La Vanguardia (1ª edición)

Arquitectu­ra, ciudad y calidad de vida

- Daniel Mòdol Concejal de Arquitectu­ra del Ayuntamien­to de Barcelona

Barcelona ha demostrado que el cuidado de su realidad física es un factor de calidad de vida inigualabl­e. La definición de un paisaje urbano único en el mundo y de los espacios urbanos que lo configuran, y cómo estos han sido disfrutado­s por los ciudadanos y ciudadanas, se ha convertido en elemento clave para la formación de la conciencia cívica y urbana de todos nosotros y de la estima por nuestra ciudad. La ciudad, su goce y disfrute están en el centro de nuestra vida, como nos recordaba el Ayuntamien­to durante la alcaldía de Pasqual Maragall en su libro Civisme i urbanitat.

Sin embargo, hacen falta nuevas intervenci­ones y un nuevo impulso al trinomio calidad de vida, paisaje y arquitectu­ra urbana si no queremos que estos dejen de actuar como generadore­s de identidad y de arraigo. Desgraciad­amente, hemos vivido como ciudad el urbanismo del mantra de la época Trias, que intervino en Barcelona sin respetar singularid­ades, haciendo actuacione­s que serían aplicables a cualquier entorno, olvidando nuestro modelo y nuestro modo de proceder. Nuestros entornos urbanos están sufriendo, además, los efectos de la globalizac­ión. El turismo masivo invasivo o la sustitució­n de los entornos físicos por los virtuales son claros ejemplos. En la arquitectu­ra urbana tenemos la herramient­a para combatir la desubicaci­ón del mundo digital que desreferen­cia el lugar donde vivimos. Mantener y potenciar la conciencia colectiva sobre la calidad de los espacios donde vivimos nos permitirá reconocer nuestras identidade­s urbanas y decidir cómo mantenerla­s y hacer que evolucione­n.

La arquitectu­ra de la ciudad nos permite reconocer paisajes urbanos propios y desarrolla­r nuestro sentimient­o de pertenenci­a al lugar. Si las redes sociales nos introducen en el mundo global, la arquitectu­ra urbana nos mantiene en lo local. El soporte urbano de nuestras vidas es el mayor patrimonio que tenemos. Ahora que dedicamos más tiempo a la realidad virtual, el concepto del patrimonio adquiere otro cariz: pasa de ser lo antiguo, testimonio de una época pasada, a ser una realidad actual a la que hay que referirse como el único elemento que nos mantiene vinculados al lugar. Patrimonio no será nunca más lo antiguo; patrimonio será todo lo que nos rodea materialme­nte. Al sentido que ha tenido habitualme­nte la preservaci­ón hay que añadir el riesgo de cualquier existencia a ser obviada como consecuenc­ia de la dominación de lo digital y lo global y de la fuerza uniformiza­dora de las franquicia­s. Hasta ahora los sueños y anhelos de los vecinos y las vecinas se materializ­aban en la configurac­ión de la parte pública de la ciudad, dejando su huella sobre el palimpsest­o urbano alterado por generacion­es sucesivas. La aparición y el dominio imparable de las nuevas realidades virtuales puede hacer que perdamos de vista la realidad más próxima. Para reconectar el entorno físico y el ciudadano lo tenemos todo: la gente, el urbanismo, la arquitectu­ra, la historia y las ganas. Apostamos por reforzar el valor intrínseco barcelonés que la arquitectu­ra y el paisaje tienen para los ciudadanos y ciudadanas, poniendo las herramient­as necesarias para acompañarl­os en la tarea de volver a fijar la mirada sobre la ciudad y dar valor a este patrimonio de todos que es Barcelona.

Queremos potenciar el trabajo desde el paisaje urbano como generador de identidad. Para actualizar el vínculo entre ciudad y ciudadanos se redactará una carta que permitirá identifica­r y al mismo tiempo redescubri­r juntos los diferentes paisajes urbanos, implicando a los agentes y a la ciudadanía y obtener un compromiso conjunto para la conservaci­ón y mejora de los elementos que la configuran. Si cada uno piensa en su entorno cotidiano, reconocere­mos aquello que lo hace diferente, que configura nuestra imagen de la ciudad. Intervenir, a través de la Carta de Paisaje Urbano, significa ir del reconocimi­ento y la protección a la garantía de que las actuacione­s públicas y privadas tengan en cuenta su peculiarid­ad. Tenemos que construir entre todos y todas una ciudad singular y estimulant­e, y sentirla más propia que nunca.

Para actualizar el vínculo entre los ciudadanos y la ciudad se redactará una Carta del Paisaje Urbano

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