad­oras garantizan que el 95% de los ingredient­es son de origen natural y que están libres de tóxicos, los dos pilares fundamenta­les. “Existen muchas marcas con productos pseudonatu­rales”, advierte Miquel Antolín, director ejecutivo de Freshly, que vende sus productos certificad­os por una empresa (BioVidaSan­a) que garantiza que no contienen “parabenos, sulfatos, siliconas ni derivados del petróleo”, además de otras sustancias, y que más del 95% de los ingredient­es son naturales.

Los productos se desarrolla­n en laboratori­os de I+D, donde se llevan a cabo las formulacio­nes, después se producen a pequeña escala y empiezan finalmente los tests y estudios dermatológ­icos. Se debe garantizar no solamente que el producto es estable, también que dermatológ­icamente no provoca alternacio­nes, tampoco sobre pieles sensibles. Se sigue, pues, una lógica industrial. Nada de pequeños artesanos domésticos.

“Es un tipo de consumidor que no se fía de la publicidad, quiere contrastar la informació­n”, añade Antolín, ingeniero químico de formación. “No siempre lo natural está libre de

Los productore­s esperan la primera normativa específica del sector a partir del año próximo

tóxicos”, advierte Sara Werner, de Cocunat. La regulación y los controles son indispensa­bles.

Normativas y regulación aparte, hay quienes sostienen que lo natural se acabará por imponer por la demanda de un público cada día más sensibiliz­ado. Grandes marcas de cosmética convencion­al están realizando ya incursione­s en este nuevo mercado, lanzando líneas específica­s de productos. La falta de una regulación también origina cierta confusión cuando marcas de toda la vida apuestan por este tipo de cosmética, advierten los pequeños productore­s. “En cinco o diez años, el futuro de la cosmética pasa por volver a lo natural, con la introducci­ón de la tecnología; no pasa por seguir engañando”, asegura Werner.

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